Daniel Miralles es un apasionado del trigo, como primera presentación. Docente en la Facultad de Agronomía de la UBA, ha sido también el coordinador técnico de A Todo Trigo, la gran cita anual del sector triguero, que se realiza en Mar del Plata siempre para esta época del año, que es cuando los productores argentinos deciden si van a sembrar o no dicho cereal.
Como anticipándonos a una situación que se veía venir (con el propio presidente Alberto Fernández meneando este viernes la posibilidad de una suba de las retenciones a ese grano), lo primero que le preguntamos a MIralles es en qué se fijan los chacareros para tomar esa definición.
“Hay cosas básicas de manejo que el productor va a empezar a mirar. Por supuesto, el precio que tiene, el cultivo. Y sus costos. Es una relación entre ingresos y costos y en ese balance ve si le conviene o no le conviene con una proyección esperada para ese cultivo. Lo primero que va a ver es si le dan los números con un determinado rendimiento esperado. Recién después va a mirar si los lotes los puede sembrar o no, porque si no tiene agua no puede sembrar nada”, explicó el experto.
El trigo es un cultivo de invierno, que ya incluso ha comenzado a ser sembrado en ciertas zonas. La Argentina viene de tener una cosecha récord de 22,1 millones de toneladas, que sirvió para atender un consumo de 7 millones y exportar las restantes 14 millones de toneladas. Mucho trabajo. Muchos dólares para una economía desahuciada. Se supone que hay chances de crecer, porque los precios son realmente buenos. Pero cada insinuación sobre una suba de las retenciones -que ahora están en 12% y algunos funcionarios buscan subir hasta el 25%- implican un temor a una baja de precio. Por cada punto que sube ese tributo, el desacople es mayor y se reducen los precios para el productor.
Recién después de ver si los márgenes agrícolas van a ser positivos los productores van a verificar si los perfiles de humedad disponibles en los suelos les permite llevar a cabo el ciclo del cultivo. El agua disponible es una de las claves pues “explica entre el 50 y el 80% del rinde”, agregó Miralles.
Mirá la entrevista:
-Entonces la siembre de trigo parece ser una decisión simple de tomar este año, porque el precio del trigo está por las nubes. Con esto de la guerra el precio se ha disparado a niveles históricos. Y hay buena humedad…
-Esta lamentable guerra ha disparado los precios. Pero los números no incluyen solo los precios sino también los costos. Y los costos aumentaron casi un 50%, más que lo que aumente el precio del trigo.
-¿Qué costos son los que. aumentaron tan fuerte?
-Bueno, los fertilizantes para empezar. El trigo consume el 32% de todos los fertilizantes que se usan en la Argentina, con lo cual es importante el rubro fertilizante. El fertilizante representaba el 20% de sus costos. Hoy representa el 60% por la suba que tuvo también como consecuencia de la guerra y otras situaciones.
-¿Y el rendimiento está ligado directamente al uso de fertilizantes?
-El rendimiento está ligado a la oferta de recursos que uno le ponga al cultivo. En términos generales, obviamente si no tiene agua no va a poder aprovechar el fertilizante. Pero el fertilizante es uno de los insumos que más impacto genera en términos de llegar un buen rendimiento. Entonces siempre se usan fertilizante en mayor o menor medida. El tema es que los costos son muy altos. Hay gente que erróneamente puede pensar que si no lo fertiliza y hace lo que se llama un trigo barato, entonces el margen será mejor. El contrario, le va a empeorar. El margen va en relación directa al riesgo que quiere asumir. Si va a fertilizar, asume más riego, pero va a tener más rentabilidad seguramente.
En el Congreso a Todo Trigo, los primeros pronósticos que se escucharon fueron negativos y hasta la Bolsa de Cereales estimó que la cosecha podría retroceder a 20,5 millones de toneladas. La sensación que quedó flotando es que todo el mundo querría hacer trigo, pero que no es el actual el contexto adecuado. A los altos precios que tienen los fertilizantes se ha sumado un problema de disponibilidad, porque la mayor parte de ese insumo es de origen importado.
MIralles confirmó estas sospechas. “La superficie de trigo va a bajar, pero va a aumentar la superficie de otro cultivo invierno, la cebada, y van a aparecer cultivos no tradicionales, como la colza y la carinata. Entonces va a haber un reemplazo de esa superficie perdida de trigo. Eso no es una mala noticia, porque también se va a poder aprovechar los buenos precios de otros cultivos. Eso es lo que yo espero. Lo que no espero, porque ya tuvimos malas experiencias, es que se reduzca la superficie de los cultivos invernales. Creo que no va a pasar”.
