La mañana de febrero de 1993, cuando estuve sola por primera vez en Santa Rosa, el aire era irrespiráblemente caliente, el sol atropellaba el gran ventanal de Don Bosco 55 sin posibilidad alguna de rebatir su insistencia ni corriendo las cortinas. Baje las escaleras sin advertir que alguien más venía detrás de mí. Muchos días después supe que ese alguien era Gastón, un compañero mío de la comisión de álgebra, en donde el gran Julio López nos daba cátedra con su mágica sabiduría.
En Febrero de 1993 Santa Rosa era un pueblo grande, tranquilo. En la 9 de Julio estaba el bar ‘Los tres chiflados’ y aún ‘New Start’, que hacía más de una década funcionaba sobre la misma calle pero una cuadra más arriba. Caminaba esas veredas atenta, observadora, todo era nuevo para mí. Y el trayecto se fue poblando de otros pasos y conservando palabras que luego fueron amigos. De esto trata la receta, de amigos.
Ya en el primer piso de la universidad, en la Facultad de Económicas, la conversación era agitada, las ganas se aglutinaban en el también ágil lenguaje juvenil, tan fresco y lleno de energía.
El primer viernes en esta ciudad me encontraría reunida con mi amigo Rober y con la que sería una de mis mejores amigas, Caro, mate de por medio y apuntes de lógica y álgebra sobre la mesa de casamiento de mis abuelos paternos. Esta mesa tiene muchas lindas historias para contar. Una de esas historias es la de la tarta de coco y dulce de leche que sigo obsequiando a mis amigos con mates aun hoy. Estos son los ingredientes para hacer la masa:
- 250 gramos de harina leudante
- 75 gramos de azúcar común
- 100 gramos de manteca fría
- 1 huevo
- 1 yema
- Esencia de vainilla
Deshacer – como deshacemos los malos recuerdos, los tristes momentos, frotándolos contra las alegrías… – la manteca entre la harina hasta que quede un arenado grueso. Agregar el azúcar y el huevo y la yema, para finalmente saborizar con la esencia. Formar una masa suave, que se estira y acomoda sobre un molde de 26 centímetros aproximadamente.
Extrañe mucho, en 1993, el horizonte infinito, los grillos y las chicharras, aunque a éstas un poco menos. Las estrellas en abundancia lloviéndome del cielo al andar, los balidos y los relinchos, el aroma a los eucaliptos cerca de la ventana. Pero encontré personas maravillosas que me cebaron tiempo de a sorbos, me acunaron los domingos en sus mesas familiares, me abrigaron los crudos julios pampeanos con tanto cariño, que terminé olvidando lo que extrañara con pasión. Fue como saborear una cucharada de dulce de leche casero. De esto se trata el relleno de esta tarta. De dulce de leche se necesitan unos 500 gramos que van untados sobre la masa cruda.
Un pedacito de mi corazón aún late en esta pampa, en esta llanura apuntalada por caldenes, piquillines; tan rebosante de retamas amarillas, olivillos, jarillas; y este puñado de sentimientos me trae una y otra vez de vuelta, una deliciosa sensación como aquel dulce de leche.
La tarde del 12 de Enero de 2019, cuando el granizo se resistía a perderse entre el pasto, el incipiente atardecer tormentoso me iluminó la sonrisa al pisar la terminal. No sería un viaje más; sería uno para atesorar sin lugar a dudas. Flor, la hija de Carola, cumplía 15 años y hasta este arenal cálido y ventoso yo estaba llegando para compartir este festejo celebrando la vida!.
Pasear con mi hijo por las mismas calles por las cuales yo lo acareaba de pequeño, dejar un par de miradas sobre la vidriera de libros Pampa, ver el edificio en el cual viví en el 93 tal cual me miraba entonces. Llegar a casa de Caro era algo trillado, pero irnos juntas al cumple de su hija fue un mimo al alma, fue uno de esos momentos que siempre vale la alegría el vivirlos, el sentirlo en las entrañas. Un instante quizá no es mucho en la vida de alguien, pero la intensidad de ese momento es un tesoro imponderable.
26 años después de aquel tórrido enero, otro mucho menos ardiente me sacudió los recuerdos. Los hizo estrellarse sobre la conversación como los dados de una generala sobre la mesa. Como el devenir claro de un arroyo, las anécdotas salpicaban entre las piedras. La magia hechizó a la noche con recuerdos, con abrazos, con sonrisas, con brindis… 26 años después aquí nos ven, con nuestras vidas a cuestas andando la huella.
Acabando esta receta con el último batido ligero:
- 250 gramos de coco rallado
- ¾ taza de azúcar
- 3 huevos, con el que se cubre al dulce para llevar al horno medio por media hora, cuarenta minutos. La masa debe quedar blanca pero el coco medio tostado.
Rescato siempre lo positivo de cada etapa de mi vida, lo que me hace sonreir finalmente con solo recordarlo, el mismo efecto que también me provoca una cucharada de dulce de leche. Este recuerdo merece una sencilla tarta de coco, otra receta para el alma,