La política agropecuaria del gobierno nacional no deja de ofrecer sorpresas. Después de enviar la semana pasada a un grupo equivocado un mensaje de WhatsApp que confirmaba que la decisión final sobre el cepo a la exportación de carne no surgía de un análisis técnico sino de las necesidades políticas fijadas por Máximo Kirchner, el secretario de Agricultura de la Nación, Jorge Solmi, afirmó que los productores argentinos necesitan políticas de Estado que reduzcan las dosis de incertidumbre. Y se comprometió a trabajar en ellas con la oposición, ni bien pase el tiempo de elecciones.
Al inaugurar en la ciudad de Marcos Juárez el primer Congreso de la Producción Agroindustrial Argentina, Solmi habló como si fuera el secretario de Agricultura de un país muy distinto a la Argentina, con un gobierno muy diferente del que encabezan Alberto Fernández y Cristina Kirchner, la madre de Máximo, quienes suelen enfrentar a las entidades rurales y toman decisiones contrarias a los intereses del sector agropecuario, como, por ejemplo, cerrar las exportaciones de carne vacuna.
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En ese país imaginario no se aplican retenciones a la exportación de los productos del campo, no se intervienen mercados, no se sancionan leyes que debilitan la producción de los biocombustibles o simplemente no se cambian las reglas de juego de modo permanente. Tampoco se destrata al sector productivo.
El funcionario incluso remarcó que en ese país deseable “se requieren políticas claras y una conducción firme de la política agropecuaria, porque nadie invierte en algo que le es adverso y en lo que desconfía”.
Pero este “Agro Man” criollo, de todos modos, no pudo volar demasiado alto. Es que el ministro de Agricultura y Ganadería de la provincia de Córdoba, Sergio Busso, habló luego de Solmi y recordó con suma crudeza que el gobierno de Alberto y Cristina aplica altas retenciones, cierra las exportaciones de carne, involuciona en materia de biocombustibles y otros etcéteras. Es decir, que hace casi todo lo que el propio Solmi deslizó que no había que hacer.
“El sector ha sido maltratado muchas veces. Hay opiniones públicas que han acusado a los productores de muchas cosas. Nosotros en Córdoba consideramos en cambio que al productor hay que protegerlo. Pero para eso hay que reconocerlo antes. Y después, en la medida de lo posible, hay que estimularlo”, declaró el ministro agropecuario de la provincia gobernada por Juan Schiaretti.
No es la primera vez que Córdoba toma distancia de las políticas camperas del Frente de Todos, pero nunca las diferencias quedaron tan expuestas como en este episodio. Lo más curioso, sin embargo, es que el propio Solmi parecía estar -deseoso de volar- más alineado con estos conceptos que con las políticas agropecuarias que finalmente deciden Máximo Kirchner, La Cámpora, el Instituto Patria y la mar en coche.
Ex dirigente de la Federación Agraria, productor de Pergamino, adherente de la corriente que lidera Sergio Massa, Solmi integra desde marzo pasado la gestión nacional. Sus vocaciones de “Agro Man” serían muy útiles en otro contexto, pero no parecen servir de mucho en la antesala de una nueva protesta de la Mesa de Enlace contra el cepo a las exportaciones de carne y otras políticas anti campo alentadas desde el kirchnerismo.
El secretario de Agricultura, por ejemplo, contrastó con la opinión de muchos economistas que afirman con frecuencia que el campo produce y exporta con poco valor agregado. Explicó que todo el proceso productivo viene asociado a mucha tecnología y que de él depende la industria de la maquinaria agrícola. “El agro agrega valor para adelante, pero también para atrás. Y ese agregado de valor es más importante cuando sucede en localidades de como ésta”, indicó en referencia a Marcos Juárez. Luego Busso le recordaría que de esta zona se fueron 500 millones de dólares por retenciones y que es dinero que nunca regresa.
El funcionario nacional prometió el apoyo de Massa y del oficialismo en la Cámara de Diputados para aprobar la ley que promueve la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (Cafma) destinada a reconocer la “identidad nacional” de los equipos producidos en el país (diferenciándolos de los ensamblados con mayoría de componentes importados) y establecer así políticas crediticias e impositivas diferenciales.
“Es tradicional en cualquier país que la maquinaria nacional tenga el apoyo del Estado en financiamiento”, indicó Solmi sobre lo que debería suceder, pero que no sucede. Fue el comienzo de una serie de confesiones de lo que le gustaría a este “Agro Man” criollo que pase, pero no pasa.
Por caso, dijo que el gobierno trabaja para lograr una cosecha de 200 millones de toneladas de granos y que ya este año hubo una cosecha récord de maíz de 60,5 millones de toneladas. Allí elogió a los productores porque “para poder cosechar ese maíz, hemos invertido 8500 millones de dólares”.
El mismo elogio a la inversión de los chacareros desparramó al hablar de la próxima cosecha de granos finos (trigo y cebada), que estimó sería de 20 millones de toneladas. “No es gratis, los productores hemos invertido 4500 millones de dólares”, repitió.
“Estos números que les estoy contando se transforman en el motor de desarrollo del interior, que sale del interior y llega a las grandes ciudades”, afirmó Solmi, dando por sentado el efecto multiplicador de las actividades agropecuarias en el resto de la economía.
Fue ahí que el secretario nacional reconoció que resta definir una política agropecuaria que le brinde mayor seguridad a los productores. “Tenemos el desafío de seguir hacia el camino de la reducción de la incertidumbre. Muchas veces leemos que hay desánimo e incertidumbre, que puede suceder tal o cual cosa con los precios internacionales o con las retenciones a nivel local”, afirmó, dando la razón a quienes reclaman políticas estatales que sean previsibles. Por cierto, en diciembre vence el actual esquema de retenciones y no hay indicios de cómo seguirá. Los productores, mientras tanto, se preparan para sembrar cultivos que cosecharán recién el año que viene.
En este aspecto, el funcionario nacional avisó que “vamos a retomar después de las elecciones una mesa de negociaciones con la oposición” para formular esas políticas de Estado que demanda el sector productivo.
Incluso reconoció que “tenemos pendiente la ley presentada por el Consejo Agroalimentario Argentino, que está en la agenda inmediata de trabajo y nos va a permitir reestructurar la carga impositiva” que pesa sobre el sector.
“Agro Man” levantó vuelo, se entusiasmó. Afirmó que “estamos ejecutando un plan ganadero que es de largo plazo” y que permitirá incrementar la producción de carne vacuna levantando los índices de destete y el peso promedio de faena de los animales. “Estos proyectos van hermanados con cuestiones financieras y fiscales, por lo que tenemos que hacer un trabajo adulto y serio entre la oposición y el oficialismo”, determinó.
Luego subió Busso al escenario y se terminó la ilusión del vuelo. El ministro cordobés le recordó a Solmi que formaba parte de una administración que hacía con el campo todo lo contrario a lo que él proclamaba que había que hacer.
“Bajo ningún punto de vista uno puede decir que toma a la agroindustria seriamente si toma medidas en el sentido contrario”, resumió, cortándole las alas a nuestro superhéroe vernáculo.