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Otra nota imprescindible de Roberto Casas para quienes todavía se sienten agrónomos y productores más que mineros: ¿Cuánto nos cuesta el proceso de erosión y degradación de los suelos?

Bichos de campo por Bichos de campo
2 noviembre, 2025

El ingeniero agrónomo Roberto R. Casas es director del Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua (PROSA-FECIC) además de integrante da la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria. Se desempeña además como docente universitario.

En Bichos de Campo venimos con mucho interés publicando varios artículos de su autoría vinculados a una temática que lo obsesiona y que debería preocupar mucho más a toda la comunidad agropecuaria: las políticas de cuidado del principal recurso que tiene la Argentina, que son sus suelos agrícolas y ganaderos.

En este caso, Casas no vuelve a advertir no solo del visible proceso de degradación de los mismos sino que realiza un cálculo del costo económico que tiene para la Argentina y sus productores no tomar conciencia, y casi naturalizar, el descuidado que se manifiesta con este recurso finito. 

Esta es la nota, nuevamente imprescindible de Casas:

Los sistemas agropecuarios basados en el uso del suelo constituyen la principal fuente de ingresos y el auténtico motor de la economía nacional. La situación consignada determina una presión creciente sobre el recurso suelo, que en general no recibe ni la atención ni los cuidados adecuados.
A lo largo de la historia agrícola en los sistemas pampeanos han alternado periodos de incremento de la vulnerabilidad de los suelos y el ambiente con periodos de ganancia en la calidad de los mismos. Las distintas situaciones tienen que ver con los conceptos de resiliencia y vulnerabilidad de los suelos, los cuales están íntimamente relacionados.
Hacia principios del siglo XX la agricultura se expandió sobre suelos vírgenes con elevados contenidos de materia orgánica y muy bien estructurados. Ello constituía un ámbito de alta resiliencia con elevado grado y velocidad de restauración de la calidad y función luego de ocurrido un disturbio. Es así que las labranzas con herramientas inadecuadas asociadas a sequías climáticas y quemazones de esa época inicialmente no impactaban negativamente en la capacidad productiva de los suelos en función de la elevada recuperación del sistema. 

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En las últimas décadas, los sistemas productivos en la Argentina han registrado un cambio hacia una agricultura más intensiva, con mayores rendimientos por unidad de superficie. En forma simultánea, la frontera agrícola se desplazó hacia zonas más frágiles, tradicionalmente mixtas o ganaderas, en muchos casos ocupadas por monte nativo, provocando un fuerte incremento de la vulnerabilidad de los suelos. 

En la actualidad, se estima que un 38% del territorio argentino está afectado por procesos de erosión hídrica y eólica, lo que representa unos 105 millones de hectáreas. Al analizar los datos globales de erosión hídrica y eólica producidos por FECIC correspondientes al año 2015, se observa un crecimiento del 73% respecto de 1990. Aunque se trata de estimaciones, lo cual implica la posibilidad de cierto margen de error, se observa un incremento muy importante de los procesos erosivos, que encienden señales de alerta sobre la sostenibilidad de los modelos productivos actuales.

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En el último cuarto de siglo, la erosión hídrica es la que más creció, con un incremento de 33 millones de hectáreas, mientras que el aumento de los procesos eólicos fue algo menor, aunque importante en términos absolutos: 9 millones de hectáreas más de suelos erosionados. Es importante señalar que el crecimiento de la erosión se registra en los grados ligero y moderado (pérdida inferior al 25 y 50% del horizonte superior del suelo, respectivamente) en alrededor de 40 millones de hectáreas, mientras que en los grados severo y grave (pérdida superior al 50% del horizonte superior) se mantuvo más estable.

Si bien lo deseable hubiera sido que la superficie de suelos erosionados no aumentara, se estaría a tiempo de actuar para que estos procesos ligeros y moderados no pasen a los grados superiores y afecten de manera irreversible la capacidad productiva de los suelos. 

En vastas regiones de la Argentina se observa una reactivación de los procesos de erosión del suelo, consecuencia de los cambios producidos en el uso del suelo (principalmente por desmonte y expansión de la frontera agrícola), la simplificación o falta de rotaciones y el sobrepastoreo en regiones secas.

