“En mi gobierno me pasó de todo, sólo falta que lleguen los marcianos”, se lamentó el presidente Alberto Fernández en el cierre de una reunión del Consejo Federal Agropecuario, espacio que comparten la Nación con las provincias. Algún ministro provincial de Producción quizás se haya sentido apenado, pero sin duda la mayor parte de los funcionarios deben haber pensado en todos los recursos que el gobierno central les quitó a las provincias estos años por vía de las retenciones.
Meado por los perros, Alberto fue el presidente de la Democracia que más divisas recibió del agro, salvo este último año de intensa sequía.
Desde que se reimplantaron en 2002 las retenciones y además se hizo obligatorio liquidar las divisas por el comercio de granos en el Banco Central, el sector agrícola inyectó en el mercado cambiario unos 20.000 millones de dólares anuales, salvo en la etapa de Alberto: en 2020, 2021 y 2022 el promedio creció un 50% y se ubicó en 31.000 millones de dólares. Solo el año pasado el gobierno recibió una inyección de más de 40.000 millones de dólares. Este año la racha se cortó tras tres años seguidos de sequía: la cosecha cayó un 40% y en la misma proporción caerán las exportaciones.
Mientras gozaba de las mieles de cosechas abundantes y altos precios internacionales de los granos, Alberto no participaba de las reuniones del Consejo Federal Agropecuario y mucho menos hablaba de las desgracias del campo, que existían. El presidente ignoró casi por completo la agenda controversial de discusiones pendientes con el agro. Recibió a los dirigentes de la Mesa de Enlace acaso uno o dos veces al principio de su mandato y les ofreció reuniones periódicas. Pero después los despreció por completo.
Incluso se permitió disfrutar de un lujo casi perverso: El Presidente ignoró por completo el problema climático y su impacto dramático en todo el interior hasta bien entrado este año. Recién mencionó la palabra “sequía” en un discurso cuando Sergio Massa, el ministro de Economía que se transformó en virtual cabeza de un gobierno en fuga, asumió que ese era el mejor argumento para renegociar las deudas con el FMI y justificar todos los problemas de la economía. “Es la sequía, estúpido”. Eso es lo único que les falta decir a este grupo de funcionarios ahora que se han convertido en comentaristas de esa desgracia.
Es así, triste, patético. A pesar de los elevadísimos recursos que recibió del campo, el de Alberto será otro gobierno que no habrá mejorado la vetusta ley de Emergencia Agropecuaria, y mucho menos habrá impulsado un seguro agrícola multirriesgo, que su vicepresidenta, Cristina Kirchner, quería hacer obligatorio allá por una sequía en 2013. Que mejor que decir es hacer, y mejor que hacer es fornicar, nos dirá en unos años la ministra Victoria Tolosa Paz.
De todos modos, somos nosotros los de a pie los que debemos sentir pena por Alberto. En rigor, frente a ministros provinciales que saben de memoria lo que sucede, el primer mandatario volvió ahora a explicar el impacto de la sequía sobre la producción agrícola.
“La actividad industrial crece un 3% en lo que va del año, la agropecuaria cae un 45%. Si no hubiéramos tenido la sequía, estaríamos creciendo cuatro o cinco puntos este año”, se lamentó Alberto, que por fin cayó en la cuenta de la importancia del aporte del agro al resto de la economía.
“Ya vengo hablándole a Sergio (Massa) desde hace tiempo y hablé también con Juan Cabandié, el temor que me genera de vuelta una ola de inundaciones en Santa Fe, Corrientes, porque es lo que se pronostica y ya lo vivimos. Lo que no podemos hacer es que después de haber vivido la experiencia no nos adelantemos a que volvamos a repetirlo”, explicó el presidente de tan mala fortuna.
“Tenemos que ponernos a trabajar hoy para ver de qué modo mitigamos los efectos de esas inundaciones que no solo tienen un efecto sobre la agricultura sino un efecto social porque hay gente que queda anegada y fuera de circulación por mucho tiempo”, añadió.
Cri, cri, cri. Todos los ministros provinciales se quedaron aguardando instrucciones para comenzar ese trabajo.
“Siempre estuvimos cuando el sector nos necesitó. Estuvimos para todos los productores y vamos a seguir estando porque estamos convencidos de que así podemos construir el país que queremos. Tenemos un desarrollo agropecuario que nos hace líderes en el mundo. Debemos ir por más y podemos hacerlo”, concluyó el pobre Presidente meado por los perros.
Dele Presidente, ya sufrió mucho. Relájese.
El secretario de Agricultura demostró estar a la altura de las circunstancias, cuando al tomar la palabra detalló que “la sequía más importante de los últimos 100 años ha sido un denominador común que ha impactado fuertemente no solo en las cuentas públicas, sino también a la economía de las y los productores, por la que hemos perdido el 50% del volumen exportable”.
“Lo que nadie puede negar es que hubo un Estado presente, que hubo una fuerte inversión y un acompañamiento a los sectores afectados con el objetivo de que no queden productores en el camino”, subrayó Bahillo.
Bichos de Campo sí puede negarlo: si las pérdidas de los productores llegaron a unos 18.000 millones de dólares, como se estima, el paquete de ayuda de la Secretaría de Agricultura para ellos sumó apenas 17.000 millones de pesos (unos 60 millones de dólares oficiales), y además están sub-ejecutados.
Los ministros provinciales eso también lo saben. Con suerte esta será la última reunión del Consejo Federal Agropecuario que deban soportar con los funcionarios de este patético gobierno.