La inestabilidad cambiaria jugó el año pasado a favor de la recuperación de las existencias vacunas argentinas, dado que muchos empresarios agropecuarios buscaron proteger el capital a través de la compra y retención de vientres.
El stock bovino argentino alcanzó 54.242.595 cabezas al 31 de diciembre de 2022, de acuerdo a datos relevados por el Sistema Informático de Gestión de Sanidad Animal (Sigsa) del Senasa. Se trata de una cifra 1,6% superior a la registrada un año antes.
Un informe publicado este martes por la Subsecretaría de Ganadería y Producción Animal destaca que el stock de vacas registró un crecimiento interanual del 1,4%.
Pero, además de crecer, los sistemas de cría –probablemente en un proceso de concentración de rodeos– se tornaron mucho más eficientes.
El informe oficial destaca que el stock terneros/as se ubicó a fines del año pasado en 15.129.000 de cabezas, lo que representan un incremento del 4,6% respecto al año anterior, lo que representa un máximo histórico, al menos desde el 2002, año desde el que se tienen registros comparables.
El esfuerzo realizado por los criadores, ya sea independientes o integrados en sistemas de ciclo ganadero completo con planteos agrícolas, resulta importante para poder sortear los desafíos presentes en 2023, donde se producirá una merma importante de la zafra de terneros como consecuencia del desastre climático que liquidó gran parte de los recursos forrajeros.
La última encuesta CREA realizada en marzo pasado muestra que se incrementó la proporción de empresarios de cría dispuestos a reducir stock de vientres por inconvenientes climáticos y/o financieros.
La mayor parte de la reducción del stock previsto de vientres, según muestra la encuesta CREA, se produciría este año en la zona núcleo pampeana, donde las empresas mixtas, además de quedarse sin recursos forrajeros, deben enfrentar un quebranto económico importante.