Nació en Bahía Blanca, pero deambuló de sur a norte acompañando los traslados de su padre, ingeniero mecánico que trabajó primero en la Marina (le tocó estar en la sala de máquinas del hundido ARA General Belgrano aquel fatídico día) y después en la industria petrolera. Ser agrónoma fue un gran desafío. Paola Díaz, es ingeniera agrónoma, directora del Programa Prospectiva de Aapresid (hasta el 8 de agosto, cuando tomará la posta Carolina Meiller), que está atravesando hasta el viernes un nuevo Congreso, este año, bajo el lema “Código abierto”.
“Cuando entré a la universidad era muy raro ver una mujer agrónoma, mi papá no quería saber nada, ´ya se te va a pasar´ me decía, pero mi mamá me acompañó a anotarme y arranqué”, contó Paola en un nuevo capítulo de El podcast de tu vida (el 126 estrenado el 25 de julio).
Ushuaia, Puerto Belgrano, Cipolletti y Tartagal, son algunas de las ciudades en las que vivieron. 1982 fue un año difícil, ya que su padre es uno de los 770 sobrevivientes al hundimiento del General Belgrano donde hubo 323 muertos. Es interesante lo que cuenta de cómo vivieron aquel momento, sin saber si su padre estaba vivo o muerto y lo que vino después.
Habla de gustos musicales, de viajes en el tiempo, lugares en medio de la montaña para despejarse y de hockey, deporte que jugó desde niña hasta pasados los 40 años. “Disfruté mucho de lo social y los aprendizajes para la vida que me dio el deporte”, contó. Pasen y lean…
-Contame de tu infancia, tu adolescencia, ¿Dónde fue? ¿Haciendo qué?
-Nací en Bahía Blanca, que fue el primer traslado de mi papá, que recibido de ingeniero mecánico empezó a trabajar en la Marina. Mi mamá y papá son de Buenos Aires, ahí nació mi hermano dos años mayor. Yo estuve hasta los tres años en Bahía Blanca. Y después nos fuimos a Ushuaia, donde hice el jardín y después nos trasladaron a la Base Naval Puerto Belgrano (cerca de la ciudad de Punta Alta), que es donde más recuerdos tengo, porque hice la primaria. Una vida muy linda. Después, post hundimiento del Belgrano, después de haberse salvado, mi papá dejó la Marina y empezó a trabajar en la industria del petróleo y el gas y nos mudamos a Cipolletti y después a Tartagal, Salta, donde hice la secundaria. Si, otro trabajo donde lo trasladaban. Después viene la época de estudiante universitaria y mis padres me propusieron que vaya a Córdoba porque era el centro del país y quedaría equidistante por si los trasladaban de nuevo al sur.
-Volvamos para atrás, ¿Qué te acordás haciendo de chica? Ponele la época de Puerto Belgrano.
-Mi mamá a los 4 años ya me mandaba a natación. Y empecé de chica a jugar al hockey, 6-7 años. Fue una infancia muy libre. Porque andaba suelta, con amigos. Una libertad total, con mucha seguridad.
-Quiero llevarte ahora al año 1982, cuando fue el hundimiento del ARA General Belgrano, en donde tu padre era jefe de máquinas y se salva. ¿Qué pudiste reponer de aquel momento? ¿Qué te acordás?