En relación con las evaluaciones efectuadas en 1990 y 2015, los mayores incrementos de la erosión se verifican en las provincias de las regiones pampeana y patagónica. Los principales procesos de degradación del suelo y del ambiente para las distintas regiones del país son: erosión hídrica y eólica, compactación superficial y subsuperficial, disminución del carbono orgánico y del contenido de nutrientes, salinización, sodificación y desertificación.

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El costo de la erosión del suelo: Si bien las causas que determinan la disminución de la productividad de los suelos son múltiples e interactúan entre sí, algunas de ellas tienen una incidencia mayor que el resto. Estudios efectuados sobre suelos de un amplio sector afectado por erosión hídrica en el norte de la Provincia de Buenos Aires y sur de la Provincia de Santa Fe, permitieron establecer la relación entre diferentes parámetros edáficos y el rendimiento de cultivos de soja, trigo y maíz. Los resultados obtenidos muestran que los parámetros que mejor correlacionan con los rendimientos son la profundidad del horizonte argílico (horizonte más arcilloso), la tasa de erosión actual y los contenidos de materia orgánica y fósforo asimilable.

Para los cultivos de soja, trigo y maíz, el análisis de los grados de erosión del suelo en relación a la productividad, permiten concluir que el maíz y la soja son los cultivos más afectados por la erosión, ya que con un grado ligero pierden en promedio un 5% del rendimiento, mientras que para los grados moderado y severo la perdida de rendimiento se incrementa al 20 y 40% respectivamente.

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El cultivo de trigo es relativamente menos afectado por la erosión, siendo los valores promedio de disminución del rendimiento del 2%, 10% y 20 % para los grados ligero, moderado y severo de erosión, respectivamente. 

Ello representa para las zonas de la Región Pampean afectadas por erosión, una pérdida anual de alrededor del 22% de la producción, estimada en unos 1500 millones de dólares para los cultivos de trigo, soja y maíz. Esta pérdida, se estimó considerando en la mayor parte del área afectada un predominio de los grados de erosión ligero y moderado.

Ante la falta de un buen manejo de suelos y falta de aplicación de las prácticas adecuadas para el control de erosión, ésta podría incrementarse a los grados moderado y severo, con lo cual las pérdidas se elevarían al 31% de la producción, representando unos 4200 millones de dólares.

Si bien no se tiene una evaluación exacta, se estima que el costo total de la erosión al menos triplica las cifras anteriores, si se consideran los daños provocados a la infraestructura de la nación, tales como la sedimentación en rutas, caminos, embalses, puentes, centrales hidroeléctricas, plantas de potabilización de agua, alcantarillas y canales de navegación.

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¡La agricultura argentina está exportando nutrientes!: Las cifras correspondientes al balance entre la extracción de nutrientes por parte de los cultivos y los aportes efectuados por fertilización continúan siendo deficitarias en los suelos agrícolas de la Argentina. Así, en la campaña 2024/25 se extrajeron unos 3,5 millones de toneladas de nitrógeno, fósforo, potasio, azufre y calcio, siendo la reposición de 1,4 millones de toneladas, lo que representa apenas un 40% de lo exportado. Ello representa que en promedio se están perdiendo algo más de 50 kilogramos de nitrógeno, fósforo, potasio y azufre por hectárea, lo que representa unos 80 dólares.

Sobre una superficie de alrededor de 30 millones de hectáreas para cultivos de trigo, soja y maíz ello representaría unos 2.400 millones de dólares extraídos al suelo anualmente.

La situación descripta indica la existencia de sistemas productivos que no son sostenibles. De no modificarse, esta situación limitará el crecimiento de la producción agrícola nacional afectando negativamente los niveles de fertilidad e incrementando los procesos de degradación de los suelos.

El deterioro silencioso del “capital suelo”: Hemos analizado brevemente las pérdidas por disminución de los rendimientos causadas por la erosión y también las pérdidas por nutrientes exportados con las cosechas. Pero además existen otros “costos ocultos” de producción, representados por la alteración de la composición y el funcionamiento del suelo y que cobran relevancia cuando éstos son manejados de manera inadecuada. 

