Entre silos creció Luciana Mengo, una cordobesa que, si bien inició su carrera lejos de la empresa familiar, Silos Mengo, con el tiempo regresó para hacerse cargo de la misma junto a sus hermanos. En la actualidad además preside la Asociación de Fabricantes de Maquinarias Agrícolas de Córdoba (Afamac).
“Lo que me acercó al campo fue la crisis de 2001, que me dejó sin trabajo en la Capital y entonces regresé a Río Tercero, donde ya funcionaba la empresa familiar junto a mi hermano y mi papá, especializada en fabricación de silos e ingeniería poscosecha. Yo no tenía ninguna intención de venir a la empresa, pero finalmente mi hermano, mi mentor más importante, me hizo ver que tenía un potencial increíble y que era algo nuestro y que le debía hacer justicia a quienes emprendieron este camino”, comentó en diálogo con Bichos de Campo.
En efecto, Silos Mengo, fundada por Segundo, tiene 60 años en el rubro y hoy se encuentra bajo la dirección de sus tres hijos: Luciana, Rosela y Matías, quienes persiguen los mismos objetivos que su padre, aunque buscando modernizar y aggiornarse a las nuevas demandas de los clientes. Desde entonces a Mengo le gusta pensar más en el concepto de agroindustria que en el de campo
“Somos tres hermanos y nos complementamos bastante bien. Mi función particular tiene más que ver con el personal, con recursos humanos, la carrera que estudié, pero también estoy con la parte institucional y la comunicación, participando del área de ventas, haciendo visita a obras y ahora también abocada a la parte gremial empresaria como presidente de Afamac cuando me designaron en diciembre pasado”, agregó.
En la fábrica se dedican al armado y mecanizado de silos para el productor. También realizan la obra civil y el montaje, la instalación eléctrica y además mantienen y reparan instalaciones, para lo cual cuentan con componentes y repuestos.
-Hoy, desde la parte empresarial y gremial institucional, ¿qué mirada tenés del campo?
-Hoy veo al campo como la columna vertebral de la economía argentina, sin duda alguna, pero más que eso el campo argentino es una escuela de trabajo para todo aquel que necesita una oportunidad. Desde que llegaron los inmigrantes hasta hoy, el campo no ha hecho otra cosa más que darnos: a los que lo trabajamos, a los que colaboramos y a los que no también. Es la base fundamental del ejemplo del esfuerzo, de la constancia y del riesgo que se asume. Veo al campo como una gran usina formadora, no sólo de economías, sino también de modalidades de trabajo, de formas de encarar la vida; es una invitación permanente a conectar con la tierra, con lo que te da la naturaleza, y desde el lado más duro diría que es lo que mueve la economía de cada uno de los pueblos del interior.
-¿Conocés la realidad del agro en otros países?
-No tuve la oportunidad de viajar, pero sí mantuve reuniones y rondas de negocios relacionadas a la venta de maquinaria agrícola en otros países y lo que veo es que Argentina es una usina y un semillero que puede dar mucho “know how” sobre siembra y maquinaria, y acá quiero destacar a todos los pioneros del país que se dedicaron a innovar y que con la siembra directa dieron el salto de lo artesanal al uso de la tecnología.
-¿Cómo es un día de tu vida?
-Un día en la fábrica o en Afamac empieza en la oficina; a veces compartimos un café con el personal o con colegas, me doy una vuelta por la planta, atiendo llamados telefónicos, libro discusiones con mis hermanos en ponernos de acuerdo y negociar sobre cómo encarar los problemas del día a día y escucho a nuestros colaboradores. En la diaria todo es una novedad por más planificación que se haga. También me reparto entre la maternidad y la recreación.
-¿Te considerás una mujer de riendas tomar?
-Sí, me considero una mujer de riendas tomar porque voy por lo que me parece justo, por lo que creo que corresponde. Creo que soy una persona coherente con lo que pienso y lo que hago y me molestan muchísimo las injusticias y las situaciones antiéticas.
-¿Qué visión tenés acerca de una posible lucha de géneros en el agro?
