Descendiente de inmigrantes croatas, su abuelo se vino en los barcos que llegaron a estas tierras en el 1900 y encontró su lugar en Ushuaia, Tierra del Fuego. Allí hizo varias tareas para ganarse el mango, incluso, ser guardián de la famosa cárcel isleña. El protagonista de la historia de hoy es Nicolás Bronzovich, “El Bronzo” para los amigos, productor agropecuario en el sur bonaerense, amante de los fierros y de la vida rural (también del básquet, un gusto que compartimos).
En el podcast habló de su historia de vida, pero también de un tema central hoy para el campo: la relación con la política y la comunicación.
Repasemos. Su abuelo tuvo ocho hijos, cinco varones (uno de ellos Budimir, papá de Nico y de Vladan), que incursionaron como socios en el negocio maderero desde 1930 a la actualidad y que, en los años 70, pensaron que había que diversificar el negocio y compraron tierras para agricultura y ganadería en Lobería, en el sur bonaerense.
Actualmente trabajan allí en unas 2000 hectáreas con unas 400 vacas de cría cedidas en capitalización, en un feedlot por el que pasan unos 1000 novillos por año y sobre 900 hectáreas de agricultura, entre campos propios y alquilados.
La historia: Al mismo tiempo que su abuelo hacía diversos trabajos también tenía una pequeña producción hortícola que vendía, en parte, a los barcos que pasaban por el Canal de Beagle cruzando del Atlántico al Pacífico, o viceversa,. “Por entonces no era tan transitado el Canal de Panamá (Nota: fue inaugurado en agosto de 1914) y había un buen flujo de embarcaciones”, contó Bronzovich, que actualmente es gerente de Prospectiva de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).
Años más tarde, la familia empezó a dedicarse a la producción forestal, con un aserradero y la explotación de bosques de las típicas lengas fueguinas.
Nico nació en Tierra del Fuego en 1972 y los campos en Lobería, precisamente en la localidad de Napaleofú, se compraron en 1973. Pero recién en 1985 (cuando Nico tenía 13-14 años) Budimir se vino con la familia desde Tierra del Fuego para hacerse cargo de la administración del campo y se instalaron en Tandil.
La decisión de por qué eligieron esa zona es una historia dentro de la historia: “Inicialmente mi abuelo se había venido solo de Croacia, una vez instalado, fue a buscar a mi abuela a Buenos Aires y en el trayecto en tren hacia Bahía Blanca ella quedó enamorada de los trigales que había en el sur bonaerense, más viniendo de allá, que las extensiones son mucho más chicas. Por eso, cuando empezó a irles bien con el aserradero ella sugirió invertir en la provincia de Buenos Aires, también era el sueño de inmigrante de tener tierra propia”, relató Bronzovich.
De chico le gustaban mucho los caballos, ya adolescente le empezaron a gustar los fierros, primero el tractor, después las cosechadoras. “Me encantan las máquinas, ni hablar las de ahora que son juguetes hermosos, nada que ver con las de nuestra adolescencia, que si tenías techo y ventanas eras un afortunado”, recordó. Esa vocación fierrera le hace pensar -forzado ante mi pregunta- que si no hubiera sido el campo bien podría haber trabajado en algo de mecánica.
En la charla fue surfeando varios temas. Hasta que llegamos al legado que recibió de sus padres, Búdimir (fallecido el 30 de octubre de 2020) y María Laura Paunero de Bronzovich: “Si hay algo que los dos nos dejaron e inculcaron con el ejemplo es decir lo que piensan siempre. A veces molesta y choca, pero es lo que es, la cruda y dolorosa honestidad”.
Campo-ciudad: Desde la vorágine citadina, el campo puede representarse con una visión romántica y bucólica que a veces no cuadra con la agitada jornada del trabajador rural. Sin embargo, en el caso de “El Bronzo” disfruta mucho de su día a día.