-Yo me acuerdo del momento en el que me di cuenta de lo que estaba pasando. Pero voy a recapitular cómo fue. Lo primero que te digo es que admiro de mis viejos un montón de cosas, entre ellas, la fortaleza de mi papá, y lo que siempre nos enseñó para salir adelante, ese instinto de supervivencia que le quedó. Pero también rescato la fortaleza de mi mamá, porque nosotros estuvimos dos días sin saber si mi papá estaba vivo o no. En ese momento las comunicaciones no eran como ahora. Mi mamá siempre cuenta que el ARA se hundió un 2 de mayo a las cuatro de la tarde más o menos, y ella no nos dejó escuchar nunca esa noticia, se la bancó sola hasta que un día. Yo estaba con mi hermano mirando dibujos animados en la casa de unos amigos y cortaron la transmisión hablando del hundimiento. Habían pasado ya dos días, y mi mamá se la había bancado porque no teníamos noticias de si mi papá estaba vivió o no. Publicaban en las listas del hospital los sobrevivientes y mi papá no aparecía hasta que el 4 a la tarde apareció en una lista y vino alguien a los gritos a decirle. Claro, lo otro, después fue saber cómo estaba, porque había heridos graves.
-¿Pudiste hablar con tu papá algo de todo esto que vivió?
-Por suerte no le pasó nada físico. Yo a veces cuento la anécdota de humor negro que él, cuando llegó, se bajó rengueando, y mi mamá se asustó pensando que le había pasado algo y cuando se nos acerca dice: ‘me dieron dos números menos de zapatillas’. Y durante todos estos años, mi papá va a cumplir ahora 80 años, siempre que le pregunté, me dijo que era su trabajo. Nunca se victimizó ni le dio tanta importancia. Yo creo eso es lo que él se dijo a sí mismo para no preocuparnos. Pero cuando se cumplieron los 40 años, en 2022, empezó a hablar más del tema y siento que cayó un poco más de todo lo que había pasado. Es bravo escuchar las historias porque me estoy enterando ahora y me pongo en su lugar y digo ¿cómo hizo?
-Si, las cosas que debe haber visto, que te quedan en la cabeza. Aparte, en una época, hace más de 40 años, la psicología no estaba como paraguas contenedor, menos en un hombre de aquella época…
-Tal cual. ¡Menos en alguien entrenado como militar! El estaba varias cubiertas abajo cuando sucedió el impacto y tuvo que salir en la oscuridad, y para saltar a las balsas. Nunca me atreví a preguntar tanto, pero cuando escucho que habla con amigos de esa época, creo que lo más duro fue qué dejó y qué vio en ese camino para salvarse el.
-Te cambio de tema, llegó el momento de estudiar. ¿Por qué elegiste agronomía? ¿Era tu plan a? ¿Tenías plan b? Porque vos no venías de una familia del palo rural.
-No, nada que ver. Y vos pensá que en aquellos años, era muy raro para una mujer, ser agrónoma. De todos modos, creo que ya cuando tenía 10 años le dije a mi mamá que quería ser agrónoma. Porque mi abuela paterna vivía en un poblado que se llama Salado, en Catamarca, y nosotros viajábamos todos los veranos a pasar las vacaciones. Ahí tenía mucho contacto con los animales, iba a viñedos, olivares. Y yo veía que en un pueblo tan chico, podían salir adelante con tan poco. Siempre la producción de alimentos me llamó la atención. Y sabía que los agrónomos se ocupaban de eso.
-¿Y qué te decían en casa?
-Cuando yo lo decía a esa edad que quería ser agrónoma mi papá me decía, “pero noooo, después se te va a pasar”. Pero bueno, después ya en la secundaria lo seguía diciendo y él me decía, “¿pero qué vas a hacer? ¿una mujer manejando un tractor? El me decía estudiá farmacia, abogacía, yo te ayudo, pero agronomía no. Y bueno, fue una lucha. Mi mamá dijo “dejala que haga lo que quiera”, y me acompañó a anotarme. Era el año 1995. Pero bueno, era lo que me gustaba y me animé a estudiarlo.
-¿Cómo te ha ido siendo mujer laburando en el campo?
