Vamos a empezar por el final de la nota, cuando le digo a Pampa, mi último entrevistado, que en ningún momento de mi visita he sentido sensación de peligro y menos de encierro. “En ningún momento sentí que estaba dentro de una cárcel”, le digo. Es curioso de por si, porque estoy en medio de una prisión de máxima seguridad, la de Batán, y los que me reciben son presos que han cometido delitos graves y por eso pagan largas condenas.
Luego me percato de que miento, porque he sentido que estaba en una cárcel en dos ocasiones durante la visita de Bichos de Campo a Batán: al momento de ingresar y atravesar una serie de largos pasillos y pesadas rejas, y al momento de salir, el recorrer el camino inverso que me devolvería al exterior. En esos momentos nos piden que evitemos sacar fotos. Pero basta meterse un instante en internet para saber de qué se trata.
Pero en el medio, entre pasillo y pasillo, durante mi visita a Liberté, un sector de la prisión autogestionado por los propios presos, no me he sentido aprisionado en ningún momento.
Es lo que le digo a Pampa a modo de despedida: en ningún momento allí sentí que estaba en una cárcel.
¿Cómo es que llegamos los Bichos de Campo hasta allí, hasta Liberté? Pues porque también aquí la agricultura siempre hace de las suyas, como sucede también fuera del penal. La agricultura supone trabajo, paciencia, esfuerzo y conocimiento. Naturaleza. Y todo eso junto representa un cóctel llamado dignidad. En las personas que la practican funciona tanto adentro como afuera de los altísimos muros de Batán.
Adentro, en Liberté, entre muchas otras tareas este grupo de presos recurre a la producción agropecuaria como medio para llenar su vida de dignidad, además de obtener alimentos frescos. Y eso no es poca cosa si reparamos que sus vidas son vidas estropeadas por algún suceso indigno, un delito, que alteró sus sueños y los condenó a estar allí adentro, privados de su libertad.
Sin libertad pero con dignidad. ¿Es eso posible? Pampa es un convencido de que sí, y como líder y fundador de Liberté desde 2014, lucha denodadamente para que su organización -que entre otros logros fundó la única cooperativa integrada por presos y por víctimas de delitos, juntos-, pueda apalancar su propia dignidad y las de sus compañeros presidiarios. Le preguntamos:
-Liberté. Después vos me dirás si tengo razón o no, pero a mi me suena como una especie de espacio un poco más libre dentro del complejo penitenciario de máxima seguridad en la ciudad de Mar del Plata que es Batán. ¿Está bien definido?
-Sí, de hecho lo consideramos un espacio de libertad dentro de la cárcel, y por eso trabajamos, por eso luchamos.
Mirá la entrevista completa:
-¿Cómo surgió Liberté? ¿Qué es Liberté?
-Liberté arranca como un emprendimiento productivo exclusivamente pensado para recuperar el derecho al trabajo. La realidad es que en 2014, en aquel momento, hoy también, salvo que dependas de tu familia, de una entidad de bien público o de otros presos, acá adentro te convertís en indigente.
-Esa es la imagen que tenemos de las cárceles reales. Esto no es el primer mundo, las series de Netflix. ¿Acá dentro sos indigente si no tenés una red que te mantenga?
-Claro, y el resultado final es que andes descalzo, porque cuando se te rompió el par de zapatillas, no hay más zapatillas. Y si se te rompió la remera, andas en cueros. No hay otra opción. O sea, la otra opción es la familia. Yo no quería ninguna de esas opciones y quería trabajar, que me dejaran trabajar para con lo que gane con ese trabajo poderme comprar todas esas cosas. Hablo en primera persona un ratito en 2014, que fue cuando presenté el proyecto.
-¿Te ocurrió a vos? Decidiste pelear por el derecho a tratar de generar las condiciones que la cárcel y el Estado no te estaban dando.
-Exacto, en vez de ponerme a reclamar, pedí cómo resolverlo. Me lo autorizaron. Y ya al otro día ya éramos dos, a la semana éramos ocho que queríamos lo mismo, al mes éramos quince, llegamos a ser doscientos en estos años. Hoy somos sesenta aproximadamente, pero siempre el objetivo fue ese. Hoy no estamos cumpliendo ese objetivo.
Pampa habla claro y preciso, sabe que debe aprovechar los minutos de esta entrevista para contar lo mejor de Liberté y dejar las contrariedades de lado. Quiere que el mensaje positivo trascienda afuera. En medio, nosotros logramos entender que el juez Mario Juliano, que alguna vez entendió que esta era una fórmula viable para ayudar a los presos a tener un tránsito digno por las cárceles, ya no está más entre nosotros, y que muchos otros funcionarios políticos, judiciales y penitenciarios han puesto obstáculos y pretenden volver a regímenes anteriores, donde la receta es solo palo y reja. De nuevo las series sobre cárceles. Para muchos pegar es divertido y la indignidad debe hacerse costumbre.
Sin zapatos, sin trabajo, sin comida, sin remera y sin dignidad.
