Martín Kowalewski es biólogo, antropólogo e investigador del Conicet. Es presidente de la Asociación de Primatología Argentina y dice que estudiar no alcanza para conservar a los animales. Por eso explora caminos que combinan investigación con activismo por la conservación de la biodiversidad.
-Últimamente hubo muchas noticas de avistaje de animales silvestres en la ciudad. ¿Tiene que ver con la pandemia?
-Como hay más tranquilidad a causa del aislamiento obligatorio es posible que se haya incrementado el avistaje de fauna silvestre en áreas periurbanas, aunque también ocurre que la gente está en sus casas más tiempo y quizás empezaron a observar fauna que antes pasaba desapercibida.
-¿Entonces no es un fenómeno nuevo?
-Para nada. La continua destrucción y modificación de los ambientes naturales han incrementado lo que llamamos “la interfase silvestre-doméstico-humana” que es un área donde comienzan a superponerse las actividades de animales silvestres, los humanos y sus animales domésticos asociados.
-¿Y a qué se debe?
-A la falta de áreas naturales protegidas y a las modificaciones sobre los hábitats naturales que provocan un desplazamiento de animales en busca de alimentos y refugio. Esto genera un ecosistema urbano donde hay fauna silvestre, con el problema de que estos animales no se pueden reinsertar en el ambiente natural porque en la mayoría de los casos ha desaparecido y, si llegara a quedar, hay que tener en cuenta un proceso de reacomodamiento comportamental y chequeo sanitario. Por ejemplo, si los animales se han acostumbrado a la presencia humana esto puede ser un problema, y por otro lado, no querríamos trasladar patógenos de un ambiente urbano a un ambiente natural, perjudicando potencialmente toda la fauna del lugar.
.¿Y a los humanos qué problemas trae?
-Las modificaciones de hábitats naturales van desde la falta de planificación y sustentabilidad de nuestro sistema agroganadero o del establecimiento indiscriminado de forestaciones hasta pequeños emprendimientos inmobiliarios avanzando sobre bosques, pastizales, ríos o e esteros. Otra problemática son los saltos zoonóticos entre especies animales y muchas veces hacia los humanos.
-¿Puede afectar también al ganado?
-Sí: los intercambios de patógenos pueden darse entre cualquier especie. En áreas de interfase se aumenta la probabilidad de intercambios entre fauna silvestre y animales domésticos y de granja, afectando su supervivencia.
-¿Qué hay que hacer frente a esta situación?
-Por un lado tomar conciencia a nivel individual y generar comportamientos más responsables. Por ejemplo, preguntarnos ¿Por qué consumimos lo que consumimos? ¿Es saludable? ¿De dónde viene? ¿Cuál es el proceso de producción de este producto? Y esto puede de ir desde un adorno para la casa, un juguete para nuestros hijos, ropa, y lo que ponemos en una ensalada. Después, nos enfrentamos a cambios que tienen que ver con decisiones políticas que pueden incluir decisiones tan diversas como un sistema con agroecología, minería sustentable, soberanía alimentaria, usos de energía más amigables, manejo de basura y mantenimiento y áreas protegidas, entre otras.
-Usted dice: “Cuando el monte se calla hay un peligro latente”. ¿Qué significa?
-Los monos aulladores, aúllan. En Argentina viven en Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes y una parte de Santa Fe. Casi todos los días, y en especial a la mañana temprano, se los escucha. Cualquiera que lea esto y ha pasado por esta experiencia los debe estar imaginando. Los monos aulladores viven en bosques ribereños y fragmentos de monte y, cuando ya no están más, algo fuera de lo normal puede estar sucediendo.
-¿Por ejemplo?
-Y, que el bosque degradado donde estaban ya no aguanta para que puedan comer y vivir ahí. La desconexión de bosques hace que bajen al suelo y sean atacados por perros o sean cazados para tráfico ilegal. Los monos aulladores son susceptibles a la fiebre amarilla, y una vez infectados no duran más de 3-5 días. Esto es malo para la especie pero es una ayuda para la salud pública porque enciende una alarma sobre la posible urbanización de fiebre amarilla e indica dónde incrementar la vacunación. Por esto a los monos aulladores se los considera centinelas de la salud pública, y es otra de las razones por las cuales debemos conservarlos.
-Usted cuenta que vivió una situación de desmonte muy fuerte. ¿Cómo fue?
-Mi trabajo con los aulladores en Chaco y Corrientes me llevó a ver cómo se eliminaban fragmentos enteros de bosque, más que nada para ganadería. A veces, teníamos grupos de animales que seguíamos desde hacía muchos años, los conocíamos bien y era desesperante verlos a la cara mientras caían los árboles o avanzaba el fuego. Suena raro, pero era una sensación como de querer pedirles perdón al saber que la mayoría ya no iba a encontrar donde instalarse.
Nota de la redacción: Kowalewski también es profesor de Ecología del Comportamiento FACENA (UNNE). En Corrientes está a cargo de la Estación biológica Corrientes del CONICET, una institución que se dedica a la investigación y la educación no formal de la ciencia. Martín estudió en la UBA, en Estados Unidos y al regresar se instaló en Corrientes para continuar sus investigaciones con monos aulladores y otros animales. Es vicepresidente para el Cono Sur del Primate Specialist Group SSC de la IUCN