Hace 7 años, Marcelo Saravia, un obrero metalúrgico de toda la vida, decidió dejar de ser empleado para fundar su propia fábrica de implementos agrícolas en su tierra natal, Armstrong, pujante localidad del sur de Santa Fe. A partir de esa decisión, su historia es la de una pyme que atraviesa un complejo contexto económico con poca espalda pero mucho esfuerzo y determinación. Marcelo siente que puede competir con las grandes firmas del mercado.
En su propia empresa, Marcelo reúne toda su experiencia de vida: tanto que la decidió nombrar “PyB”, por las iniciales de sus hijos, Pía y Brian.
No es extraño que un joven de Armstrong se dedique a la metalmecánica, pues la localidad santafesina es reconocida por ser un polo fierrero abocado al agro y albergar varias empresas muy competitivas y con proyección nacional. Con 23 años, Marcelo, al igual que muchos otros jóvenes de su edad, comenzaba su carrera como metalúrgico tercerizado, un engranaje más en un sistema plagado de fabricantes y agropartistas. Hoy, a sus 45 años, es un jugador de ese tablero.
“La idea es crecer, aprender y tratar de no quedarse en lo mismo como empleado”, destacó el emprendedor en diálogo con Bichos de Campo. Actualmente, en su galpón produce 12 tipos de maquinarias e implementos para la producción agropecuaria, tales como carros, grúas para bolsones, transportadores de rollos, elevadores y palas frontales.
Pero si llegó hasta ahí fue gracias al oficio, la experiencia y la esperanza, porque tuvo que empezar desde cero y con las pocas máquinas que adquirió con sus ahorros.
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El de Marcelo es un trabajo diario muy intenso, con jornadas que pueden durar hasta 12 horas y con todas sus habilidades multitareas puestas al servicio de la empresa. Es que, como la pyme no tiene espalda para costear mucho personal, él mismo tiene que “hacer de todo” para llevarla adelante. Así, alterna roles, y pasa de soldador y pintor a administrativo y vendedor en un abrir y cerrar de ojos.
“Hay que pelearla todos los días”, asegura el metalúrgico, que reconoce que no es fácil subsistir en el rubro. Pero no se debe sólo a la competencia con los grandes jugadores del mercado, sino fundamentalmente a la cuota de incertidumbre que imprime la inestabilidad económica, la cambiante política monetaria y la caída en la inversión tecnológica que afronta el sector.
Ante ese complejo escenario, la salida que encuentra Saravia es brindar un servicio personalizado y expandir sus ventas a las redes sociales. “Hay que hacer que el cliente siga confiando”, destaca, y por eso reconoce que, a menudo, debe cubrir varias aristas al mismo tiempo: “Hay que atender el teléfono mientras soldás y dejar todo para salir al campo si hay que reparar”, aseguró.
No son pocos los frutos que ha cosechado, pues la maquinaria de PyB no sólo puede encontrarse en campos de Santa Fe sino que han llegado a Buenos Aires y La Pampa.
Ante un productor que demanda, Marcelo debe también planear su estrategia, sobre todo cuando constituir stocks no es sencillo. “Depende de las circunstancias. A veces, cuando hay espalda, se produce para tener en stock y vender. Y si no, se vende primero y después se hace”, explicó.
Si tener una pyme en Argentina es estar sujeto a vaivenes e incertidumbre, que esté abocada al agro tiene un plus: una mala cosecha puede arruinar toda una temporada de trabajo. Así fue el 2023, tanto para las empresas más pujantes como para las medianas y pequeñas. “Fue un año parejo para todos”, destacó Marcelo, que sabe bien que a su marca le aquejan los mismos problemas que a otros jugadores del ámbito.
Con un retroceso de ventas de más del 20% en lo que va del 2024, y una caída del precio internacional de los granos al nivel más bajo desde 2020, el mercado parece no remontar, y las expectativas de pocas precipitaciones de cara al próximo trimestre no mejoran el diagnóstico. Eso impacta directamente a la agroindustria, que, a pesar del cambio de gobierno y el viraje en la política monetaria, aún no logra recuperarse.
“Todavía no arrancamos del todo, falta estabilidad. Venimos de años muy negativos, de cosechas muy malas, y la gente tiene muchas deudas acumuladas, pero tenemos expectativas”, aseguró Marcelo, con la misma esperanza con la que fundó su empresa años atrás.
Si al productor le va bien, es natural que haya inversión en maquinaria y mejore la productividad. Pero, para eso, no sólo se necesitan buenas cosechas, sino medidas de fondo, ya que -explicó el empresario- “tras pagar las deudas, pagar las retenciones y con una cosecha que tampoco es tan buena, no queda mucho para el implemento nuevo”. El efecto directo es el mismo que en el mercado automotriz: crece la venta de maquinaria usada y disminuye el trabajo de las fábricas.
Sin embargo, entre tanta inestabilidad, al menos hay buenos signos, porque Saravia señaló que, aunque con poco plazo de pago, “se consigue el material para trabajar”. No es un aspecto menor, porque constituye un punto siempre sensible para la industria en crecimiento, muchas veces azotada por los límites que se imponen a la importación o por la falta de divisas.
“Al rubro le tengo fe, sé que en algún momento va a andar fluido”, expresa el metalúrgico, que sigue apostando a producir porque es su pasión y el proyecto de vida que tanto anheló. “Esto es lo que me gusta, y acá tengo una inversión hecha, en el galpón, las máquinas y el conocimiento adquirido, que tampoco puedo tirarlo de un día para otro”, agregó.
-¿Qué es lo que necesitan empresas como la tuya para prosperar?
-Lo que siempre digo es que necesitamos leyes laborales para abaratar el costo que significa para el patrón contratar gente. Las cargas sociales son muy altas, pero también lo es el riesgo de tener a alguien en negro, y eso te condiciona a no tener empleados y trabajar mucho menos por no tener con qué hacerlo. Tenés que elegir entre pagar un costo muy alto o arriesgarte a perder la empresa y lo que hiciste toda la vida por un juicio laboral.
-¿Y respecto al crédito? ¿Necesitan un actor que apalanque ese proceso?
-Los chacareros siempre estuvieron acostumbrados al crédito, sean chicos, medianos o grandes. Se necesitan créditos blandos, y que haya una estabilidad económica para poder planear a futuro, porque hoy vos no podés comprar fierro sin saber qué va a pasar acá tres meses. Lamentablemente, hoy no sabés si lo compras y ganás plata o compras y perdés plata.