En el último fin de semana de 2018, Tomás Migoni decidió aventurarse partiendo desde Temperley con su equipo de voluntarios a filmar al pueblito de Azopardo, en el partido de Puán, provincia de Buenos Aires, de poco más de 90 habitantes.
Ya contamos de qué se trata su aventura de vida. Tomás realiza un programa audiovisual llamado “Pueblos a la mesa”, que transmite por las redes sociales. Intenta de ese modo mostrarnos la esencia de muchos pueblitos que van languideciendo.
En Azopardo, “Pueblos a la mesa” entrevistó a varios personajes y cocinó para ellos y con ellos un asado de costillar vacuno en cruz, que compartieron en una mesa larga, tradición ésta que no deberíamos perder. La comilona se realizó en el viejo almacén de Mariano Rosell.
Tiempo atrás, esa región de la provincia estuvo habitada por aborígenes mapuches y ranqueles, y por allí pasaron los caciques Calfulcurá, Namuncurá, Pincén y Catriel. En 1906 experimentó un movimiento colonizador promovido por nuevas vías férreas y el reparto de tierras.
Hoy Azopardo es un pueblo de diagonales con antiguas casas y almacenes de ramos generales, herrería, panadería, que estuvieron abiertas durante décadas y dan señal de que fue uno de los pueblos más importantes del partido, con una intensa vida comercial cuando aún pasaba el tren.
Está emplazada en el suroeste de la provincia de Buenos Aires, cerca del macizo de Sierra de la Ventana, que pasa por Tandil y desemboca en Mar del Plata, rodeada de campos de cebada. Por eso es que en Puán, capital del partido, se celebra la Fiesta Nacional de la Cebada Cervecera.
El pueblo se ubica sobre la ruta provincial 67, que en una dirección lleva a Darragueira, y en la otra, al pueblo de Víboras. Posee una zona parquizada, una antigua capilla, una casa de cultura que funciona en la vieja estación de tren, y un antiguo vagón de tren, reacondicionado, donde funciona un museo.
Llegamos al final del año 2018 castigados, como país, por un fuerte impacto inflacionario y una gran recesión económica. Pero no podemos ni queremos que esto nos paralice, y menos aún si logramos mirarnos en el testimonio solidario de Tomás Migoni, que no se queda en su casa, sino que sale a dar a otros más de lo que tiene, y sin que nadie lo haya llamado.
Entonces se me ocurrió elegir una canción que habla de un campesino del noroeste que se va a la cosecha, dejando a su amada embarazada, y ella queda llorando de pena. Para consolarla le asegura que volverá y que serán tres. Pues del mismo modo podemos pensar que, en vez de llorar lo que nos falta, lo que no hicimos, bien podemos agradecer todo lo bueno que nos pasó, y soñar con que en 2019 seremos más, que deberemos ser más solidarios ante semejante crisis de desempleo, y muy ingeniosos para poder crecer con tanta adversidad.
Tomemos al 2019 como un gran desafío, con la esperanza y el compromiso de que sea mejor y con menos desigualdad, con paz, pan y trabajo para todos.
Florcitay, del tucumano Rubén Cruz y del jujeño Bruno Arias, interpretada por Bruno: