Las cooperativas han probado ser una figura clave en el desarrollo local, no solo por su territorialidad, escala y diversidad de productos y servicios ofrecidos, sino porque han sido parte de la resistencia de muchos productores medianos y chicos, que frente a la concentración económica son cada vez menos. ¿Pero siguen hoy siendo atractivas por esas mismas razones? ¿Qué hay de útil en integrar una de ellas?
“Muchas de las cooperativas nacieron en momentos malos, germinaron en crisis”, definió el economista David Miazzo, en el marco del último Congreso Internacional de Coninagro, en conversación con Bichos de Campo.
“El sentido que tiene una cooperativa centralmente es el de darle a los productores más chicos lo que su tamaño no les permite: escala, poder de negociación, acceso al crédito, precios. En torno a eso es que, en general, los productores han construido las cooperativas y las cooperativas tratan de darle servicios”, explicó a continuación.
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Ese problema de escala no solo supone, por ejemplo, mayores costos a cubrir, sino incluso serios problemas de acceso al crédito, que una cooperativa formalizada puede obtener más fácilmente.
“Una cooperativa que tiene su facturación al día, que tiene cierto tamaño, puede acceder mucho mejor a financiación que los productores en forma independiente. Son problemas que el cooperativismo o asociativismo tratan de resolver”, señaló Miazzo.
Esto queda de manifiesto especialmente en las economías regionales, que han podido, en el seno de este modelo, avanzar hacia procesos de industrialización a paso firme, para dejar de ofrecer solamente materias primas. Tal es el caso de la elaboración de jugos concentrados, vinos, procesamiento de frutas, producción de alimentos balanceados, entre muchos otros.
Ese agregado de valor, que involucra gran inversión en infraestructura, puede volverse cuesta arriba para planteos de productores pequeños.
Y en este marco, la territorialidad y federalismo que muestran muchas cooperativas adquieren especial relevancia.
“Las cooperativas se inician en las bases, en esos lugares lejanos donde muchas veces no llegaba el resto del sector privado con algún servicio. Y surgió esa necesidad de hacerse cargo de parte de los propios productores. En Coninagro, las Federaciones, los ACA, las Fecovitas aglomeran a todas esas cooperativas y le terminan de dar la escala, permitiéndoles incluso competir con los grandes jugadores multinacionales de par a par”, analizó el economista.
¿Poseen entonces un rol importante dentro del PBI? Para Miazzo sí, aunque no tanto en términos de volumen productivo sino de cantidad de productores nucleados, sobre todo dentro de las economías regionales.
En esto no hay que perder de vista que muchos de esos sectores son los que mayores y recurrentes crisis enfrentan, y es ahí donde las cooperativas también cobran protagonismo.
-¿Sigue siendo rentable para un productor asociarse a una cooperativa en este escenario económico, donde muchas producciones acusan situaciones no tan estables? ¿Las cooperativas están bien económicamente?- le peguntamos a Miazzo.
-Hay de todo, pero en general las cooperativas siguen la idiosincrasia de los productores, que son más bien conservadores, y no se sobreapalancan, no se sobreendeudan, cuando se tienen que achicar se achican. A pesar de que por ahí la situación no es buena, las cooperativas siguen estando y siguen teniendo cierta salud. Obviamente hay momentos en que están mucho más complicadas cuando el contexto claramente no acompaña pero, como decíamos, germinan en las crisis. Cuando más problemas hay es cuando más sentido tienen. Si el riesgo es mayor, estar integrado en toda la cadena permite de alguna manera reducir esa exposición al riesgo.