A los productores de soja del norte del país habría que levantarles un monumento: algo así como “homenaje a los héroes anónimos que más colaboran para que el Estado Argentino llegue a tener déficit cero”. Es joda, por supuesto, aunque no tanto. Sucede que por cada hectárea sembrada con soja en las provincias norteñas, con las variables actuales, nuestro abnegado productor puede llegar a obtener unos 100 dólares, mientras que el sacrificado Estado -en todos sus niveles- recibirá tres veces más dinero, unos 321 dólares, siempre y cuando el predio sea de propiedad del productor.
Peor la cosa si nuestros queridos sojeros de Salta, Tucumán, Chaco o Santiago del Estero, que siempre tienen la mala fortuna de enfrentar costosísimos fletes hasta los puertos cerealeros, no tienen la dicha además de ser dueño de los campos que siembra y debe alquilarlos a otra persona.
En ese caso, según una serie de simulaciones formuladas por los economistas de la Bolsa de Comercio de Rosario, el sector público se llevará 266 dólares por hectárea sembrada con soja, mientras que nuestro ambicioso arrendatario obtendrá al final de la campaña -y después de pagar impuestos, el arrendamiento y los costos de producción- solamente 50 dólares. Se quedará, en definitiva, con una quinta parte de lo que deben girar a las diferentes jurisdicciones estatales.
Hasta ahora, en ambos ejemplos, los expertos Julio Calzada y Sofía Corina tomaron el caso de una cosecha normal en la zona, de 23 quintales (2,3 toneladas) promedio por hectárea. Pero puede ser que suceda que haya una sequía y por obra y gracia divina la productividad media se reduzca a 13 quintales, como ya ha sucedido en múltiples ocasiones.
¿Qué pasa en ese caso? Pues que nuestro héroe se convierte directamente en mártir. Luego de pagar todos los tributos correspondientes, perderá 57 dólares por hectárea sembrada con soja. Mientras tanto, el Estado nacional, la provincia y el municipio seguirán recaudando unos 135 dólares por hectárea, que serán ultra necesarios en estos tiempos de ajuste fiscal y cuentas claras.
Los números serían más rojos aún si los productores que sufren la sequía están alquilando el campo. En esta situación la pérdida sufrida por estos titanes sube a 80 dólares por hectárea. Sin embargo, el Estado seguirá saliendo ileso con una recaudación de 139 dólares.
“En síntesis, cuando el clima viene bien, los Gobiernos recaudan hasta el equivalente a 5 veces lo que percibe neto el productor. Cuando el clima viene mal, el productor pierde plata pero los Estados siguen recaudando”, sintetizan los expertos de la Bolsa de Rosario. Los cálculos que realizaron para llegar a estas conclusiones pueden ser consultados en este informe.
Para Calzada y Corina, en este contexto “vemos muy difícil que se siembre más en el norte, máxime con el elevado nivel que han alcanzado las retenciones”. Luego recuerdan que en todas las provincias del norte del país se siembran más de 2,6 millones de hectáreas de soja, un área que no crecería. Hay que multiplicar por esa cifra cada uno de los balances previos para saber cuánto dinero deja la soja en el bolsillo del productor y cuánto marcha hacia el Estado, en todos sus niveles.
Eso sí, cuando vayamos a pedirles dinero para levantar el monumento al abnegado productor del Norte, seguramente el presidente, el gobernador y el intendente nos contesten lo mismo: “Perdón, pero no tenemos plata”.