En lo que va del presente año la capacidad ociosa de la industria argentina procesadora de soja alcanza un nivel del 46%, tres puntos superior al 43% registrado en 2020 y muy lejos de los niveles presentes en años anteriores.
Las inversiones realizadas por las compañías aceiteras crecieron de manera significativa en la última década en línea con el aumento de la producción argentina de soja, pero luego de registrar un máximo histórico en el ciclo 2014/15, desde entonces el volumen de las cosechas de la oleaginosa comenzaron a descender.
A fines de 2015, una de las primeras medidas tomadas por el presidente Mauricio Macri fue la eliminación de impuestos y cupos de exportación de maíz, que habían sido implementados durante las dos gestiones de Cristina Fernández de Kirchner para desincentivar siembras del cereal.
Pero el notable crecimiento del área de maíz ocurrido desde 2016 se hizo sobre buena parte del área antes destinada a la soja de primera, porque el cultivo oleaginoso siguió siendo castigado con una elevada carga tributaria que restringió su expansión fundamentalmente en zonas extrapampeanas.
Para compensar esa reducción de oferta, a comienzos de 2016 la gestión de Macri habilitó nuevamente la importación de soja –fundamentalmente proveniente de Paraguay– en el marco del régimen de admisión temporaria. Pero, de alguna manera, ya era tarde.
En 2009 Fernández de Kirchner bloqueó el ingreso de soja del exterior. Las autoridades paraguayas, si bien en un principio presentaron quejas ante tal medida, con el tiempo comprendieron que la misma resultó beneficiosa porque, gracias al bloqueo argentino, se realizaron importantes inversiones que permitieron industrializar buena parte de la producción local de soja que antes se exportaba sin procesar.
Mientras que en la Argentina la producción de soja decreció, en Brasil, donde no existen los derechos de exportación que inhabilitan la viabilidad económica del cultivo en las zonas alejadas de los puertos, las cosechas siguieron creciendo año tras año.
En ese marco, la capacidad industrial de las empresas argentinas dedicadas a procesar a soja quedó sobredimensionada, fenómeno que se agrava en campañas en las cuales –como la presente– la producción sufre recortes por adversidades climáticas.