“Ni trigo, ni soja, ni maíz. Solo flores”. Así describe María Julia Pannunzio a su área de trabajo dentro del Instituto de Floricultura del INTA Castelar, donde se desempeña como mejoradora.
Lejos de buscar aumentar la productividad o la resistencia a enfermedades en los cultivos extensivos más tradicionales, como hacen los “breeders” tradicionales, Pannunzio pasa sus días detrás de flores ornamentales para lograr variedades que sean cada vez “más lindas y duraderas”.
“El Instituto de Floricultura nació con un convenio con la Agencia de Cooperación Internacional del Japón hace 20 años. Después los japoneses se retiraron y todo el personal pasó al INTA. No hacemos un mejoramiento clásico. Vendría a ser lo que hacen las abejas, una polinización, nada más que nosotros la hacemos dirigida. Seleccionamos a la madre y al padre en forma manual”, contó la mejoradora en conversación con Bichos de Campo.
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El trabajo comienza con la selección y recolección de plantas nativas de Argentina, en especial aquellas que tienen un carácter ornamental, previo a un estudio de las condiciones en que naturalmente se desarrollan. La idea no es trabajar sobre variedades traídas del extranjero (como las rosas o los claveles) sino justamente potenciar las flores autóctonas, que son muchas y muy diversas.
“Tenemos que tener un permiso de la provincia para ir a colectar (esas flores silvestres, que son patrimonio natural de cada lugar). Ese material que se obtiene viene al Instituto, donde tomamos partes o las semillas que crecen. Primero es todo en maceta, en invernáculo, donde se los propaga. Si son fáciles de propagar, podemos tener un individuo hermoso. Sin embargo, a veces no es apto para la producción o le cuesta enraizar”, señaló Pannunzio.
Frente a esto, la mejoradora se refirió a la “domesticación” de las especies, algo clave a lograr previo a los ensayos a campo.
“Si se domestica, si se adapta al manejo del invernáculo, continúa el proceso y entra en la etapa de mejoramiento clásico propiamente dicho. Obtenemos los frutos con las semillas adentro, se las siembra y empezamos con la selección de los materiales. Para obtener una variedad con propagación vegetativa estamos más o menos 5 años”, indicó la técnica.
Entre los principales atributos buscados por este Instituto de Floricultura se encuentra un mayor tiempo de floración, una mayor obtención de flores por planta, y una supervivencia en cantero más extensa. Pero para lograr esto, Pannunzio reconoció que es importante tener claro el objetivo.
“Primero siempre es la forma: buscamos que la planta sea armoniosa. Las nativas a veces son medio desgarbadas y crecen para los costados. Una vez que tengo la forma, quiero que me de muchas flores. Luego busco el color. Le voy agregando otro color para formar una serie, si es que se puede”, explicó la mejoradora, que detalló que se encuentran actualmente trabajando con los géneros glandularia y calibrachoa.
Una vez obtenidas las variedades deseadas, los técnicos avanzan con su producción y multiplicación, de la mano de dos plantineras con las que tienen convenio. Ellas se encargan de vender las plantas ya propagadas en bandejas a los productores e invernaderos que las deseen.

-¿Han llegado a exportar variedades nativas de Argentina a otros lugares?- le preguntamos.
-Sí. Tenemos en Estados Unidos y en Japón. Son la Garden Rose, en variedad INTA, y la Mercadonia.
-¿Y se cobran regalías por eso?
-Sí, el INTA cobra, la provincia de dónde se extrajo el material cobra, el Instituto cobra, el mejorador cobra. Es todo en proporción.




