En el último año el precio de exportación (FOB) del aceite de soja estadounidense se separó de manera brutal de las cotizaciones del producto originado en Sudamérica. ¿Cuál es la razón de semejante brecha? ¿Mejoró notablemente la calidad del aceite de soja estadounidense? Nada que ver: se trata del mismo commodity que el presente en Brasil y Argentina.
La respuesta está en una política de EE.UU. instrumentada con el propósito de “descarbonizar” la matriz económica de esa nación y asegurar la soberanía energética,, lo que está provocando un aumento sideral del consumo interno de aceite de soja.
El Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) proyecta que en el ciclo 2022/23 el consumo de aceite de soja en EE.UU. sería de 11,75 millones de toneladas, una cifra 4,3% y 11,0% superior a la registrada una y dos campañas atrás.
La mayor parte del crecimiento del consumo de aceite de soja en EE.UU. se explica por la producción de biodiésel convencional y la de HVO (Hydrotreated Vegetable Oil), un combustible elaborado con aceites o grasas hidrotratadas que tiene la enorme ventaja de que puede usarse prácticamente al 100% sin necesidad de cambiar los motores de los automóviles o camiones.
“En EE.UU. se están realizando importantes adaptaciones de grandes refinerías de petróleo para convertirlas en plantas de elaboración de HVO, mayormente con aceite de soja. Esto se realiza con el amparo de una serie de subsidios muy importantes, donde destacan los llamados RIN (Renewable Identification Numbers), que permitieron reducir el precio de venta al consumo debido a su alto costo de elaboración. Estos subsidios afectan favorablemente el precio final del HVO, haciéndolo competitivo con el diésel fósil”, explica un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
“Con este contexto de fuerte subsidio a la actividad, la producción de HVO en EE.UU. creció un 88% entre enero y septiembre del 2022 respecto al mismo período del 2021. Más aún, la producción en los primeros nueve meses del año pasado supera a la de todo el 2021”, añade.
La necesidad de contar con una mayor disponibilidad de aceite de soja viene de la mano tanto de la construcción de nuevas plantas de procesamiento de la oleaginosa como de la ampliación de las ya existentes.
“De acuerdo con datos de la Asociación de Soja de EE.UU. (American Soybean Association), actualmente se han anunciado tres plantas nuevas de procesamiento de soja y diez expansiones de plantas ya existentes en EE.UU. De cumplirse las fechas de inauguración y fin de expansión anunciadas, llegaríamos a 2026 con una capacidad instalada de 84,3 millones de toneladas en esa nación, una suba del 35% en cinco años”, apunta el informe.
Pero, claro, por cada tonelada de aceite de soja que produzca EE.UU., la contraparte de ese proceso será la obtención de cuatro toneladas de harina de soja, la mayor parte de las cuales, seguramente, se destinarán al mercado externo para competir fuerte con las colocaciones realizadas por Argentina, país que es, por el momento, el mayor exportador mundial del producto
La BCR advierte que el crecimiento de la producción y exportación de harina de soja por parte de EE.UU. podría generar una sobreoferta del producto en el mercado mundial que deprimiría los precios FOB del mismo para “debilitar la ya de por sí la compleja situación de las cuentas externas argentinas”.
La cuestión es que, a diferencia del poroto de soja, que puede colocarse sin problemas en China, la nación asiática no importa harina de soja porque prefiere mantener el control del procesamiento interno de soja. Eso implica, precisamente, que el principal producto de exportación argentino pasaría a estar en verdaderos problemas (y con él todo el país porque se trata además de la principal fuente generadora de divisas en la actual coyuntura).
Por tales motivos, el fenómeno detrás de la importante suba del aceite de soja en EE.UU. representa una amenaza directa contra la viabilidad de la Argentina. ¿Se trata de algo terminal? Por supuesto que no. Para contrarrestar esa amenaza sería factible promover fuentes alternativas de generación de divisas (hidrocarburos, litio, informática, turismo, etcétera) e implementar un Tratado de Libre de Comercio (TLC) con China, tal como está instrumentando Uruguay. Pero para eso sería necesario cambiar completamente el actual modelo económico argentino por otro muy diferente. Y probablemente también a la mayor parte de la corporación política actual por otra.
Renewable diesel continues to take the US by storm, with nearly 700 million bushels of added annual crush capacity announced the past few years.
The map below probably needs a few tweaks, but you get the point.
The face of US #soybeans demand is changing right before our eyes. pic.twitter.com/g12CdAPYGp
— Susan Stroud (@SusanNOBULL) January 2, 2023
Aceite de soja: Cómo el gran negocio de hoy puede transformarse en el desastre de mañana