El proyecto de “reforma tributaria” que está elaborando el equipo económico del gobierno de Javier Milei no contempla la eliminación de los derechos de exportación agropecuarios, que en un país normal debería ser el primer aspecto por considerar en una iniciativa de tales características.
Apropiarse del capital de trabajo del sector que es el principal generador de divisas de la economía equivale a comprarse todos los boletos de una rifa en la que el premio principal es una restricción cambiaria que obliga –tarde o temprano– al administrador de turno a tomar medidas desesperadas y disruptivas, las cuales, a medida que se van acumulando, provocan inevitablemente estallidos macroeconómicos.
A veces te la cuentan y no recapacitás. Y necesitás un buen susto para darte cuenta. Se supone que, si veías que en cuestión de días se incendiaba tu programa económico, y un domingo saliste a pedir a las agroexportadoras que te adelanten 7000 millones de dólares en cuestión de días para evitar la catástrofe, tendrías que haber aprendido la lección. Pero no es el caso.
En los próximos días vamos a leer toneladas de artículos sobre la “reforma tributaria” y cómo será un herramienta indispensable para esto y lo otro y bla bla. Lo único que tienen que saber es que, si la principal “fábrica” de divisas sigue trabajando a media máquina, entonces los problemas cambiarios van a regresar.
Se trata de una pésima noticia para el sector agroindustrial, porque este gobierno, al igual que los últimos cuatro anteriores, no quiere “blanquear” el verdadero valor del tipo de cambio, ya que eso implicaría reconocer que somos pobres.
El problema, ciertamente, es de orden conceptual, porque el drama no consiste en ser pobre si se tiene la capacidad de dejar de serlo a través del propio esfuerzo, sino en el hecho de querer disimular tal condición a costa de perder la dignidad.
Mientras que todos sus vecinos se levantan cada mañana pensando cómo “ganarse el mango” a través de un aumento de la productividad y las exportaciones, la Argentina está buscando permanentemente a quien “manguearle” dinero; una auténtica vergüenza.
Venado Tuerto (Santa Fe) tenía 75.929 habitantes en 2010 y actualmente cuenta con unos 82.000, mientras que Sorriso (Mato Grosso), el equivalente a Venado Tuerto en Brasil, quince años atrás contaba con 44.281 habitantes y ahora tiene alrededor de 121.000. No es casualidad que el mayor Producto Bruto Interno (PBI) per cápita en Brasil se registre en aquellos municipios en los cuales predomina la actividad agrícola.
Más allá de la “borrachera” generada por el resultado electoral y el apoyo de la gestión de Donald Trump, no puede dejar de advertirse que si un gobierno supuestamente “libertario” considera propicio seguir manteniendo siervos de la gleba al apropiarse de su capital y dejarle los recursos necesarios para poder sobrevivir un año más, entonces la historia cíclica de crisis argentinas recurrentes seguirá vigente; sólo cambiará la narrativa que explique las causas de las mismas.






OBVIO. Si igual sabe que lo votan.
Hermoso.