-No creo mucho aquel concepto acerca de que la agroindustria o el campo es un lugar de varones o en el que hay machismo. Creo que el agro siempre fue un lugar para todos. En los comienzos, con la llegada de los inmigrantes, las mujeres trabajaron a la par de los hombres y lo hicieron sin ningún tipo de tecnología. Pienso en mi abuela, que vivía con sus hermanos y tenía que planchar, cocinar, y emprender miles de tareas que no terminaban nunca, y no eran menos válidas o importantes que las que hacía el hombre, el cual quizás se volcaba más a trabajar la tierra, pero la mujer también hacía eso, incluso en la quinta con la huerta. Lo que sí noto es que antes las mujeres trabajaban tranqueras adentro y en estos últimos años hemos tomado la calle y ocupamos espacios que quizás siempre estuvieron ahí para nosotras, esperándonos. Cada revolución se da en su debido momento y hoy estamos ocupando los mismos espacios que tomaban los hombres.
-¿Entonces no ves machismo en el sector?
-No. En lo personal hablo, no me ha pasado con mis clientes, ni con mi familia ni en la parte gremial empresaria. Al contrario, percibo un clima de camaradería total en donde las mujeres tenemos nuestro lugar y espero que esta costumbre de diferenciar mujer de varón deje de ser necesario para decir nuestros nombres o cargos sin detallar el género. A su vez, admiro y felicito a todas las mujeres que trabajan en el campo; ellas hacen un trabajo silencioso que no necesita de ninguna vanidad, que no necesita de ninguna pantalla. Me gusta que sigan ocupando los lugares que les corresponde porque eso es lo justo, pero si quieren estar más visibles o no, creo que eso depende de cada una.
-¿Considerás entonces que es una cuestión más personal que de posibilidades sobre hasta dónde puede llegar una mujer?
-Sí, creo que hoy las mujeres tenemos todos los recursos y medios para ser mas visibles o invisibles. Yo he visto muchas activistas del campo y asociaciones formadas por mujeres defendiendo a sus familias. Está en nuestro ADN femenino tener una matriz formadora, damos forma a las cosas, acompañamos, pero también somos creadoras, mediadoras, y está en nosotras el querer ir “al lado de” o ir solas. La clave es ir siempre hacia adelante. Por otra parte, quiero aclarar que no es que demostraremos más o menos que los hombres por no tener un puesto que requiera fuerza física y considero que en cuanto a lugares de tomas de decisiones y poder estamos cada vez más cerca de lograr un equilibrio. Dicho esto, quiero marcar que la única diferencia entre hombres y mujeres es que ellos ya tienen asegurados los lugares de poder y nosotras debemos luchar por ellos y ahí es donde creo que radica la cuestión, en que nosotras debemos reclamar, pedir y ocupar los espacios cuando desde el lado del varón estos ya vienen asignados.
-¿Cambiarías algo del agro argentino?
-Del campo argentino no cambiaría absolutamente nada, porque siempre está anticipándose a los cambios y vicisitudes todo el tiempo. Los productores son verdaderos empresarios del campo porque invierten permanentemente en su negocio y enfrentan cada día la labor de llevar adelante la siembra, la cosecha, de arriesgar en las compras y en las ventas, con sus animales y ni hablar de los tamberos. Lo que sí haría es potenciar ese campo si estuviera en mi poder, no exprimiéndolo, sino dándole más oportunidades, aflojándole un poco la rienda impositiva también a las industrias para generar cada vez más inversiones. No podemos negar lo que es un hecho: vivimos en gran parte del campo. Somos un país agrícola ganadero por más que queramos diversificar. Tenemos empresas de tecnología, excelentes médicos y científicos, pero la caja la pone el campo argentino.
-¿Debería el campo seguir luchando por ganar lugares en la política?
-Creo que la política esta presente en todas y en cada una de las acciones que llevamos adelante, militando o no, siendo partidarios o no de una ideología. La política está presente, aunque no queramos. Responde a los lineamientos de acción que decidimos llevar adelante cada día y por eso es necesaria.
Hay que tomar espacios de tomas de decisiones para lograr verdaderos cambios.