“Hace bien la gente en envidiarme mi vida en el campo. Yo paso frío, me levanto temprano, a veces no arranca la chata de la helada o tengo que ir a cambiar filtros de la cosechadora por el frío que hace, es cierto que el trabajo a la intemperie es crudo, pero yo lo elegí, lo elijo, me encanta, lo disfruto y no cambio la mejor oficina por ninguno de los campos que conozco, desde Tierra del Fuego hasta los campos de África, donde también estuve”, enfatizó Bronzovich.
Y agregó: “Creo que somos afortunados los que hacemos esto, y se lo recomiendo al que le guste, porque es cierto trabajás sin horario, que el arranque y el final lo pone la biología o el clima, pero yo me siento un privilegiado de levantar la vista y ver el horizonte, eso no tiene precio”.
Consultado sobre qué tiene y qué le falta a la producción de alimentos, Bronzovich reconoció que “Argentina, en agricultura se puede poner a la par de cualquier en el mundo”. ¿Qué falta? “A nivel global nos falta que ese progreso, se traduzca en que haya menos gente subalimentada, porque todavía quedan 800 millones de pobres en el mundo eso es un desafío enorme”, esgrimió. Aunque agregó: “No depende sólo de la producción, de lo que pase en el campo, ahí ya entra la política, una gran deuda”.
Como buen oligarca, Bronzo eligió el tema “Mañanas en el Abasto”, de Sumo, como uno de sus preferidos:
De paso por Africa. Bronzovich también contó en el podcast sobre sus visitas a Guinea, en Africa, donde fue a acompañar el desarrollo productivo que están haciendo en aquel país. “Mucho se sigue cosechando a mano y siguen usando el buey para los trabajos, asi que ya incorporar una máquina, cualquiera sea, es para mejor. Sin embargo, queda mucho por mejorar, el salto puede ser muy grande si todo esto sigue evolucionando”, contó de aquella experiencia.
“En Guinea las lluvias oscilan entre los 1000 y los 1500 milímetros con suelos muy heterogéneos, mayormente ácidos, con presencia de hierro y horizontes endurecidos y baja fertilidad”, agregó Bronzovich.
El productor argentino relató algunas cosas que vio en Guinea pero que se repiten en otros países del continente: “Se da un crecimiento poblacional mayor al promedio global y hay un cambio de dieta acelerado, de una alimentación rica en energía a comidas más proteicas y de proteínas vegetales a animales”.
El 80% de la población vive en medios rurales, pero también se está dando la migración a las ciudades. Es verdad que fue a “enseñar” o a compartir una experiencia, pero también es cierto que aprendió mucho en esos días africanos.
“Si, soy oligarca”: Al hablar de comunicación, Bronzovich separa cuando le hablan a él directamente de que “los del campo” son oligarcas (o similar) respecto de cuando lo ve en un medio o dicho por alguien en la tele. “Cuando me lo dicen estoy encantado porque es el puntapié para un debate, un intercambio, ayuda a crecer a todos. Me preocupa más cuando lo leo o tiene una bajada de línea política, porque no te da posibilidad de intercambio y genera una división”, expuso.
“Con mostrarle los últimos tres o cuatro balances no precisamos hablar mucho más para que se den cuenta que no nos estamos llenando de plata ni bañando en oro”, enfatiza Bronzo. Y agrega: “Por supuesto que hay distintas escalas, regiones, cercanía o lejanía al puerto, distinta capacidad y actitud empresarial, y algunos tendrán más plata que yo y otros menos, pero cuando surge ese prejuicio de que nos estamos llenando de plata los invito a mirar la realidad”.
Por eso, cuando le dicen de los oligarcas habla por él, y retruca: “Si, soy un oligarca, nieto de un inmigrante empleado, guardián de la cárcel de Ushuaia”. No siente culpa por ganar plata, porque sabe de dónde viene, del esfuerzo de su abuelo, su padre y sus tíos y después el de él y su hermano. Todos se rompieron el lomo para estar donde están hoy.
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Algunos la hacen trabajando, otros heredan, en este caso se trata de una herencia, no critico ni aplaudo es la realidad, después la mayoría elige en lo que trabajar, eso no es ningún merito.
No creo que nadie tenga nada en contra de este señor, debe ser su ego que lo hace sentir importante y perseguido.