En América Latina el repunte de la inversión extranjera directa (IED) alcanzó valores récord en 2022 con una cifra de 224.579 millones de dólares, un 55% más que en 2021 y el máximo valor desde que se lleva registro.
Brasil fue el principal país receptor de la región (con un 41% del total), seguido por México (17%), Chile (9,3%), Colombia (7,5%), Perú (4,8%) y Uruguay (4,2%), según indica un documento que acaba de publicar la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Argentina, con una IED de 15.408 millones de dólares en 2022, representó un 6,9% del total regional, aunque ese dato no es comparable con el del resto de las naciones latinoamericanas porque el 37% de la inversión externa se explica por “reinversión de utilidades”, algo que se hace forzosamente en la Argentina, dado que el giro de utilidades al exterior es regulado y en su mayor parte bloqueado por el gobierno nacional desde fines de 2019.
De todas maneras, aún quitando el monto correspondiente a las reinversiones forzosas de utilidades, la cifra de inversiones extranjeras recibidas por la Argentina el año pasado resulta abultada en función del complicado contexto económico del país.
Eso se explica, en gran medida, por el flujo de capitales externos que están ingresando para desarrollar yacimientos de litio en el norte argentino, dado que el país es una de las pocas naciones del mundo que cuenta con abundantes recursos de ese elemento indispensable para fabricar baterías.
El informe de la Cepal destaca que en 2022 el productor chino más grande de compuestos de litio, Ganfeng Lithium Co., adquirió por 962 millones de dólares la compañía Lithea Inc., que posee derechos de uso de lagos de sal de litio en la provincia de Salta, mientras que la australiana Rio Tinto compró por 825 millones de dólares el proyecto de litio salteño Rincón.
Otro factor detrás del número de IED es el talento argentino para desarrollar innovaciones y emprendimientos tecnológicos. Al respecto, la operación más destacada en 2022 correspondió a la venta de Technisys, dedicada a construir infraestructura de banca digital, a la estadounidense SoFi Technologies por 1100 millones de dólares (dinero que, si bien figura en términos estadísticos, en los hechos es virtual porque no ingresó al territorio argentino).
La noticia, sin embargo, es auspiciosa porque, a pesar de las restricciones oficiales que impiden el crecimiento de IED –con el cepo cambiario a la cabeza–, lo que sucedió en 2022 es una pequeña muestra del potencial presente en el sector minero y tecnológico argentino, el cual, con las condiciones adecuadas, podría aspirar a generar un volumen neto equivalente a la mitad del aportado actualmente el agroindustrial.
Si tales sectores lograran finalmente desarrollarse, la suerte de la economía argentina no quedaría sujeta a la evolución de una campaña agrícola y podría sortear con mucha mayor holgura situaciones como las generadas por la sequía ocurrida en 2022/23.
Un gráfico brutal y definitivo para entender cómo la Argentina no puede existir sin el campo