Hace ya varios meses que en el norte del país, los agrónomos no dejan de hojear las páginas de viejos libros y manuales sobre el control de plagas en cultivos extensivos. La razón es que reapareció una plaga casi olvidada, que podría poner en jaque a muchos productores. Y no, esta vez la culpa no es de la chicharrita.
El hallazgo que tiene ocupadas a varias experimentales del INTA es el de la temible Pectinophora gossypiella, conocida más comúnmente como la “lagarta rosa” del algodón. Se trata de una oruga rosada que durante años causó estragos en esa producción regional, codo a codo con el picudo algodonero, y que desapareció con la llegada del algodón bt a finales de la década de 1990. Y es que este cultivo modificado poseía una resistencia a un amplio complejo de orugas.
¿Pero cómo hizo esta plaga para regresar, siendo que continúa la siembra de este algodón resistente? Esa es la inquietud central de los investigadores, que desde hace meses realizan todo tipo de ensayos y monitoreos.
“Entre octubre y noviembre del año pasado, la Agencia de Extensión Rural de Fernández había encontrando un lote donde había muchas caídas de estructuras, demasiadas para lo normal en el algodón. Los pimpollos y las flores estaban todas en el piso. Y era una siembra muy temprana de agosto, que normalmente no se permite por una resolución de Senasa porque tenemos fechas estipuladas para sembrar en zonas de riego y de secano. La Agencia comentó esta situación, se realiza un relevamiento con la cátedra de la Facultad de Fisiopatología y de Protección, además de asesores de la zona, y cuando llegan descubren que aparece la lagarta”, explicó a Bichos de Campo Anabell Lozano, investigadora en cultivos extensivos del INTA Santiago del Estero.
Según dio cuenta la especialista, una de las principales dificultades en torno a esta plaga es la forma de su control, ya que en su estadio larval produce una seda con la que sella los pétalos de la flor y se mantiene escondida dentro del pimpollo, protegiéndose del sol y de cualquier intento de aplicación insecticida. Eso lleva a que solo pueda atacársela durante su estadio de mariposa, que tiene hábitos nocturnos.
“Es una plaga muy inteligente. No la podemos tocar dentro de las estructuras reproductivas por más cuidadosos que seamos. Con lo cual solo podemos controlarla de noche en sus estadios adultos. Y si bien es relativamente corto en función de las temperaturas, es capaz de poner muchos huevos”, señaló Lozano.
Y su regreso no fue para nada disimulado, al punto tal de que en la última campaña causó mermas productivas de entre un 30% y un 40%, algo preocupante teniendo en cuenta que es un cultivo eminentemente social.
“Hay lotes que directamente han pasado la rastra, no han producido nada, porque era más costoso continuar con el cultivo que abandonarlo. Eso también es una práctica que complica a las futuras generaciones, porque las estructuras del algodón siguen produciendo pimpollos, sigue produciendo estructuras reproductivas por más que no sean productivas. Entonces esta plaga continuó el ciclo adentro de los lotes en los que no han destruido rastrojos”, lamentó la investigadora.
“Ya estamos acostumbrados a manejar al picudo. Es un mal que padecemos siempre. Pero esta plaga no la teníamos en mente. Los ingenieros y los técnicos más grandes han estado acostumbrados a manejarla. Pero esta generación, de 20 a 25 años para acá con la introducción del algodón bt, no”, agregó a continuación.
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¿Acaso se rompió la resistencia de ese cultivo? Eso es lo que se cuestionan los investigadores, quienes se encuentran realizando distintos estudios para comprobarlo.
“Estamos buscando la bibliografía vieja, actualizándola, viendo si hacemos análisis de PCR, porque eso lleva mucho tiempo también. La gente de INTA Castelar hizo muchos pares de bases para analizar, y lo que venimos viendo en el 10% ya estudiado es que no ha habido quebré de resistencia, con lo cual puede ser que la que haya mutado haya sido la plaga”, indicó Lozano.
Otra hipótesis punta a la dilución de la resistencia. “La planta florece de abajo hacia arriba. Las estructuras de abajo tienen mayor concentración de la resistencia del gen bt, que se diluye a medida que aumentan las estructuras hacia arriba, y desde el tallo principal hacia las estructuras en forma horizontal. Con lo cual es probable que en las estructuras más de arriba y de los costados tengan menor cantidad del gen”, señaló la investigadora.
En el mientras tanto, los especialistas también se encuentran trabajando en la colocación de trampas que les permiten identificar los momentos adecuados para la realización de aplicaciones.
“Les decimos trampas centinela, que utilizan una feromona de atracción sexual. Eso atrae a los machos, por lo que asumimos que hay la misma proporción de hembras en el campo. Se pone una trampa cada diez hectáreas aproximadamente en los inicios del cultivo, y cuando hay caídas de 10 a 15 adultos, por tres noches consecutivas, hacemos aplicaciones”, detalló Lozano.
-¿Crees que los productores están tomando conciencia de la situación?- le preguntamos.
-Los productores están tomando conciencia porque se han asustado mucho. Creo que estamos todos así, por eso estamos haciendo capacitaciones. Hemos tenido cuatro o cinco junto con el INTA y con el Colegio de Ingenieros Agrónomos. Hablamos con los productores y con los técnicos, que son en realidad lo que terminan llevando la información a todos, sobre la importancia de la rotación, la importancia del vacío sanitario desde la cosecha hasta la fecha de siembra, que se respeten las fechas de siembra estipuladas por el Senasa. Porque la plaga tiene un ciclo que provoca una generación suicida. Le decimos nosotros así porque cuando sale la plaga, si no encuentra estructuras reproductivas, si no encuentra un pimpollo o flores, se muere. El problema es que cuando sale y si la encuentra. Por eso la importancia de respetar las fechas de siembra.