-¿Y por qué son importantes los cultivos invernales?
-Primero por una cuestión financiera para el productor, que en el mes de diciembre tiene el dinero disponible para seguir generando recursos, y que en vez de tener un ingreso solo por el cultivo de la soja o el maíz por año, tiene dos ingresos. Capaz que es menor, pero le permite seguir. Cuando uno mira los márgenes, obviamente el tándem trigo-soja, o cebada-soja, es mucho más rentable que soja sola. Obviamente, la inversión es menos que en un monocultivo de soja.
-¿O sea que también, de algún modo, no hacer cultivos de invierno impacta en la sustentabilidad del esquema?
-Absolutamente impacta. Impacta en no sostener la intensificación agrícola, que parece una palabra negativa. Pero es una palabra positiva, porque con la intensificación estoy metiendo carbono todo el tiempo en el sistema de producción. .
-¿Qué tan bien estamos en tecnología triguera? Es decir, si solucionáramos nuestros propios problemas y todos dijeran vamos para allá, ¿tendríamos la tecnología para producir un boom triguero?
-En lo que es manejo de cultivo desde el punto de vista del conocimiento o incluso la maquinaria que estamos generando, construyendo y y utilizando, estamos en los niveles de punta a nivel mundial. Luego podemos ver otras cosas. Por ejemplo, el desarrollo biotecnológico lo hacemos en la Argentina con mucho menos recursos, pero las ideas que salen de la Argentina y que se venden en el mundo son de punta. Estamos a nivel de punta mundial, sin duda.
-Ojalá no suceda, que este escenario bélico se extienda. Ahí ya no habría una posibilidad para la Argentina sino casi una responsabilidad: Hay pocos países que puedan aportar el trigo que necesita la humanidad. ¿Estamos en condiciones de responder a esa situación? ¿Puede crecer mucho más de estas 20 millones de la producción de trigo?
-Sí, puede crecer más. Pero acá tenemos dos cuestiones, es casi una paradoja. El año pasado el gobierno le puso un valor de equilibrio a las exportaciones. Hay un eufemismo que se llama cupificación, que es como ponerle un techo a lo que sea lo que se puede exportar. Entonces, si queremos producir más, ¿a dónde lo vamos a exportar cuando el propio gobierno está poniendo un techo? Ese es mi primer pregunta. Hoy ese techo está en 14,5 millones de toneladas. Si producimos 25 millones va a haber 10 millones de toneladas adicionales. No sé dónde la vamos a vender.
-¿Y la segunda cuestión?
-La otra pregunta es de dónde sacamos los nutrientes que cada vez van a ser más caros. Antiguamente Argentina casi se proveía de los niveles nutricionales de nitrógeno. Hoy solo eso representa una proporción pequeña. ¿Lo podemos fabricar en la Argentina? Sí, porque la urea se hace con gas. ¿Tenemos gas en Argentina? Por supuesto. Vaca Muerta desborda el gas, pero lo que no tenemos es un gasoducto.
-O sea, ¿habría que hacer una apuesta seria para autoabastecernos por lo menos de nitrógeno?
-En la Argentina no tenemos caminos rurales, no tenemos puertos, no tenemos infraestructura, no tenemos gasoductos. Entonces yo espero que el actual y los sucesivos gobiernos entiendan que para desarrollar un país tenemos que tener infraestructura. Eso es lo que espero. La Argentina tiene mucho más potencial que otros países de la región, pero vamos mal con la infraestructura. En vez de crecer, vamos para atrás.
En más o en menos,todos los gobiernos que recuerdo (peronistas,radicales,militares, macristas,Kirchneristas) han aportado una dosis de populismo.
Por una cuestión cultural los argentinos comemos carne ( en exceso), un preciado comodity que los gobiernos han sabido usar para tener rédito político.
La carne es cara en todo el mundo,pero aquí se pretende que los ganaderos vendan la carne barata, luego de los riesgos y el tiempo que implica engordar un novillo desde que nace el ternero hasta su faena.
Si queremos un cambio real en Argentina, debemos sacrificar la cultura del buen comer ( un asado) y conseguir mercados: exportar,exportar, exportar.
Los países serios tienen politicas claras, traen divisas,entran dólares y crecen.
Inclusive se puede exportar y comer buena carne, pero con gobiernos que respeten y acompañen a los productores.