Omar Alonso Suganuma, de la Asociación de Productores de General Alvear, en el oasis sur de Mendoza, nos cuenta que en esa zona se especializan en damasco, duraznos de fábrica, ciruela para industria (que se exporta en un 95%) y por supuesto en uva para vinificar, un clásico de toda la provincia. Tradicionalmente la mayor parte de todos esos frutos eran industrializados en el mismo lugar, pero en los últimos años ha habido una fuerte proceso de destrucción del aparato industrial, que será difícil revertir.
“Alvear, con 45 mil habitantes, tenía 50 bodegas, de las que hoy solamente quedan 12 en pie. O sea que en los últimos 20 años perdimos una bodega por año. Respecto de las fábricas conserveras, que son las que elaboraban duraznos, peras, ciruelas, etcétera, había 15 fabricas y ahora queda una sola, además de una pulpera”, relata Omar. Los números hablan solos de la fenomenal contracción de la actividad agroindustrial en ese estratégica área productiva mendocina.
En ese vergel, este directivo de la Asociación de Productores de General Alvear se ha especializado en las ciruelas para industria. Habla con pasión sobre ellas. “El proceso es así: se cosechan manualmente, porque es una ciruela muy chiquita, más chica que un damasco. Como tiene un alto contenido de azúcar, cuando está entre 24 y 28 Brix la cosechamos y la llevamos a los hornos de deshidratado”.
De la producción de ciruelas secas que hay en la zona el 95% se exporta y solo 5% se consume en el país. Los principales mercados son California en Estados Unidos, Europa, Rusia y Brasil.
Tan duro ha sido competir durante todos estos años que a Alonso Suganuma le cuesta, como a muchos productores, reconocer que la devaluación mejorará en algo los números de su actividad exportadora, al menos en la conversión a pesos. Aclara que la producción en el sur mendocino viene de quince años de retroceso. Habla de dos tipos de problemas, los “naturales y los de gobierno”.
“La crisis hídrica nos golpea muy fuerte. El agua de riego que usamos nos la provee la montaña, es la nieve que acumulamos en invierno. Peor la naturaleza nos está jugando malas pasadas. Todavía tenemos el agua del bendito río Atuel, que viene del deshielo. Con eso regamos nuestras plantas”, comenta. En total se riegan unas 30 mil hectáreas en todo el departamento, que también están expuestas al granizo y las heladas.
Sobre los otros problemas, los “políticos”, el directivo lamenta que “el gobierno nos pego una mala pasada. El atraso cambiario estuvo durante muchos años y recién ahora estamos con este dolar un poquito mejor”.
Bichos de Campo pregunta a Alonso qué hace falta para volver a industrializar a esa región que en otros momentos lo era. Responde: “Hace falta una fuerte política de Estado. Necesitamos créditos blandos a 7 o 10 años de plazo y con una tasa que no sea subsidiada pero si se pueda devolver. Las que rigen actualmente en el mercado, del 40% al 50%, son imposibles de devolver porque la rentabilidad del producto se ha ido nivelando hacia abajo y el productor gana cada vez menos”.