“Aquello fue por necesidad. Yo necesitaba trabajar, generar mis recursos y mejorar mi comida incomible y la vestimenta, entre otras cosas. Después me di cuenta que la educación era necesaria también”, nos dirá Pampa.
-Para eventualmente, si recuperás la libertad, poder hacer algo útil y no volver a hacer una cagada…
-Tal cual, tal cual. Porque en la cárcel yo creo que en el modelo que existe hoy no no sirve para nada. Pero está. Entonces, ya que está, que sirva para algo, el mínimo es eso, que el tiempo que se transcurre en la cárcel sea con derechos. Como dice la ley, en realidad. Si los que vienen a la cárcel llegan por no cumplir con la ley, y acá adentro el Estado sigue sin cumplir la ley, nada tendría sentido. Entonces, luchamos para que se cumpla la ley. La ley lo que se restringe es la libertad ambulatoria. Para el resto no hay ninguna ley que diga no podés trabajar, no podés estudiar, no podés tener acceso a una comida digna, acceso a la salud. Entonces, con eso trabajamos.
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-¿Alguien coincidió con ustedes y lo permitió?
-En aquel momento recibimos un gran respaldo del servicio penitenciario, porque nos aprobaron algo que era recontra difícil. El jefe de aquel momento tenía esa visión, lo autorizó. Era el jefe de trabajo penitenciario, Miguel Magdalena, y lo nombro con nombre y apellido porque no ha tenido problema y contó la experiencia. Hoy jubilado. Fue una cadena de funcionarios penitenciarios que pensaban de la misma manera. Son los que hicieron todo el circuito y que la aprobación apareciera en una semana.
-¿La aprobación para qué? ¿Para constituir este espacio?
-Para constituir Liberté, taller Solidario Liberté, y poder entrar en materia prima, procesarla, producir y sacar lo producido afuera y venderla. Trabajar como harías con cualquier Pyme, pero desde aquí adentro. Entonces, en esa experiencia de varios años, las personas integrantes de Liberté aprendieron que existía el trabajo y para qué era. Tuvimos muchas personas que nunca trabajaron, siempre se dedicaron a robar. Acá encontraron que trabajando se podía ganar dinero, que con ese dinero se podían comprar cosas y, de hecho, sabían que cuando salían iban a buscar trabajo.
-¿También pudimos mejorar las condiciones de vida dentro del penal, eso que no garantizaba el propio Estado?
-Exacto, y a su vez mejorar la calidad de vida también a tu familia. ¿Por qué? Porque al preso que está hoy acá y la familia le tiene que traer mercadería, es plata que gasta, es algo menos que se están quedando ellos, para podérselo traer al que está acá adentro. En cambio, si el que está acá adentro trabaja y genera sus recursos, ya eso no se lo traen. Capaz que no alcance para darle dinero a la familia. Tal vez sí, tal vez no. Pero ya con que no tenga que traer un paquete de fideos, es un paquete de fideos más que esa familia tiene para su casa.
-Pero me parece que el valor no pasa tanto por la plata, sino por la la posibilidad de sentirse útil… productivo.
-Tal cual, la dignidad, la dignidad. Nosotros encontramos con una agrupación con la cual trabajamos mucho, que son víctimas del delito, un objetivo final, un sueño que lo dicen ellos y lo decimos nosotros, que es que las personas privadas de libertad, los presos y presas cuando salgan en libertad, ¿qué pretendemos que sean? ¿Ex delincuentes o o un ciudadano y una ciudadana más? Nosotros creemos que con trabajo, educación y deporte, y dignidad y derechos humanos, cuando salga va a ser un ciudadano más. Porque si mientras estás en la cárcel te quitan los derechos, capaz que le estás enseñando a esa persona que los derechos no existen. Nosotros trabajamos para eso y por eso hemos logrado reincidencia cero.
-¿Reincidencia cero? ¿En serio todos los que han pasado por esta experiencia no reinciden en el delito?
-Exacto, no han vuelto a la cárcel. Lo han medido con todos aquellos que han estado al menos un año en Liberté. No es algo mágico, no es que vinieron una semana, un mes. Han estado al menos un año, han participado en forma activa, en todas las actividades, en lo educativo, en deporte, en trabajo, han ayudado a otros. Esos no volvieron.
-¿O sea que te parece una experiencia replicable en en el resto de de establecimientos penitenciarios?
-De hecho, el Comité Nacional de Prevención de la Tortura nos declaró de interés nacional y sacó una publicación en el año 2020 o 2021, que instaba a que se replique el modelo en toda la Argentina. Es justamente un modelo para replicar, tanto en lo educativo, lo laboral sobre todo, y lo deportivo.
-Vos como preso empezás a generar tus propios recursos, con lo cual no te pueden decir que reclamás más recursos del un Estado deficitario que no te los puede dar.
-Tal cual, nos reclamamos. No sé si está bien o no reclamar, pero al menos generamos nosotros y así lo logramos todos estos tiempos.
-¿Y qué falta para que esto se multiplique?
-Seguimos encontrando que en el servicio penitenciario hay mucha variación, van cambiando las autoridades. Tuvimos mucho acompañamiento en el año 2020 cuando pusimos las unidades productivas más grandes de Liberté en marcha, que son el almacén y el restaurante, y tuvimos muchísimo acompañamiento.
