Eduardo Azcuy Ameghino es el director del CIEA (Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios) de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Ese centro ya tiene más de 20 años y por definición fue creado con el objetivo de contribuir al estudio y la investigación del sistema agroindustrial argentino desde una perspectiva “interdisciplinaria, científica, democrática y pluralista”. Por eso sus miradas hacen tanto ruido a veces entre los habitantes de un sector demasiado acostumbrado a hablarse a si mismo.
Bichos de Campo consultó a Azcuy Ameghino sobre uno de los temas más conflictivos de la política agropecuaria: las retenciones.
-¿Por qué piensa que siempre las discusiones en el agro, desde hace años, giran en torno a las retenciones?
-Porque es un impuesto que afecta al conjunto de la producción agropecuaria. Por lo tanto pasa a ser con el clima, el precio de los granos y el costo de los insumos; un elemento cotidiano en la conversación agropecuaria.
-¿Y por qué piensa que perdura tanto esta discusión?
-Bueno, es un tema simple y complicado a la vez. Desde el punto de vista del Estado, se ve de una forma, como parte de su presupuesto. Pero los productores, que son los que deben pagar el impuesto lo ven de otra. Pero el Estado desde el siglo pasado, desde la Revolución Libertadora del ’55, lo ha aplicado, con altibajos e intervalos, pero así en todos los Gobiernos.
Mire la entrevista completa con Eduardo Azcuy Ameghino:
Definió el académico que las retenciones “se trata de un impuesto que en líneas generales presume -creo que correctamente-, que existe un margen de rentabilidad en la producción agropecuaria que puede ser objeto de imposición. Además resulta muy fácil de cobrar, el otro elemento de juicio importante. Y se entiende que durante la historia argentina, donde el déficit fiscal es habitual, Gobiernos de distinto signo político han recurrido a este impuesto”.
“Desde el punto de vista de los productores, se entiende el rechazo, por la baja del precio de su producto que provocan. Y ahí está el juego histórico entre ambos. Nosotros decimos que debe existir un tercer actor, distinto al recaudador y al que no quiere tributar”, se plantó Eduardo.
-¿Y cuál es ese actor?
-Bueno, observemos la estructura social agraria argentina. Donde en los últimos 30 años desaparecieron el 40% de los productores agropecuarios, y si vas a la región pampeana llegás al 50%. La mitad desapareció. Eso es concentración económica.
-¿Pero esa concentración, no será producto justamente de haber aplicado como única receta las retenciones?
-Bueno, eso lo va a decir un productor que en este momento está resistiéndose a pagar este impuesto. Pero lo que tenemos en la región pampeana es un grado de virulencia y gran competencia del capitalismo agrario, tal vez mayor que en otras regiones. Lo que vos decís sí podría ser: las retenciones no son neutras en relación a la estructura social agraria. Pero la concentración no es solo por las retenciones.
Azcuy Ameghino recordó que el CIEA, durante el conflicto por las retenciones móviles de 2008, “planteamos desde el primer día que las retenciones estaban bien con una soja a 600 dólares, que generaba un margen extraordinario que autorizaba al Estado a tomar parte de ella. Pero no debía aplicarse de esa manera, sino que había que segmentarlas, cooparticiparlas e informar sobre el destino de los dichos recursos”.
Desde esta mirada, había que “siempre tomar el punto de vista del pequeño y mediano productor. Los que fueron desapareciendo. Por eso, siguiendo con esta línea, dijimos que en este último paro de marzo los pequeños no debían sumarse, si la medida venía acompañada con una segmentación. Donde solamente el 26% de los productores de soja paga el 33%, que representan el 77% de la producción total de soja. Así tenés un 64% que van a pagar menos del 30%”.
-¿Hemos visto que al Estado le cuesta organizar un sistema de segmentación? ¿No se puede capturar esa supuesta renta de otra forma?
-Teóricamente sí, pero prácticamente es difícil. Si para pagar el impuesto inmobiliario se practica la subdivisión ficticia a los efectos de la alusión impositiva de los campos, dividendo un campo de 10 mil hectáreas en cinco titulares. Y bueno, queda poner un policía en la puerta, pero ¿cuánto sale ese policía? Estamos en ese terreno de juego, pero lo que sabemos es que la concentración económica conduce a un resultado que no compartimos y el campo se reduce, no es la idea. Ya lo decía Juan Álvarez: “no es fórmula de democracia la gran propiedad”. Yo digo: la gran concentración de la producción y el capital no es fórmula de democracia.
-Ahora, este análisis es mirando el país hacia adentro. Pero las retenciones fronteras hacia afuera, ¿no le quitan competitividad a la Argentina?
-Ese no es un argumento válido para productores de determinada escala en adelante. Para uno chico, seguro, pero el de gran escala tiene capacidad contributiva. Vos pensá que estamos produciendo en una de las 4 a 5 planicies humedas más grandes del planeta, por lo que hay una base para la ganancia extraordinaria que se obtiene en el campo. Pero no es lo mismo mi tío con 70 hectáreas que un gran pool de siembra que maneja 20 mil. Las diferencias de escala son las que hacen que unos progresen y otros se fundan. Este tercer actor del que hablamos, debe apuntar las políticas para que neutralicen o nivelen esas diferencias de escala, siendo más duros con los más grandes y sostener a los más pequeños.
-Entonces, ¿vos no eliminarías las retenciones sino que las reformularías?
-Claro, las reformularía. Como parte de una política agropecuaria que les cobra impuestos a los que tienen la capacidad de pagarlo y modera la imposición sobre aquellos que contribuiría a fundir si se las aplica.