En nombre del bienestar animal, hace poco el municipio de Luján decidió prohibir la tradicional peregrinación anual de gauchos a caballo hacia la catedral. Esta decisión -para muchos traída de los pelos- encendió el enojo de muchas personas que desde 1945 mantenían esta tradición. La pregunta quedó flotando: ¿Quién decide este tipo de cosas? ¿En función de qué intereses?
Hay varios pensadores que creen que existe una “agenda globalista”, bastante alejada de los intereses genuinos de los argentinos, que influye sobre este tipo de decisiones. Uno de ellos es Nicolás Morás, periodista y activista libertario. Para él, que comparte sus reflexiones en su canal de Youtube Los Liberales, este tipo de medidas responde a ese tipo de “agenda globalista”, un concepto que no debe ser confundido con la “globalización”.
-¿Cómo se relaciona el haber porhibido una peregrinación a caballo a Luján con la agenda globalista que denunciás?
-Cuando un intendente quiere prohibir una costumbre pacífica de las personas a través de una ley sólo está imponiendo una voluntad política por sobre la voluntad ciudadana. Por lo tanto, ya de por sí es una medida autoritaria. Seguramente muchos de los que militan por la protección de los animales tienen buenas intenciones detrás y no se dan cuenta que están siendo utilizados, pero la realidad es que sí lo están siendo.
Mirá la entrevista completa a Nicolás Morás:
-¿Qué es el globalismo?
-El globalismo es un proceso que implementa las mismas leyes, regulaciones y un modelo de vida similar en la mayor parte de los países del mundo, y conlleva claramente un negocio corporativo y una trama política. Una de sus expresiones más claras es la agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, en la cual hay una mascara de buenas intenciones donde se considera el cuidado del medio ambiente, los derechos de las mujeres, los derechos de los animales y muchas causas que suenan bien, pero que en su implementación y maquinación es algo bastante más espúreo e inmoral. No apunta a disminuir drásticamente el rol de las fronteras o de las barreras para el comercio o para el movimiento de personas e integración pacifica de las sociedades, sino todo lo contrario. Es una suerte de proyecto muy autoritario en el cual un grupo de burócratas cree que la mejor forma de llevar adelante su proyecto de dominación y de ingeniería social es imponiendo costumbres. Para que sea más redituable, debe darse así en todo el mundo, de modo de generar un cambio social artificial más rápido. Por eso decimos que uno de los obstáculos con los cuales se topan estos partidarios de la ingeniera social para llevarlo a cabo son las tradiciones y las costumbres autóctonas de cada país.
-¿De qué hablamos cuando hablamos de los derechos de los animales entonces?
-Acá incurrimos en un paradigma equivocado porque el derecho es una institución humana, y además la ética implica una simetría entre derechos y responsabilidades. Me acuerdo lo que siempre decía un periodista y comentarista norteamericano, Patrick O’Rourke, sobre que “cuando las ardillas de los parques recojan la basura y cuiden a los niños ahí podremos darles derechos políticos”. Es decir, si vos no tenés conciencia o responsabilidad de tus actos o hacia los demás, es decir circunstancias inherentes a la condición humana, no podés reclamar derechos hacia vos. Claramente que no vamos a defender el sufrimiento hacia los animales pero una peregrinación a caballo no implica generarle un sufrimiento.
-Pero entonces, ¿por qué creés que están cambiando ciertos usos y costumbres no sólo en Argentina sino en otras partes del mundo? ¿No creés que parte de esos cambios que se están dando surgen como contradicción a lo que también ellos consideraban que era un mandato?
-Lo que pasa es que con esta agenda globalista empezás a crear paradojas crueles. Empezaron prohibiendo los caballos como tracción de los cartoneros. Entonces cuando vos le sacas el caballo al cartonero que no puede comprarse una moto y lo obligas a realizar tracción humana estas degradando a ese ser humano y empobreciéndolo aún más, obligándolo a que se conforme a vivir de planes sociales y se convierta en un esclavo de las organizaciones sociales de los Grabois o del propio estado.
-Me das otros ejemplos…
-Lo que vimos este ultimo año y medio sobre cómo se encaró la salud en todo el mundo, con medidas similares también, tiene mucho que ver con esto del globalismo regulatorio al que me refiero, porque la mayoría de las medidas fueron dictadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que es una suerte de Ministerio de Salud del mundo.
-¿Y quién está detrás de todo esto?
