Esta es la historia de dos hermanos. Uno rico y el otro pobre. Llevan el mismo apellido. Pero su destino está marcado por las diferentes circunstancias asociadas a la misión que tiene cada uno.
Molinos a secas, el hermano pobre, registró al cierre del primer semestre del año ingresos netos por 437.542 millones de pesos, lo que implicó una caída del 19,7% en términos reales respecto del mismo período del ejercicio anterior.
Si bien el volumen de ventas físico realizado por la compañía en el mercado argentino creció un 1,9% en términos interanuales, los precios de los alimentos que vende Molinos cayeron fuerte porque los pauperizados consumidores argentinos están escasos de efectivo y tienen que recurrir a la tarjeta de crédito para comprar bienes básicos.
“Con costos de venta unitarios aumentando nominalmente por encima de los precios, el resultado neto fue negativo por 19.485 millones de pesos”, informó Molinos en el último balance trimestral presentado ante la Comisión Nacional de Valores (CNV).
“Frente a este entorno de gran presión competitiva y con el propósito de optimizar la ejecución de su plan de negocios, la sociedad intensificó la gestión y revisión de sus costos operativos y gastos centrales, implementando un estricto programa de control, buscando generar eficiencias y mejoras en todos los procesos operativos”, añadió. Traducido: recorte de costos y empleos.
En tanto, el hermano rico, Molinos Agro, indicó a la CNV que en el segundo trimestre de 2025, gracias a la reducción de derechos de exportación, se produjo “una venta muy sustancial por parte del productor (agrícola), especialmente durante el mes de junio, sumado a la presión de cosecha que se materializa al inicio de la campaña”.
“Este volumen de ventas vino aparejado de sólidos márgenes, tanto en el complejo de soja como en el complejo de girasol, que aportaron un resultado operativo de 39.355 millones de pesos, superando los 22.999 millones del mismo período del año anterior e incluso mitigando el incremento de los costos”, apuntó el hermano rico, que, gracias a esa medida, logró en el trimestre un resultado neto de 28.684 millones de pesos.
La fábula del hermano rico y el hermano pobre es útil para entender que si el país necesita divisas para funcionar y las encargadas de generar ese recurso crítico son las empresas, entonces quitar derechos de exportación resulta esencial para que éstas puedan trabajar con libertad y cumplir su misión sin obstáculos.
También resulta importante para enseñar a los niños en las escuelas que intervenir el tipo de cambio con el propósito de apreciarlo por demás y poder así importar chocolates belgas no es la mejor de las ideas en un país con escasa población y una gran proporción de pobres.
El mercado de las compañías alimentarias argentinas no tiene porqué circunscribirse a un puñado de consumidores cuando puede proveer al mundo. No hace falta ser economista especializado en crecimiento para dar cuenta de algo tan básico.
Argentina tiene condiciones naturales y capital humano para convertirse en una nación próspera si tuviese las mismas condiciones de las gozan sus vecinos del Mercosur. Los dos hermanos Molinos, controlados por la familia Perez Companc, podrían ser igual de ricos. Pero para eso es indispensable que la asociación ilícita del Estado (Milei dixit) deje de apropiarse de su capital.
Volvimos a los ’90: La timba financiera (perdón, el “carry trade”) es más negocio que la soja