Su abuelo, Enrique Mc Grech, fue un reconocido pintor costumbrista. Su abuela prima hermana de Antonio Berni. En su casa se respiraba arte. La pintura es una de las pasiones que atesora Marcelo Mc Grech además del campo. Las otras dos son coleccionar ponchos y la pesca con mosca.
Los invito a conocer un entretenido mundo de pasiones de este ingeniero en producción agropecuaria que durante 27 años estuvo vinculado al sector rural desde su actividad en la banca privada. Actualmente es consultor en empresas, asesorando en producción primaria y procesos agroindustriales y de comercialización. Muy vinculado en todo lo que tiene que ver con innovación y agtechs.
“El arte es talento, pero también trabajo, dedicación e inspiración”, dice Mc Grech en la charla que tuvimos para el capítulo 16 de Oli-Nada-Garcas “El podcast de tu vida”. Y “con una caña en la mano y metido en el río me olvido de todo, es mi champú cerebral”.
-¿Cómo surge la pintura en tu vida? ¿De dónde viene esa pasión?
-Te diría que todo en la vida está encadenado. Todo surge de dónde te criaste, de tus raíces, de cómo te educaron. La realidad es que, en mi casa, tanto paterna como materna, el arte siempre estuvo presente. Enrique Mc Grech, mi abuelo paterno, fue un gran pintor costumbrista (N de la R: nació en 1890, en 1909 se recibió de Médico Veterinario, mientras tanto estudió en la Academia de Bellas Artes y en 1910 se fue becado a España, presentó obras en salones de París y Madrid). Pero además, mi abuela era prima hermana de Antonio Berni, y si querés sumar, el padre de mi mamá pintaba a acuarelas, con lo cual, en mi casa, hablar de arte y ver arte en las paredes era algo sumamente común y algo que entró como una costumbre y una pasión. Y eso te despierta un montón de cosas y te hace apreciar los artistas que tenés cerca y los que no están cerca, y empezás tener una sensibilidad por lo estético importante.
-¿Y cómo empezaste a pintar vos?
-Un poco inspirado por todo eso y por mis abuelas, te diría, que fueron las que más me hablaban de mis abuelos. Ahí me entró la pasión por el arte, la historia y las cosas criollas. Atrás mío (ver el fragmento de video más abajo) ves un montón de ponchos que colecciono. Mi primer recuerdo de pintura era entrar al estudio donde pintaba mi abuelo, para el que conoce la obra de mi abuelo los cuadros son grandes, con figuras humanas casi de tamaño natural, y vos entrabas al estudio y tenías los caballetes con los óleos, y en las paredes había colgada platería y algún sable, una lanza, y ponchos… ese ambiente para mí era mágico. Uno empieza a dibujar de chiquito. Y después te gusta dibujar y pintar y como me gustaban tantas cosas no estudié tanto pintura como debería o podría haber hecho. Porque más allá de tener alguna cualidad artística, el arte también es trabajo, constancia y dedicación. Así me inicié en el arte, que es algo muy bueno para la cabeza, para encontrarte con vos mismo, para poder sacar cosas de adentro, necesitás un cierto caos para crear.
-¿Y cómo fue tu proceso de pintor?
-A medida que pasaron los años, como soy ansioso, en vez de dedicarme a oleos que tardan en secar y que son de procesos lentos, me fui inclinando por las acuarelas que son más rápidas, como un sketch. Distinto del oleo porque si te equivocas, sonaste, es dura la acuarela para el que pinta, pero para quienes vivimos apurados y somos ansiosos, la acuarela es una solución para agarrar el pincel y “manchar papeles”.
-¿Cuál es la primera pintura que te acordás que hayas hecho?
-Te diría que es difícil acordarme. Hace un tiempo estuvimos viendo con mi madre dibujos de cuando era chico. Y de los que me acuerdo, había una escena del combate de San Lorenzo. Y la otra era un rancho bien campero. Eso es sin dudas la influencia del costumbrismo de mi abuelo. Algo rural que me fue enganchando con mi profesión posterior de ingeniero en Producción Agropecuaria, con mi amor hacia todo lo que tiene que ver con el campo, el caballo y todo eso.
-¿Y lo de los ponchos? ¿Cómo surgió?
-Y bueno, todo ese vínculo profesional y de legado con el campo fue también lo que me enganchó con los textiles del campo. Y cuando empezás y tenes tu primer poncho decís quiero otro, y te hacés hacer uno, y te regalan otro, y heredás uno de un abuelo, y te va gustando y vas aprendiendo y viendo un cierto arte en el tejido. Un arte que va muy para atrás en los años y las raíces originarias de Argentina y América.