La disminución del contenido de materia orgánica constituye tal vez el caso más emblemático por la importancia y extensión de los suelos afectados. Se estima que en la Región Pampeana los suelos han perdido en promedio un 1% del contenido de materia orgánica en relación a su condición original. Esta situación impacta negativamente en la fertilidad de los suelos ya que la materia orgánica es fuente de nitrógeno mineralizable, fósforo, azufre y otros elementos esenciales para los cultivos. 

El abandono de las rotaciones registrado en los últimos años, con una simplificación extrema de los sistemas de producción, constituye uno de los principales factores determinantes de la disminución del contenido de materia orgánica.

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Pero la disminución de la fertilidad no es la única propiedad afectada. En muchas regiones, especialmente en aquellos suelos con elevados contenidos de limo, se producen procesos de densificación y aparición de malezas resistentes a herbicidas. La paradoja es que para combatir tanto la compactación subsuperficial como las malezas, se efectúan labranzas, situación que constituye un retroceso respecto de los beneficios logrados por la siembra directa.

Por otra parte, el monocultivo trae aparejado una disminución importante del consumo del agua pluvial, situación que contribuye al ascenso regional de la capa freática y por lo tanto a la disminución de la capacidad de almacenaje del agua de lluvia por parte de los suelos.  Esto conduce a un mayor riesgo de anegamientos frente a eventos extremos de lluvias, que se incrementan año tras año. La variabilidad climática que se viene registrando, con períodos de sequías extendidas y precipitaciones de mayor intensidad, potencia la acción erosiva del viento y la lluvia.

Otro “costo oculto” no percibido ni tomado en cuenta, es el proveniente de la extracción de calcio por la agricultura y las pasturas. La falta de reposición de este nutriente y la elevada extracción de bases, está incrementando la acidificación de los suelos, situación que alcanza su máxima expresión en el área núcleo pampeana, especialmente en el norte de la Provincia de Buenos Aires, con un descenso de hasta una unidad de pH de los suelos. Muy pocas empresas incluyen a este factor en los cálculos de costos. 

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¿Como seguimos?: La situación descripta constituye un verdadero desafío. No es posible continuar aumentando la producción a expensas del deterioro, y en algunos casos, la destrucción lisa y llana del recurso suelo. 

Es necesario reflexionar acerca del modo en que se debe planificar la actividad agropecuaria a futuro, dado que compromete seriamente la integridad y funcionamiento de los suelos y de los ecosistemas más frágiles.  En buena parte de las áreas agrícolas, se visualizan como temas preocupantes el incremento de la erosión hídrica y eólica, la disminución de la fertilidad de los suelos y la afectación del proceso hidrológico a nivel regional. 

El proceso de la erosión es silencioso, hasta imperceptible en la mayor parte de los casos, pero genera pérdidas cuantiosas de producción, a las que debemos sumar los daños a la infraestructura nacional. Esto representa un deterioro del “capital suelo” con el que naturalizamos convivir, representado por surcos y pequeñas cárcavas en los lotes, y sedimentos en cunetas y alcantarillas luego de una lluvia más o menos intensa.

También naturalizamos reponer solamente una parte de los nutrientes utilizados en el proceso productivo, y que los niveles de materia orgánica de nuestros lotes desciendan año tras año.

Lo correcto sería plantearnos si los cálculos de rentabilidad de los sistemas de producción los estamos realizando en forma correcta. La respuesta conduce a verificar que gran parte de las producciones y exportaciones agroindustriales del país se están efectuando a expensas de la integridad y salud del recurso suelo, sin que estos costos se incluyan tanto en las cuentas de las empresas, como en las nacionales. 

El suelo constituye un recurso natural estratégico que cumple una función social que trasciende generaciones. Es necesario comprender que la calidad natural de nuestros suelos tiene un límite, superado el cual, su vulnerabilidad se vuelve crítica. Por lo tanto, se deben establecer políticas públicas consistentes y permanentes, tendientes a preservar su integridad y sus funciones. Un componente central de las mismas debería ser la implementación de un programa de conservación con fuertes componentes de promoción, capacitación, educación y difusión. Este programa debería complementarse con una ley nacional de conservación de suelos que promueva mediante incentivos, la utilización de buenas prácticas agropecuarias y proteja a los suelos de la erosión y de otros procesos degradatorios.

Etiquetas: academia de agronomiaagronomíacosto de la degradacióncosto de la erosióncuidado del sueloerosiónprosareposición de nutrientesroberto casassuelos
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