En este extraño espacio carcelario, en efecto, llegó a funcionar todos los días un restaurante llamado “Punto de Paz”, donde nunca hubo una pelea entre presos y donde podía ir a comer cualquiera. Se cocinaba de todo, usando también los recursos de la huerta. Funcionó también un almacén donde los reclusos hacían los pedidos vía WhatsApp y pagaban con transferencia. Ellos los proveían de distintos bienes y obligaron al almacén “oficial” de Batán a ofrecer muchos más productos, a precio más bajo y de mejor calidad.
Prosigue Pampa: “Ese movimiento generaba recursos, y con ellos creamos un fondo de apoyo a víctimas y generamos más unidades productivas y nos convertimos en una cooperativa, la primer cooperativa del mundo con el consejo de administración preso. No había ninguna cooperativa de esas características”.
-¿Con esa cooperativa generaban su propio trabajo y su propio recurso para autogestionar los negocios que que manejaban, como cualquier empresa?
-Tal cual. Hoy, de hecho, la cooperativa Liberté tiene un consejo de administración raro o especial. El presidente es un preso y la secretaria es una víctima. Diana Márquez es la presidenta de la agrupación Víctimas por la Paz
-¿Qué te dicen las víctimas? Porque debe ser más difícil el tránsito para ellos que para ustedes. Ustedes, la mayoría, deben estar arrepentidos de la cagada que se mandaron, pero a una víctima le resulta difícil perdonar…
-Sí, sí, es difícil, por ahí recomiendo leer el libro Víctimas por la Paz, donde están los relatos de varias víctimas que cuentan cómo es su experiencia, y explican por qué no piden más más castigo, muerte para los presos. Tampoco piden que los larguen, no. Lo que piden es que se cumpla la ley. Pero si el Estado que está castigando también está incumpliendo la ley… Las víctimas piensan eso, al menos las víctimas que conocemos nosotros.
-En todo caso, quienes son parte de la cooperativa creen que esta es una buena manera de reinsertar socialmente a quienes fueron sus victimarios.
-Sin lugar a duda, pero también tenemos experiencia con otras víctimas que no nos conocen tanto. Son experiencias que a nosotros también nos marcaron bastante. Cuando creamos el fondo de apoyo a víctimas, con los recursos que generamos, porque ganábamos dinero, invertíamos en un fondo de apoyo a víctimas creado por Liberté. Pero no manejábamos el dinero nosotros. Le propusimos a la Asociación Pensamiento Penal que manejara los fondos que nosotros dábamos. Nosotros lo único que hacíamos era poner el dinero, nada más. Pedimos que las víctimas no sean locales, que no sean de la gente de Liberté ni de la zona para evitar cualquier tipo de confusión. No los conocíamos.
Pampa cuenta que de una de esas charlas con las victimas que ayudaron surgió el eslogan de la agrupación: “construyendo esperanza en el mismísimo infierno”.
“Trabajando para construir esperanza acá adentro, nosotros nunca pensábamos que podríamos llegar a generar esperanza afuera. Nosotros habíamos ayudado a construir un pozo ciego en un refugio de mujeres víctimas de violencia de género en el conurbano bonaerense. Ellas se conectaron al zoom y nos dijeron que le estábamos dando esperanza, y ahí de ahí nos dimos cuenta que no solamente podíamos construir esperanza dentro del infierno sino fuera también”.
-¿Y la agricultura de qué sirve acá dentro?
-Acá ayuda a la salud mental. Creo que es fundamental la salud mental de las personas privadas de la libertad, ayuda a darle valor a las cosas, ayuda a darle valor al trabajo… El trabajo de la huerta, de la quinta, de lo agroecológico y de los animales es más duro, no digo que sea ni mejor ni peor, pero es más duro que la mayoría de los trabajos. Eso también le da valor y sobre todo la pertenencia, el saber que pusiste una pala, pusiste una semilla, salió una planta y la planta no se pierde, cosa que suele ocurrir en las cárceles, que el preso no logra ver el producto final. Acá sí, de punta a punta lo ve, y no solamente el quintero. Hay muchas huertas en muchas cárceles, pero esta es propia, se siente propia. Es autogestionada, estamos todos los días y como te decía, los integrantes de Liberté también gozan de esas verduras.
De eso hablaremos con otros presos y publicaremos otras notas en los próximos días. Por ahora, nos despedimos de Pampa que asombrosamente nos acompaña por los largos y penosos pasillos de Batán hasta la última reja que le cierre el paso y le recuerda que él también está preso y debe pagar por lo que hizo.
En su situación, muchos presos eligen seguir en un camino de violencia, otros solo gastan las horas mirando el techo y deprimidos, hay otros que se ocupan de su propia formación, muchos también se refugian en las religiones. Pampa eligió pelear desde hace una década por Liberté, un espacio autogestionado, donde de a ratos los presos pueden sentirse dignos y hasta libres. Porque el trabajo dignifica, no quedan duda. Y las tareas rurales son uno de los trabajos más dignos.