La crisis dentro de la histórica fábrica de cosechadoras Vassalli, en Firmat, volvió a escalar durante las últimas horas. A pesar de haber firmado un acuerdo para normalizar salarios atrasados y reactivar la planta, los empleados denuncian que la nueva conducción empresaria, encabezada por la familia Marsó, no cumplió ninguno de los compromisos asumidos.
Diego Romero, secretario general de la UOM Firmat, describe un cuadro crítico: “La familia Marsó hizo poco por llegar a un acuerdo. Todo lo que habíamos logrado era por los trabajadores. Fue todo un sacrificio de poder llegar a un acuerdo para poder reabrir la planta, sacrificando horas de trabajo y el no pago del aporte de la obra social”.
El gremio afirma que la empresa debía saldar en seis cuotas la deuda salarial acumulada, pero ni siquiera se pagó la primera. “Habíamos acordado hacer la deuda en seis pagos, y ya llegamos al vencimiento y no pagaron la primera cuota del arreglo salarial que habían acordado. Ni siquiera llegaron a pagar la primera cuota. Mañana vence la quincena y no hay intenciones de pagarla”, lamentó Romero.
Mientras tanto, los 180 trabajadores siguen dentro de la fábrica a la espera de definiciones. “Estamos en situación límite”, afirmó el dirigente.
A la falta de pagos se suma un parate total en la línea de producción. “No entró un tornillo. Ni chapas, ni pintura, motores, nada. Cuando firmamos el acuerdo nos dijeron que había nueve máquinas vendidas. Nos pidieron que no nos tomemos vacaciones hasta que no terminemos esas máquinas. Nos pareció excelente. Pero no entró motor, pintura ni nada. Solo un radiador para una máquina que estaba casi lista, y nada más”.
Frente a la ausencia total de insumos, el clima interno se tensó aún más. “Con esta situación no la vamos a dejar salir a esa máquina. Si esto sigue así, a la máquina la vendemos y la ganancia la repartimos a la gente”, advierten.
Según Romero, los dueños aparecieron sólo una vez en la fábrica desde que tomaron el control. “Hicimos un recorrido por la planta e hicimos una reinauguración simbólica. Fue la única vez que vinieron a hacer rostro. La gente lo quería sacar, pero la gente es buena. No pisaron más la planta”.
Aunque aseguran que “no quieren tomar la planta”, los trabajadores se preparan para resistir. Incluso comenzaron a producir repuestos para generar stock “por si esto se complica”. Romero resume el malestar: “Si los dueños no están capacitados, que den un paso al costado que hay gente interesada en hacerla trabajar. No les dan lugar a nadie”.
Otro elemento que tensó la relación fue el episodio que involucró a la dirigente Florencia Arietto, llamada por los propietarios para actuar como asesora. Los trabajadores la expulsaron de la planta. “Con lo de Arietto nos dimos cuenta de que no tienen buenas intenciones”, resumió Romero.
La tensión volvió a crecer en Firmat. Una fábrica emblemática, 180 trabajadores en asamblea permanente y un conflicto que, lejos de resolverse, vuelve a marcar el pulso industrial de una ciudad dependiente de su principal empleador.