-Te traigo a la pintura de nuevo, ¿Y cómo es el proceso de creación? ¿Qué tiempo le dedicás? ¿Se puede empezar y seguir después?
-La acuarela empezás y terminas. Podés retocar un poco y mejorarlas después de un tiempo. Y lo que te puedo contar es que tengo pilas de cuadernos de cuando hablaba con los clientes por teléfono y dibujaba. Tenía mi cuaderno y un lápiz al lado. Escuchaba atentamente lo que hablábamos y cerrábamos negocios y todo eso, pero en esos cuadernos vas a encontrar muchos “dibujitos”.
-¿Y qué dibujabas?
-Caballos, árboles, personas, casas.
-¿Y cómo o cuándo te hacías tiempo para pintar?
-Bueno… tengo cuatro hijos, y me divierte y disfruto mucho estar con ellos, con lo cual, tampoco el tiempo que tengo es mucho. Con cuatro varones imagínate que los fines de semana son de puro deporte. Y tenía pocos tiempos, pero tenés que tener tu lugar para encontrarte con el arte. Además, en el verano, cuando nos íbamos de vacaciones también aprovechaba y pintaba alguna acuarela.
-¿Qué cosas te inspiran?
-A mí me inspira mucho la naturaleza. Me cuesta pintar otras cosas. En acuarela es muy común pintar arquitectura. Dibujar una casa, una calle, quizás alguna persona y paisajes. Hay ciertos momentos, ciertas luces. Es clave para cuando sos un pintor amateur, aficionado, como yo, tener un buen teléfono. ¿Y vos dirás para qué? Para sacar una buena foto, porque vos con una foto que capte ciertas luces espectaculares y generen un clima tenés dónde empezar a pintar. Después es un desafío llevar esa foto a un papel. No es sencillo.
-¿Y qué es lo fundamental para lograrlo?
-Hace unos años estaba charlando con unos artistas más importantes de argentina, pintor de óleo increíble, que se llama Georg Miciu, y yo le dije “tengo que agilizar mis pinceles”. Y él me dijo, “no, tenés que agilizar el ojo”. Saber ver e identificar cuál es el color que vas a poner en un papel para que cause el efecto de lo que estás viendo es algo que tiene que ver mucho con el ojo. Y si te pones a ver obras de grandes maestros de la pintura, y las ves en detalle, los colores que vas a ver en diferentes trazos es una locura. Si yo te digo que hay caras en donde el verde es primordial vos me vas a decir que estoy loco. Pero es así. (N de la R: Georg Miciu Nikolaevici nació en Bludenz, Austria en 1946 y llegó a la Argentina tres años después, junto con sus padres y huyendo de los estragos de la guerra. Vivió en Villa Gesell, City Bell, Córdoba y desde hace varios años se ha radicado en San Martín de los Andes).
-Contame un poco más de los ponchos…
-Te diría que soy un amante del textil, no llego a ser coleccionista, me gustan los diferentes diseños, he ido aprendiendo, me encanta buscar, y lo fui sacando de los ponchos que veía en la casa de mi abuelo. Y de hacer un viaje a caballo y sentir de la practicidad de un poncho, que te agarre una lluvia y tengas un buen poncho o un mal poncho y te des cuenta de la diferencia entre uno y otro. Vas a estar mojado o seco. Siempre me pareció una prenda que tenía mucho que ver con la raíz argentina, el gaucho y el viaje a caballo. A mí me apasiona estar arriba de un caballo y el poncho pasaba a ser una buena prenda para llevar.
-¿Y dónde vas comprando?
-Y, donde puedo. Incluso cuando viajo al exterior y visito museos voy a la parte de textiles y me gusta ir a verlos tanto como los cuadros. Presto atención a los diseños y los dibujos. Porque hay diseños que los vas a encontrar en una alfombra de Kazajistán o en una manta de caballos árabes y también en un poncho latinoamericano.
-¿Y cómo te das cuenta si un poncho es bueno o malo?
-Los ponchos tienen, como un cuadro, algo único, cada poncho, si son artesanales, son una pieza única. Existen ponchos industriales muy buenos. Hay un poncho que se usa en la Patagonia, en el sur de Chile que se llama poncho Castilla, que es negro, con cuello alto, con espesor, que puede nevar, llover y estás fantástico. Ahora bien, un poncho de telar hecho por un artesano hay que ver cuán cerrado es el tejido, el grosor del hilado. A medida que es más estrecho el tejido te va a proteger más.
-¿Y la materia prima influye?
-Si. No es lo mismo un poncho de vicuña fino que uno grueso. Y uno de lana patagónica comparado con uno de lino peruano. Para mí son todas piezas únicas y cada una tiene su belleza.
-¿Cuántos ponchos tenés? ¿Los tenés contados?