-Detrás de todo esto hay una trama de negocios enorme y claramente contrastable por más que exista mucha censura en redes sobre estos temas, porque precisamente no quieren que se discutan. Por ejemplo, tenés la Fundación Bill y Melinda Gates, que es el mayor aportante privado de la OMS. Gates, a su vez, es accionista de varias farmacéuticas y tanto él como otras personas que lideran con sus compañías en el espectro tecnológico son los mayores responsables del encierro que decretó la OMS en pandemia, y así la gente se vio obligada a adquirir más computadora y más teléfonos obligada a hacer teletrabajo. Y así ves estos grupos de poder en las esferas tecnológicas y farmacéuticas dominando estas instituciones políticas transnacionales, y que al imponer un marco regulatorio en todo el mundo, generan un mercado cautivo y un incremento artificial de la demanda de lo que ellos mismo venden. Esto es más viejo que el mundo, es lo que hacía el ´empresaurio´ inmoral que se aliaba al intendente de turno para conseguir una licitación.
-¿Qué haya reglas globales no es entonces sinónimo de progreso para todos los países y sus ciudadanos?
-El problema central de raíz es la dimensión gigantesca de los estados, totalmente opresiva en su intervención sobre la vida de las personas, y eso se ve en Argentina y en otras partes del mundo también, y me refiero a países europeos que finalmente se ponen como modelos acá. En Argentina vivimos copiando leyes europeas y norteamericanas, pero eso no nos traerá mayor progreso social sino que sólo nos traerá mayor limitación de libertades. La gente debe tomar conciencia de que pedir al estado de modo permanente que resuelva problemas, por el contrario creará mayores problemas. En mi punto de vista, hay que aniquilar la intervención estatal en la vida de las personas. Lo que vimos en pandemia es un avance sin precedentes sobre nuestras libertades personales, y esto se debe a que nosotros lo consentimos.
-¿Y qué hacemos?
-Para librarnos de este proto-totalitarismo global lo único que podemos hacer es ponernos de acuerdo en enfrentar las leyes y regulaciones coercitivas que día a día lanzan sobre nosotros y no permitir que los políticos se apoderen de nuestra autonomía, que es lo más valioso que tenemos como individuos.
-¿Es entonces Bill Gates el mayor ideólogo del encierro a nivel mundial?
-Sin dudas que lo es y acá en Argentina podemos mencionar a Pierpaolo Barbieri, fundador de la herramienta financiera móvil Ualá, o a Marcos Galperín, fundador de Mercado Libre, que son quienes más ganaron en un año donde se fundieron 100 mil empresas por el encierro. A su vez, Bill Gates tiene intereses sobre el agro. Su fundación es la mayor financista de los movimientos ecológicos de todo el mundo, y en los últimos años anexó a sus inversiones la producción de alimentos. Es uno de los mayores accionistas de Monsanto a nivel global, es el mayor terrateniente de los Estados Unidos, habiendo comprado más de 140 mil hectáreas y es el ideólogo y el principal impulsor de la agenda AgTech, agricultura tecnificada o tecnológica.
-¿Entonces el mundo de las AgTech no llega para simplificar las cosas y solucionar problemas agronómicos?
-El objetivo soñado de la AgTech es eliminar el trabajo humano del campo, tecnificándolo todo y conectándolo a la internet de las cosas, todo cartelizado en pocas empresas. En el nombre de los derechos humanos la meta sería sacar a los peones rurales y ponerlos (¿dónde?) En las villas, dándoles más planes tal vez. Esto lleva a un empobrecimiento total. De ahí viene la idea del ecologismo que sostiene hace 70 años que sobra población. Pero esto es absurdo, porque si realmente existiera sobrepoblación la gente moriría de hambre. Si hay 8 mil millones de personas en el mundo es porque se las puede sostener y alimentar. Y eso es gracias al esfuerzo e innovación de los empresarios agrícolas. Cuando avanzás con el universo AgTech, destruiste miles de puesto de trabajo y entonces a esa gente tenés que darles un cheque del gobierno y la quitaste del sector privado productivo, depositándola a la fuerza en una masa de personas completamente dependientes del poder político.
-Hablemos de la agenda animalista, la carne artificial y el veganismo…
-Es que esa agenda también apunta a la carne artificial, que increíblemente en muchos lugares de este país, que tiene una tradición ganadera ancestral, ya empezó a comercializarse. En Estados Unidos e Israel hay cadenas enteras que la venden y por supuesto los mayores inversores de la carne artificial, vegana, carne de laboratorio mucho más cara que la convencional son los mismos de los que hablaba, Bill Gates o incluso Jeff Bezos, dueño de Amazon. A ver, yo respeto mucho al veganismo, pero cuando se fomenta en exceso y se articulan movimientos para agredir a quienes no confesamos con esa política (y recordarás lo que pasó en una exposición rural de Palermo cuando irrumpieron en plena pista de Palermo), en realidad lo que apuntan es a generar un nuevo negocio. Si seguimos en este rumbo, terminaremos como lo que postula el libro “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, alimentándonos con píldoras, que serán producidas por los mismos dueños de la farmaindustria que a su vez son los mismos dueños de las compañías tecnológicas. Por ejemplo, la fusión de Bayer-Monsanto va por ese camino.
-¿Y qué camino le espera a la agroindustria en tu visión?