-Siempre me viene el recuerdo de mi papá. “No te victimices”. Yo me recibí en 2002 y éramos muy, pero muy pocas agrónomas en Córdoba. Me costó bastante porque a mí me gustaba todo lo de campo, no trabajo de oficina, pero no tenía vínculo con el campo y priorizaban en ese momento a los hombres. Mi sueño era, si yo puedo asesorar a un productor y que le vaya mejor de lo que va produciendo alimentos, para mí, ya está cumplida la misión. Me acuerdo de haber salido en colectivo a los pueblos, a los distribuidores, a repartir currículums, y me he chocado bastante. “No tenés experiencia, sos mujer, no venís de campo, ¿vos te pensás que un productor te va a recibir en su campo para que le digas lo que tiene que hacer?”. Así tuve unas cuantas hasta que alguien me dio la oportunidad.
-¿Qué te gusta de lo que hacés hoy? ¿Qué es lo que más disfrutás?
-A mí me gusta mucho el relacionamiento con el productor, o ir a una charla o reunión, saber que voy a poder ayudar a alguien o escuchar y aprender de alguien.
-Te hago una pregunta del Congreso Aapresid. ¿Qué pensaron para este año? ¿Cómo llegaron al lema “Código abierto”?
-Cuando encontramos “Código Abierto” fue unánime porque pensamos en cómo construir todo esto que se nos viene, ¿es el productor solo? ¿es la empresa? ¿es el investigador? No. Lo importante es el aporte de todas las partes. Creo es un congreso que invita a muchas partes, sean los que están cerca de la producción y más lejos también.
-Bueno, llegamos al pin-pong, jugaste hockey desde los 6-7 años ¡hasta los 42! Bien ahí. ¿Qué ha sido el deporte en tu vida?
-Vos sabés que me di cuenta cuando terminé de jugar al hockey que no me gustaba mucho el juego en sí. Que se yo, me salía bien, me iba bien, tenía amigas. Me sirvió mucho y lo capitalicé. Convivir en equipo, ser uno más, los equipos te ubican. El hockey para mí fue eso, me enseñó a ser más humilde, no pasar por arriba de nadie, te alecciona porque a veces te pasan por arriba a vos. Yo fui casi toda mi vida defensa, bastante rústica. Esa actitud de defender y que nadie pase, fue a lo largo de mi carrera clave. El hockey fue más un aprendizaje social y personal que deportivo.
-Series, películas. ¿Qué te gusta mirar?
-Me gustan mucho las películas basadas en hechos reales, como “El niño con el pijama a rayas”. Pero lo último que vi fue Blancanieves de Disney. Me gustan las películas de historias de Disney. Voy de un extremo a otro.
-¿Algún lugar que hayas conocido que te gustaría volver?
-Estoy pensando en volver a Machu Pichu, que lo hice con mis viejos hace varios años y me quedé con ganas de volver. Pero también, te puedo decir que siempre me gusta volver a Pampa de Achala, donde en la época de estudiante hice un trabajo con los puesteros, gente que vive en medio de la nada, casas de piedra en las altas cumbres. Y suelo ir bastante a la casa de un amigo puestero porque ahí te das cuenta que se puede vivir bien y ser feliz con poco, en un lugar hermoso. Lo que me gusta de volver ahí es volver a la base. Me ayuda a poner en perspectiva.
-¿Música? ¿Qué te gusta escuchar?
-A mí me gusta mucho la música por épocas. Adele, Beyoncé, Alicia Keys. Pero después voy cambiando. Dua Lipa me gusta. Y si tengo que elegir alguna en particular, “Listen” de Beyonce, es una canción que siempre me impacta. Por la fuerza que le pone.
-Imaginate que estás vos, la que sos hoy, frente a la Paola de 17-18 años, que estaba arrancando a dar esos primeros pasos hacia la adultez. ¿Qué le dirías para ayudarla en el camino que vino después?
-Le diría que no tenga tanto miedo. Cuando empezaba agronomía, de si me iba a costar entrar en el campo siendo mujer; mucho miedo tuve durante toda la universidad, aunque la pasé bárbaro. Le diría que disfrute más y que tenga menos miedo.