-Si… (duda, se ríe) superan los 30. Mi mujer de dice “¿Otro más?”
-Bueno, che, hay otros que coleccionan camisetas de fútbol…
-Por supuesto. Le he regalado varios ponchos a mi mujer con la excusa de que me gustaban… Cada uno de mis cuatro hijos tiene su poncho. Y si venís a casa en invierno, los chicos tiene su poncho arriba de la cama, una especie de cubrecama. Y me divierte. Tengo una ahijada que cumplió años y me dio una mano muy grande y para mí regalar un poncho es algo único. Es arte. Más allá de que sea una prenda. Vos sabés que las líneas de colores significan el rango del que lo usaba. Es divertido, es un buen pasatiempo.
–¿Y la pesca con mosca? Sería la tercer pata de este trípode de pasiones tuyas…
-Vuelvo al inicio. El arte y el sentido de lo estético, el amor a lo criollo que saqué de casa, el amor al caballo, todo eso hizo que me guste mucho la Patagonia. Pero para ir a la Patagonia y volver seguido necesitaba una excusa. Y así surgió la pesca con mosca, que era lo que me llevaba todos los años con amigos a pescar. Y te vas enganchando. Incluso tiene que ver con lo estético también porque una vez un americano me dijo, “Yo pesco truchas porque vive en lugares lindos”. Una definición genial, con la que me siento totalmente identificado. De los últimos 30 años casi no hubo año que no haya ido a pescar al sur.
-¿Y dónde te gusta ir?
-La zona que más he pescado es Junín de los Andes. Y he pescado, te diría, por todos lados de la Argentina. También he tenido la suerte de hacerlo fuera del país. Tanto en Chile como en Europa. Es un pasatiempo que te conecta con la naturaleza y tiene algo que para mi vida laboral era clave que es cómo te desconecta y cómo te desestresás. Una vez un médico me dijo que para sacarte el estrés tenés que poner el foco en algo. Lo bueno que tiene la pesca con mosca es que te podés meter en un río una mañana y estar todo el día pescando y tu cabeza puede estar pensando de qué manera vos vas a poder engañar con un anzuelo con unas plumas a una trucha que es bastante inteligente y sabe lo que come. Ese tiempo que puede durar como corto dos horas y hasta 8 o 10 horas, te hace un shampoo cerebral espectacular. Es como el que juega al tenis su mente durante una o dos horas está en pegarle a la pelota y pasar la red y ver cómo le gana al de enfrente.
-Esa sensación que decís la tuve cuando hice el ascenso al Volcán Lanín, porque la última etapa, en la subida previa a hacer cumbre, con hielo y nieve, de noche, en algún momento, vos lo único que vas pensando es en poner un pie detrás del otro y ves los pies del que va adelante tuyo en la fila india, no pensás en nada más…
-Sin duda que ese foco te descansa. Es la antítesis cuando tenés la pantalla de la computadora, el celular, y te suena el teléfono de la oficina. Cuando vos podés poner foco en un deporte, más el Lanín que es una montaña mágica, te lleva a esa desconexión de muchas cosas. Yo con la caña en la mano y en un río me olvido de todo.
-Armemos un pin pong con tus pasiones, si te digo pintura ¿Qué palabra o sentimiento te dispara?
-Creación. Es crear algo desde mi concepción de la pintura es crear algo lindo, para disfrutar.
-¿Los ponchos?
-Más allá de tradición, te diría que para mí el poncho es protección, te abraza.
-¿La pesca con mosca?
-Naturaleza. Mucha naturaleza. Es el disfrute ahí.
-¿Alguno de tus hijos sigue estas pasiones tuyas?
-Creo que uno instruye con la palabra y educa con el ejemplo. Y el ejemplo hace que te sigan. Mis cuatro hijos son totalmente diferentes uno del otro. Y creo que en todos influí. Queriendo o sin querer. Uno le va pasando pasiones. Para resumirlo rápidamente, el mayor tiene la pasión por la agronomía, la producción y el caballo; el segundo es el más estético de todos y el más creativo; el tercero tiene la pasión por la pesca y el rugby. Y el más chico es el que más me acompaña en mi pasión por los caballos.
-Gracias Marcelo, ¿Qué tema musical elegís para cerrar esta linda charla?
-La música es el pendiente de mi vida porque no tengo oído ni para tocar el timbre. Y me fascina la música toda. En mi lista de Spotify podés pasar de Bethoveen a Los Chalchaleros y Pink Floyd. Pero si tengo que elegir me quedo con el folclore, y los máximos exponentes fueron Los Chalchaleros. Una canción es “Amor y distancia”.
Muchos Cariños a la hermosa gente de Bichos del Campo
Siempre es un placer leer sus artículos