-La agroindustria lentamente se irá convirtiendo en algo parecido a la farmaindustria. Toda esta pesadilla distópica tiene lugar y va muy de a poco. Primero se suscriben acuerdos, luego se dictan leyes, después los políticos se ponen de acuerdo con los sindicatos rurales y hacen más severos los requisitos de los empleadores, luego te ponen como obligación que te controle un robot de la AFIP y para cuando te das cuenta ya es demasiado tarde. Están poniendo impuestos muy agresivos a la carne en Europa, que ya de por sí es cara, y todo por esta cultura animalista que se impone artificialmente. Y ojo que yo estoy totalmente de acuerdo en que sean penadas empresas que contaminen. Pero la naturaleza no tiene derechos, somos nosotros los que los tenemos. La naturaleza es impiadosa, cualquier productor lo sabe. La sequía y la inundación no tienen ninguna contemplación.
-¿Qué pensás de los proyectos de la Ley de Humedales que buscan restringir áreas de producción con fines de conservación?
-Pero ahí hay una cuestión matemática, y es que cuando restringís el área de producción aumentás el precio de la tierra. Por ende cuando defendés la conservación estás defendiendo la concentración. Cuando empezás a determinar que hay ciertas áreas donde no se puede producir lo primero que debés preguntarte es a quién perjudicás y a quién beneficiás con esa medida. Yo tengo un problema con la industria de la patente de Monsanto, pero no tengo un problema con los transgénicos en sí. Al contrario, me parece fundamental que se pueda ampliar la superficie de tierra utilizable para alimentar a las personas. El foco debe estar puesto en los seres humanos, no en la abstracción del ambiente. El cambio climático existe pero es constante.
-¿O sea que no creés que los seres humanos seamos responsables de ese cambio climático?
-Los seres humanos generan contaminación que perjudica a los seres humanos. Entonces mi foco es no contaminar en exceso, pero el calentamiento global nos trasciende a todos. En la época del Renacimiento había dos grados más de temperatura en el mundo y no fue una época de catástrofes. Al contrario, fue una época de gran desarrollo humano y muy buena para la agricultura. Todo este paradigma alarmista nos lo vienen mencionando desde 1960, y son las mismas catástrofes de siempre, pero no es tan terrible como nos lo pintaron.
-¿Entonces no hay que asustarse?
-Con esta epidemia pasa algo parecido. Hay gente que se enfermó y murió, pero según la propia ONU que impulsó las políticas de encierro, esta época de encierro fue la mayor crisis de hambre de la modernidad. Y según datos de la ONU también: murieron más de 300 mil personas por día de hambre en el último año; se multiplicó exponencialmente la pobreza, la miseria y la dependencia de subsidios. Estas políticas de encierro generaron un mayor mal del que podían remediar. Había que buscar otras opciones centrándonos en los grupos de mayor riesgo. Pero si hubiéramos dado mayores libertades, señores como Gates, Galperín o Barbieri no hubieran ganado el dinero que ganaron. Esos son los señores financiando por detrás a los legisladores para que continúen estas medidas. Por eso creo que detrás del paradigma de los veganos radicales o de los animalistas que quieren prohibir cabalgatas tenés la imposición de una forma de vivir que no todos quieren y que es mas rentable para otras personas.
-Te ponés a todos en contra…
-Yo no estoy en contra de las instituciones o de la ley, sino que me opongo a la compulsividad y a que un grupo de burócratas decida sobre la vida de la gente. Las catástrofes del ultra estatismo se ven en el día a día.
-¿Por qué le tenemos tanto miedo a la libertad?
-Porque nos acostumbramos a la idea errónea de que los políticos solucionen nuestros problemas. El economista Frédéric Bastiat decía que ´el Estado es la gran ficción en al que todo el mundo quiere vivir a expensas del prójimo´. El camino hacia la libertad es gradual y cultural, o sea la gente tiene que empezar a pensar de otra manera para transitar hacia una vida más libre. Ni 4 ni 16 diputados cambian nada sino que los que realmente cambian las cosas son los límites que la sociedad esté dispuesta a ponerle al poder.
-¿Qué pensarán los productores agropecuarios apenas escuchen a Nicolás Morás? ¿En dejar de pagar impuestos tal vez?
-Absolutamente. La primera vez que me involucré en política y asuntos de la comunidad yo tenía 13 años. Era el año 2008 y me parecía una aberración que quisieran asaltar aún más a los productores agropecuarios. Participé de las marchas con 13 años y no venía de una familia de agricultores. Sencillamente me pareció algo aberrante: ellos saliendo a las calles y logrando unidad, hicieron presión para impedir la Resolución 125. Pero para eso debés mostrar que estas hombro con hombro y espalda con espalda con las personas que tengan tus mismos intereses. Es inconcebible que el Estado te arranque el 70% de lo que producís.