La rosarina Mónica Lucero halló su lugar en el mundo cerca de San Marcos Sierras y hoy conforma una comunidad rural con ecoturismo y producción de aromáticas.
Mónica es de Rosario y hace 24 años se había integrado a una comunidad filosófica y espiritual, cuyo guía les propuso dejar el estrés de la gran ciudad y volver a la naturaleza. Se fueron a vivir en comunidad a un lugar que aquel grupo denominó Nueva Castalia, a unos 3 kilómetros de San Marcos Sierras y a 1 kilómetro del río Quilpo.
De un lado lo bordea el camino de montaña que va a Capilla del Monte, y del otro, por el camino que va Cuchi Corral y a La Cumbre. Es muy visitado en temporada turística, por su belleza natural, es tierra de chañares, mistoles, algarrobos, quebrachos, tintitacos, tunas, jarillas, hierbas medicinales, transitados por perdices, zorros, iguanas y visitados por una infinidad de pájaros y de abejas.
Cuenta Mónica que con los años la comunidad se fue disolviendo y muchos se fueron yendo, pero ella y dos más se quedaron. Habían construido un salón grande, en forma octogonal, dedicado a realizar encuentros de formación holística, yoga, danza, talleres. En los últimos quince años Mónica trabajó en turismo, con cabañas, en un comedor, luego tuvo la concesión del camping del río Quilpo, hasta que se retiró de la actividad turística convencional y se integró a un grupo de turismo rural del norte cordobés y también a otro grupo de San Marcos Sierras, con 8 propuestas diferentes, sobre bioconstrucción, cultivos agroecológicos, energías alternativas, hospedaje que recibe voluntariado, etcétera.
Mónica incursionó en la jardinería y el paisajismo, y en los últimos años se fue sumando gente amiga o que gustaba del lugar, al punto que actualmente son unas 10 familias que conforman lo que ella denomina una “residencia rural”. La rebautizaron “Nueva Castalia, Valle Sagrado”, porque tiene muchas referencias arqueológicas de las culturas originarias, de los comechingones y de los sanavirones. En el octógono realizan cursos introductorios al mundo de las plantas medicinales, invitando a reconectarse con la naturaleza, en consonancia con lo ancestral. Reciben a grupos de alumnos de las escuelas, promueven caminatas y ceremonias, pero además Mónica sale a dar los cursos adonde la inviten.
-¿Cuándo y por qué te comenzaste a dedicar a las plantas medicinales?
-Hace aproximadamente diez años entré en el mundo de las plantas medicinales y nativas. Mi primer acercamiento fue por un tema de salud personal en busca de alguna medicina complementaria. Luego me fui capacitando sobre el tema a través de distintos cursos y con diversos maestros. Aprendí al inicio con Omar Riachi quien, en Capilla del Monte, enseña sobre plantas y la cosmovisión de ellas que tenían los comechingones. También fue él mi mentor en el tema de hacer de la recolección, un emprendimiento familiar o asociativo. Comenzamos como un pequeño grupo de amigos, ayudados por visitantes circunstanciales, que salíamos a recolectar hierbas al monte y luego las fraccionábamos. Se fue transformando y enriqueciendo, hasta que nació el emprendimiento Ayní, Hierbas Nativas.
-¿Y de qué trata el proyecto?
-Actualmente buscamos afianzarlo como un proyecto didáctico, cultural y comercial, relacionado a la salud natural a través del uso de las hierbas y el manejo responsable, en su recolección. Recolectamos peperina, incayuyo, té de burro, poleo, palo amarillo, etcétera. Estamos sumando yerba mate y elaboramos productos derivados: mix para mate, mezclas medicinales, pero siempre luego de una consulta.
-¿Como era la cosmovisión de los aborígenes de esta región?
-Lo que más me ha impactado de los saberes de estos pueblos originarios, es que las plantas no eran utilizadas como en la cultura moderna, separándolas como objetos que actúan sobre síntomas o partes del cuerpo, sino que las plantas son mucho más integrales, profundas, sutiles y que las consumían de un modo más integral, no sólo para beneficio corporal, sino también mental y espiritual. Y hoy vemos que tenían razón, porque somos una unidad de cuerpo-alma y debemos abordarla en conjunto.
-¿Cuántas personas se ocupan de recibir a las visitas, guiarlas, brindarles las charlas y elaborar las hierbas aromáticas para la venta?
-En este momento me acompañan de 3 a 5 personas en la dinámica habitual del espacio. Y somos más en el verano, que es la temporada alta de recolección. Para noviembre tenemos pensado dar comienzo al período del “jardín de Té”, donde se podrán hacer visitas y degustaciones. En caso de querer visitarnos para compras de hierbas, siempre recomendamos contactarnos por whatsapp.
Luego añade: “Yo creo que aquellas personas que hemos vivido el estrés de una gran ciudad, siempre guardamos en el fondo de nuestro corazón el anhelo de morar en un lugar más apacible, sano y natural. Para algunos, ese pequeño sueño se agiganta y cobra vida en alguna etapa de su propia historia”.
-¿Y en tu caso como fue reencontrarte con la Naturaleza?
-Fueron cambios muy fuertes en mi vida que me llevaron a experimentar nuevos vínculos y ampliar la conciencia en relación a la Tierra, su belleza y sabiduría natural. La naturaleza empezó a ser mi gran maestra y también mi principal compañera. La soledad del campo es apacible y amigable, nos lleva a observaciones diferentes, despertando los sentidos a nuevas realidades. Conocí la historia del lugar que me tocó habitar, historia pueblerina y rural, y empecé a conectarme con un pasado ancestral que llegaba como un susurro, dando sentido a mi presente cotidiano. Redescubrí las plantas que tanto me gustaban, en relación a la salud y a la medicina. Y al final, todo ello me ha llevado a interesarme por divulgar, enseñar y compartir los nuevos saberes llegados a mi vida.
Mónica se despide explicando por que hace lo que hace: “Nuestro emprendimiento comercial con hierbas nativas busca ser útil para la salud, pero particularmente revaloriza y trata de preservar el antiguo oficio del recolector en el monte nativo, así como cuidar el medio ambiente, en consonancia con el Ayní, en su sentido de ‘reciprocidad’, como lo entendían los Incas, de que siempre que se recibe algo o una ayuda, hay que dar o ayudar a otro. Hoy puedo aseverar que los cambios de vida y transformaciones son posibles en cualquier lugar y en cualquier persona, siempre que ahondemos en nuestra esencia, donde todo es simple y profundo a la vez. No me arrepiento de mi cambio de vida, de haberme venido de la gran ciudad”.
Mónica eligió dejarnos de regalo la canción “Bailecito de los yuyos”, de Pachi Herrera, interpretado por “Cantoras”.