De que el fideicomiso estatal Fondo Estabilizador del Trigo Argentino (FETA) esconde una enorme irregularidad no quedan dudas: Fue creado por el gobierno nacional en marzo de 2022 a pesar de la resistencia de toda la industria molinera, salvo una o dos empresas. Con los 400 millones de dólares recaudados de la suba de las retenciones a la soja, la sociedad que más empujó ese fideicomiso fue la que más dinero cobró. Y como “billetera mata galán”, esa misma firma ha venido ganando posiciones en el mercado a costa de sus competidores que no adhirieron.
Hay 150 molinos en el país, la mayoría chicos y ubicados en pequeñas localidades del interior. La inmensa mayoría de ellos no ingresó al operativo, porque no podía esperar que el Estado pagara los descuentos que había que hacer al vender las bolsas de harina. Molinos Cañuelas y sus empresas controladas (como Molino Florencia) están en convocatoria de acreedores por unos 1.300 millones de dólares, incluido mucho pasivo con organismos y bancos estatales. Ellos controlan el 25% de la molienda total y fueron los primeros en anotarme en el sistema y también los primeros en recibir el dinero. Luego algunos los siguieron con resignación, pero está muy claro que la mayoría decidió quedarse afuera.
Roberto Feletti, el ex secretario de Comercio que había colocado Cristina Kichner en el gobierno, se fue inmediatamente después del primer pago a Cañuelas. Fueron 1.100 millones de pesos en una sola transferencia, como adelanto, el subsidio más grande de la historia. El resto de la molinería observó impávida como la Secretaría de Comercio Interior, que debía velar por la transparencia comercial, promovía un sistema injusto, donde el pez grande se comía a los pequeños. La estadística oficial de molienda (con datos disponibles hasta noviembre) muestra como las empresas del Grupo Navilli incrementaban con el correr de los meses sus volúmenes cerca de un 20%, desplazando a muchos otros.
Todos pensaron que con el cambio de año el FETA iba a llegar a su fin, porque además desde el 1° de diciembre pasado el ministro Sergio Massa, al pactar un nuevo dólar soja con las grandes exportadoras agrícolas, decidió reimplantar el diferencial histórico de retenciones, y tanto el aceite como el harina de soja volvieron a tributar 31%, y no los 33 puntos a que habían subido para financiar el escandaloso fideicomiso triguero. De ese movimiento de alícuotas surgió la plata que financió las millonarias transferencias a Cañuelas y otros pocos molinos y empresas alimenticias. Pero hasta 400 millones de dólares se acaban cuando los favores oficiales son tan visibles, y al parecer con la plata recaudada hasta ese momento el Fondo podrían mantener los aportes hasta febrero.
Esta situación, empero, no encontró desprevenido al grupo Cañuelas. El presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM), Diego Cifarelli, se dispuso a negociar con las autoridades del Ministerio de Economía sobre este asunto. Esa reunión sucedió ayer, miércoles. Pese a que hubo cambios en la comisión directiva de esa entidad y hasta se desplazó al representante del segundo molino más favorecido por el FETA, Lagomarsino, los empresarios díscolos no lograron evitar que Cifarelli fuera sin compañía a la reunión con Massa y con su secretario de Comercio, Matías Tombolini.
Pocas veces se verán volteretas tan sonoras como la que pegó este economista devenido en funcionario, que ni bien asumió el cargo en agosto pasado anunció que el FETA iba a durar solo hasta fin de año, pues no había cumplido con su objetivo de estabilizar los precios del pan, y que además los subsidios iban a ser redireccionados hacia los panaderos, porque los beneficios de volcar 400 millones de dólares en la molinería no impactaban finalmente en los precios al consumidor. ¡No, Tombolini! Que esa no era la idea. La idea justamente era que la plata quedara en manos de unos pocos molineros. Como sea, el secretario guardó violín en bolsa y no volvió a hablar públicamente nunca más del tema.
Massa recibió a Cifarelli -que a pesar de representar a toda la industria molinera siempre se ha mostrado más cercano a su principal soporte político en la FAIM, que es el Grupo Cañuelas- junto con Tombolini. Ese funcionario, según la versión que el propio Cifarelli transmitiría luego a sus pares, le explicó al ministro que el FETA “era un casi de éxito”, pero le advirtió al mismo tiempo que su continuidad corría peligro porque Economía -al devolver los dos puntos de retenciones a los exportadores- lo había dejado sin financiamiento.
Las fuentes dicen que Massa, en ese momento y convencido de que lo que le decían era cierto, levantó el teléfono y llamó directamente a su secretario de Finanzas: “Sacame del 33% que le sacan a la soja 2 puntos para seguir alimentando el FETA”, le habría ordenado.
Otra versión sobre la misma reunión indica que en la reunión le dijeron a Massa que la mayoría de la molinería estaba adentro del fideicomiso (lo cual es a todas luces falso, porque solo adhirieron unas pocas empresas molineras y hubo 135 firmas que decidieron quedar afuera) y que los que rechazaban el FETA eran simplemente “marginales”. Cañuelas acumula deudas millonarias con la AFIP, pero en caso son pasivos no exigibles por haber quedado dentro del concurso de acreedores que se desarrolla en… un juzgado pequeño de Río Cuarto.
Como sea, en esta versión de los sucesos el resultado fue el mismo que en la primera: Massa tomó el teléfono y pidió a Finanzas que se continúe de algún modo subsidiando este escandaloso mecanismo de transferencia de dinero a unas pocas cuentas bancarias.
La noticia sobre una posible continuidad del FETA -que Cifarelli compartió recién horas después con los socios de su entidad- desató un vendaval dentro de la Federación Molinera. Hay un grupo importante de molinos que directamente se comenzó a reunir fuera de las oficinas de la organización empresaria, donde hay fuerte aroma de ruptura. De un lado, las empresas de los Navilli y unos pocos molinos más. Del otro el resto, que es mucho más numeroso pero más débil.
Este escenario promete un desenlace de película, pero de película de terror, con varios heridos y hasta algún que otro muerto. Hay molinos que no reciben el subsidio que estarían al borde de la cesación de pagos, pero que no pueden sostener la competencia desleal que implica que Cañuelas (o Florencia, o Morixe, o Lagomarsino, o Molinos Río de la Plata) aparezcan en su territorio vendiendo la harina más barata que ellos, gracias al subsidio que reciben desde el fideicomiso.
Todo este escenario promete además un recrudecimiento de las denuncias administrativas e incluso judiciales. Diputados de la Coalición Cívica ya presentaron una ante un juzgado penal, que por ahora no arroja resultados. Ese expediente sin duda tendrá nuevas fojas y funcionarios denunciados en el momento en que Massa o Tombolini estampen su firma en una nueva resolución ordenando una transferencia de recursos adicional al fideicomiso.
Lo más insólito es que Molino Cañuelas ya arrastra una acusación por abuso de posición dominante en la molinería, que la propia Secretaría de Comercio Interior avaló en 2018 aplicando sanciones concretas.
Lo más triste es que con los 400 millones de dólares que se gastaron en este engorroso mecanismo financiero, del que nadie conoce su distribución final, se podrían haber comprado cientos de miles de kilos de pan para los sectores más desprotegidos, o incluso hacer construido muchas panaderías.