Christopher Kilmurray es un joven microbiólogo recibido en la Universidad Nacional de Río Cuarto, en Córdoba. Esa ciudad se destaca en dicha disciplina científica por ser su universidad la única del país que dicta la carrera de microbiología. Killmurray se pronuncia con acento, como dicen en cordobés, fundó hace siete años una empresa llamada Ceres Demeter. El nombre está basado en dos palabras con el mismo significado: crear y crecer en la agricultura, Ceres según la mitología romana y Demeter en la griega.
“Ceres Demeter es una empresa de biotecnología centrada en el desarrollo y la transferencia de tecnologías microbianas para empresas agroindustriales”, definió Kilmurray en Bichos de Campo.
“En nuestra empresa, identificamos y seleccionamos proyectos de instituciones científicas que luego desarrollamos a escala piloto y a escala industrial con el objetivo de lograr productos que resuelvan problemas de alto impacto en el sector agrícola. Nuestro propósito es contribuir de manera sostenible a las empresas agroindustriales mediante la creación de soluciones biotecnológicas”, agregó.
Aquí la entrevista con el microbiólogo cordobés:
De modo que lo que hacen en Ceres Demeter es una transferencia de tecnología entre los científicos y las empresas de la agroindustria. Como ellos dicen, por riocuartenses y por microbiólogos, saben interpretar los dos mundos, que de por sí solos les cuesta hablar el mismo lenguaje.
Christopher y su equipo realizan relevamientos (Scouting) de todos aquellos proyectos que encuentren a nivel laboratorio en todo el país. Lo hacen ayudados por convenios con el INTA y distintas universidades, para una búsqueda más directa. Luego generan un análisis de los proyectos a nivel productivo y comercial, y si le ven ‘la veta’ se vinculan con los científicos para para hacer todo el análisis necesario y llevar el producto a validación final. Pasar de la probeta al campo. Y evitar los grandes problemas que existen en el sector, que es que los productos fallen en el campo, contó Killmurray.
Desde Ceres Demeter financian el desarrollo pero además suelen buscan financiamiento en las empresas a cambio de recibir algún beneficio a futuro, la exclusividad de la licencia, por ejemplo, por cierto tiempo después de su lanzamiento. “La torta se reparte entre todos los actores, todos comemos y nos beneficiamos en esta cadena”, explicó el joven microbiólogo.
El investigador trabaja siempre con productos biológicos, y no de síntesis química, creyendo firmemente en esta forma de tecnología. “Buscamos solucionar cuestiones bien concretas para los cultivos. Por darles un ejemplo, trabajamos en un producto para el mal de la tela en la yerba mate, también en control de hongos de suelo en maní (carbon o esclerotinia) que tanto daño causan”, detalló Kilmurray.
Una gran ventaja para las empresas de la industria en contratar o asociarse con Ceres Demeter es la considerable disminución en los tiempos de desarrollo. Si una compañía quisiera ponerse a desarrollar un producto desde cero, los tiempos hasta su lanzamiento podrían ir de 10 a 5 años, en el mejor de los casos. Y Kilmurray cuenta que ellos en dos a dos años y medio ya obtienen el producto. “Ese es nuestro principal valor, que tomamos desarrollos que ya están avanzados a escala de laboratorio”, señaló.
De modo, que su fortaleza parece ser el ojo para identificar los proyectos con futuro. Y hasta manejan parámetros propios de éxito. “Como mínimo el 70% de los proyectos que desarrollamos tienen que funcionar a campo, sino estamos haciendo las cosas mal”, contó el microbiólogo.
“Nuestra misión principal es convencer a la industria que confíe en nosotros para sus desarrollos en biológicos. Hay un montón de científicos innovadores en el país, nosotros no inventamos nada, sino que los sabemos identificar e implementar en el campo agronómico”, agregó.