Una decisión implementada por el ministro de Economía Luis Caputo hizo perder a la Argentina muchísimos dólares que resultan más que indispensables en la actual coyuntura, además de promover problemas comerciales en el ámbito del sector agroindustrial.
La medida en cuestión fue la conservación de un régimen creado por su antecesor, Sergio Massa, denominado informalmente “dólar exportador”, por medio del cual se permite liquidar una proporción de lo generado por las exportaciones de bienes y servicios en el exterior al tipo de cambio “contado con liquidación”, mientras que otra porción debe ingresar al mercado argentino al tipo de cambio artificial fijado por el Estado nacional.
Ese artilugio, que durante la gestión de Massa inicialmente fue recibido como una bocanada de oxígeno cambiario en un entorno de ultra-intervención económica, ya había perdido todo poder de fuego cuando Caputo asumió cargo y decidió mantener el mecanismo el pasado 13 de diciembre.
En los hechos, el “dólar exportador” funciona como un incentivo para evitar la comercialización de granos por medio de forwards, una herramienta tradicional en el mercado agrícola argentino para que los productores vendan por anticipado sus cosechas y fijen precios de venta.
El último dato oficial disponible indica que al pasado 24 de enero la demanda (industria + exportación) había comprado 5,10 millones de toneladas de soja 2023/24, una cifra equivalente al 10,8% de una cosecha probable de 47 millones de toneladas.
En la campaña 2021/22 (la 2022/23 no es comparable por el desastre climático) para esta misma fecha la demanda había comprado 6,32 millones de toneladas de soja con una cosecha nacional que finalmente terminó siendo de 43,3 millones. Es decir: una proporción del 14,5%.
El problema no es lo poco que se vendió en términos relativos, sino que esa tendencia se potencie en los próximos meses y los exportadores de poroto y harina de soja se encuentren con la cosecha “en las narices” y no puedan realizar una planificación logística acorde al volumen de la producción que viene en camino.
Si bien la soja constituye el mayor desafío, el inconveniente abarca a todos los demás cultivos, ya que la comercialización anticipada vía forwards de la cosecha gruesa 2023/24 se viene haciendo a “cuentagotas”. En el caso del maíz, por ejemplo, lo vendido al 24 de enero sumaba 9,83 millones de toneladas versus 14,8 millones en la misma fecha de 2022. Y con una cosecha del cereal que muy probablemente será sustancialmente mayor.
Este jueves los integrantes de las cuatro cadenas –tres de los cuales son empresarios agrícolas– organizaron una reunión en formato virtual con el propósito de hacer un llamado de atención al respecto y buscar alternativas para poder incorporar el tipo de cambio “dólar exportador” tanto en los forwards como en los contratos del Matba Rofex (aunque en este último caso la cuestión es bastante compleja al tratarse de un mercado institucionalizado).
A la reunión coordinada por Rodolfo Rossi (AcSoja), Martín Biscaisaque (Argentrigo), Juan Martín Salas Oyarzún (Asagir) y Federico Zerboni (Maizar), faltaron los representantes de los sectores exportadores, lo que muestra que se trata de un tema ríspido que prefieren no abordar en ámbitos sectoriales.
La noticia es que, tal como está contenido en un documento oficial del FMI, Caputo planea mantener el esquema del “dólar exportador” al menos hasta mediados del presente año, con lo cual la preferencia por cosechar, almacenar y vender sólo lo necesario en el mercado disponible podría transformarse en la regla general a medida que comiencen a ingresar las partidas de soja y maíz.
Tal escenario, además de promover muchos dolores de cabeza en términos logísticos –gestionar el ingreso de un buque granelero a un puerto es algo que se hace con varias semanas o incluso meses de anticipación–, representa un perjuicio económico para el país porque se pierden divisas al “divino botón”.
Con un mercado bajista en commodities agrícolas, cada semana que pasa sin que los productores fijen ventas y, por extensión, los exportadores puedan hacer lo mismo al disponer de la promesa de entrega de mercadería, se van “evaporando” divisas, algo que seguramente no sucedería si los productores pudiesen acceder al tipo de cambio regulado versión premium, es decir, el “dólar exportador”.
Como, al momento de vender forwards, tales contratos establecen que deben liquidarse al tipo de cambio comprador Banco Nación (BNA), entonces eso implica que los productores que opten por esa herramienta acceden al tipo de cambio regulado versión estándar, es decir, el “dólar forward”.
La alternativa, claro, es vender nada o lo menos posible por adelantado y esperar a ver qué pasa en el disponible, aunque eso en términos logísticos implique gestionar la mercadería como un país africano, con el costo económico, cambiario y relacional que tal situación implica.
Esta claro que Caputo y equipo no pueden hacer magia con el desastre monumental heredado del gobierno de Alberto, Cristina y Sergio. Pero tampoco tiene sentido, en la actual coyuntura argentina, perder dólares de una manera tan estúpida.