A veces la mejor solución llega uniendo cabos sueltos entre una oferta y una demanda preexistentes. Muchas veces, es el Estado el que tiene la capacidad de detectar esa posibilidad y aportar la solución tecnológica adecuada. Este es un buen ejemplo de lo que puede aportar el INTA y otras organizaciones de su tipo en zonas donde la producción es mucho más dificultosa.
Primero la demanda: En la Prepuna jujeña (y en muchas otras zonas semejantes), la producción de cabras, ovejas y vacas es principalmente desarrollada por pueblos originarios y a escala familiar. Se obtiene carne y leche para la elaboración de quesos artesanales. El pastoreo se realiza en campos abiertos a base de pastizal natural. Los animales son acompañados por una pastora o pastor, e incluso se practica la trashumancia en busca de alimentos. La producción es limitada por la escases del forraje nativo durante los meses de invierno-primavera hasta la ocurrencia de las primeras lluvias de verano.
Una práctica arraigada en la región es conservar y suministrar plantas enteras de maíz seco sin la mazorca, la denominada “chala de maíz”, aunque los productores desconocen su bajo valor nutricional o la importancia de suministrar dietas balanceadas a sus animales.
Luego la oferta: Muy cerca de allí, en la Quebrada de Humahuaca, desde Volcán hasta Humahuaca se cultivan aproximadamente 2.500 hectáreas de hortalizas desde agosto hasta abril. Esta actividad se desarrolla en superficies pequeñas de 0,5 a 2 hectáreas y las cosechas se comercializan a través de intermediarios. Cuando el precio fijado es desfavorable los productores, igual deben vender a pérdida o arrojan las verduras a orillas del río para cultivar esas superficies nuevamente, transformándose de esta manera en residuos. Se estima que las perdidas en fincas de producción rondan del 30 al 50% de los volúmenes totales producidos.
En el INTA de Jujuy, Tomás Vera trabaja para recuperar la genética de las cabras criollas
En este contexto, el veterinario Tomás Aníbal Vera, que trabaja en el IPAF NOA (un brazo del INTA especializado en desarrollar tecnologías para los pequeños productores), con el apoyo de la ingeniera en recursos naturales Elena Raquel Brizuela, se pusieron a trabajar en unir la oferta y la demanda, en una innovación que podría ser muy beneficiosa para todos los productores de esa región.
La idea de los investigadores ha sido “dar solución a través del reciclado de residuos de hortalizas y verduras, evitando la generación de residuos, y transformando a estos en un producto completamente nuevo: forrajes de alta calidad”, en una propuesta de economía circular que “busca por otro lado incrementar aún mas los lazos de vinculación entre productores ganaderos y hortícolas de la región de Quebrada y Puna”.
Gracias al trabajo del INTA y otras organizaciones, numerosos productores de la región ya venían elaborando silos de maíz de planta entera (es decir, incorporando el grano) utilizando maíces criollos, mayormente en la forma de micro silobolsa de entre 30 a 50 kilos de peso. También en la zona se comenzó con la elaboración de un silo “tipo trinchera”, en la variante de 1 metro de ancho y 1 metro de alto, lo que permite un uso y manejo más eficiente del silo a partir de su apertura, evitando las perdidas por la fermentación aeróbica.
En esta nueva iniciativa, el trabajo del INTA y la IPAF NOA fue primero la caracterización morfológica de los maíces andinos al momento de ensilar, para determinar aquellos más adecuadas para la realización de los silos y detectar si hay variaciones en el valor nutritivo de los mismos. Por otro lado, se evaluó la potencialidad de residuos hortícolas conservados en forma de silos y pellets, previa deshidratación solar, más una modificación para elaborar con estos residuos frescos y el agregado de chala de maíz.
Según contó Vera, en estos ensayos “se obtuvieron excelentes resultados, ya que se pudo conservar residuos con ambas formas de elaboración con valores nutricionales elevados tanto en proteína como en energía”. Y la mejor noticia es que “estos valores nutricionales permanecieron sin modificaciones luego de un año de conservación”.
Con estos estudios, el equipo de trabajo se lanzó a innovar directamente en los campos de varios productores, realizando mezclas forrajeras. Es decir, elaboran silos sobre una base picada de maíz planta entera y residuos hortícolas procesados de igual manera.
“También se conservaron en forma de pellets, frutos nativos sin ningún inconveniente y con un alto valor nutricional”, describieron los investigadores, que además ya piensan en cómo “ensilar alfalfa con el agregado en distintas proporciones de residuos hortícolas y granos de maíz seco”.
En abril pasado, como parte del IPAF NOA, Vera realizó una serie de encuentros donde se trabajó sobre la confección de silos con plantas de maíz complementado con otras variedades hortícolas. La iniciativa apunta a que las familias cabriteras de la Quebrada de Humahuaca comiencen a adoptar esta tecnología. “Lo que nosotros hicimos es darle continuidad a lo trabajado en el Proyecto UE–Cauqueva, que contaba con un grupo de más de 30 productores cabriteros, para mantenerlos activos y con proyección de hacer más cosas en el tiempo”, indicó el profesional.
El estudio del maíz -un cultivo ancestral presente en la mayoría de los sistemas productivos andinos-, es clave para este proceso innovador. En el norte de Argentina existen aproximadamente 51 razas de maíces indígenas. Para empezar se generó información de la composición morfológica de tres maíces criollos (el Blanco capia, Amarillo 8 rayas y Culli) al momento de ensilar.
Actualmente se están llevando a cabo en campos de productores la confección de silos tipo trinchera, con el agregado de sobrantes de la horticultura. En este caso, se ajustó otra metodología para la elaboración de estos ensilajes, que consiste en mezclar el residuo de hortaliza con chala de maíz.
Vera explicó que en este proceso “se pasa por la maquina picadora de forraje, mezcla para homogeneizar el material picado y testea el contenido de humedad con el método práctico de a una muestra sujeta entre las manos cuanto liquido resume al aplicar fuerza por ambas manos. Estos silos se elaboran con 50 a 60% de humedad”.
En estos casos, ya se posee información nutricional de ensilajes conformados por residuos de apio, zanahoria, lechuga, acelga, zapallito de tronco, brócoli, coliflor y remolacha planta entera y raíz, al momento del molido y luego de 4-6 meses de realizado el silo. Los residuos ensilados muestran un contenido proteico superior al 18%, lo que los hace comparables al heno de alfalfa.
También se posee información nutricional de pellets conformados por residuos de apio, zanahoria, remolacha planta entera y con frutos del monte nativo (Prosopis chilensis -algarrobo blanco- y Vachelia caven –Churqui-), al momento del molido y luego de 4 a 6 meses de realizado el silo. En este caso se llegó al año de conservación con los silos intactos.