El mexicano Ernesto Cruz tiene a quienes lo defiendan e intenten aplicar alguno de sus consejos para incrementar los rendimientos en maíz y otros cultivos. Son los Salieri de Cruz.
Quienes siguieron sus charlas estos días en la Argentina habrán notado que en varias ocasiones el experto puso como ejemplo a un tal “Alejandro”. Se trata de Alejandro Pérez Iturbe, un productor de la zona de Corfo Río Colorado, en la colita sur de la Provincia de Buenos Aires. Su inquietud por incorporar tecnologías al campo se nota a la legua.
-Por lo poco que vislumbré, sos un apasionado de la tecnología. ¿Dónde estudiaste Agronomía?
-En la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca.
-¿Tenías claro de chiquito que querías ser agrónomo?
-Sí, en realidad era Veterinaria y después mutó a la parte de agronomía, porque me imaginaba un espectro mucho mayor de acción. Por eso encaré para ese lado.
-¿Y venías de familia agropecuaria?
-No. Sí teníamos campo, pero no era una familia agropecuaria. Nuestros campo heredado estaba improductivo en la zona de Corfo Río Colorado, y había que hacerlo producir, que era difícil eso.
Mirá la entrevista con Alejandro:
Pérez Iturbe es uno de los productores argentinos que hizo los cursos en línea del mexicano Cruz, récord mundial de maíz con 44 toneladas por hectárea, y luego organizó con otros productores varias veces su venida a la Argentina. La última de ellas provocó polvareda y debate, especialmente cuando Cruz dijo que los productores locales “no saben sembrar”, en referencia a que todavía hay mucha tecnología y proceso que no aplican y que podrían disparara las productividades del cultivo.
Pérez Iturbe le da la razón: Dice que el conocimiento “es lo que te lleva a progresar y tratar de ser más eficiente. Al fin y al cabo, como decía Ernesto también, el fin es un fin de lucro y eso va de la mano de la eficiencia. La idea es poca energía, mucha cabeza, mayor rentabilidad”.
-¿Ese es el concepto? Que la tecnología debería servir para hacer las las las establecimientos agropecuarios viables. No es una carrera alocada por ver quién tiene el último celular..
-No, tal cual. Es al contrario, es como una necesidad para tratar de ser cada vez más eficiente con menos recursos, y así obtener mayor renta.
Alejandro no es de ese tipo de productores que se vive lamentando todo el día de las catástrofes climáticas o las retenciones. Proclama: “Yo las variables que no puedo manejar las dejo aparte y en las que puedo manejar trato de ser activo como para subsistir”.
Su campo ubicado en Corfo (que es un área bajo riego, utilizando las aguas del Río Colorado) tiene justamente ese encanto: disponibilidad de agua. Por eso es apto tanto para hortalizas como para otros cultivos. “Pero después te podés ir hasta la otra punta, y podés hacer vaca de cría, porque también tenés campo de secano”.
“En la mayoría de los campos tenés las dos las dos opciones, una parte de riego y en el mismo campo una parte de secano. Por eso es que se complementa también la ganadería en su versión más básica, que sería la cría, y después la vas tecnificando con engorde, etcétera, hasta llegar a lo que sería la agricultura y la horticultura”, describe el empresario rural.
-Imagino que mucho de la agricultura se hace en función de darle de comer a las vacas…
-Ahí es donde tenés opciones, agarrar y decir voy para allá o voy para allá. Se la podés dar de comer, la podés vender, podés hacer lo que se te ocurra.
En este contexto, la inquietud de Pérez Iturbe para buscar nuevas opciones queda gráfica en la anécdota que lo hizo comenzar a sembrar remolacha azucarera. “Me encuentro con un amigo allá por el 2017 que iba a hacer un viaje a Nueva Zelanda y Australia, que organizaba la provincia de Río Negro, y estando en provincia de Buenos Aires me enganché porque me quería actualizar. Al tercer día en que estábamos en Nueva Zelanda vimos que le estaban dando de comer remolacha a los animales. Directamente del campo. En el lote había animales de 500 kilos, Charolais me acuerdo, que estaban comiendo en una parcela”, recuerda.
El esquema era idea porque permitía prescindir del suplemento con granos en la dieta de ese ganado. “Con esto no le das grano. La remolacha tienes tres mega calorías por kilo de materia seca de energía. La proteína la tenés en la hoja. Entonces tenías todo un combo en una misma planta con alta producción por hectárea, arriba de 35 toneladas de materia seca”.
El relato de Alejandro sigue: “Nada, saqué el celular, vi la latitud que estaba y estaba exactamente en la misma latitud del campo que tenemos nosotros ahí en la patita de la provincia de Buenos Aires. Y me dije: si se hace acá, se puede hacer allá. Con una compañera del viaje y otro agrónomo, nos pusimos las pilas y en tres meses la teníamos plantada en el campo”.
-¿Y funcionó?
-Sí, funcionó espectacular, más que nada muy revolucionario por el tema de la productividad. Tenés en un solo cultivo las dos fuentes, la proteína y la energía. Después tenés que acomodar las categorías de animales, que es muy variable: puede ser vaca lechera, puede ser un animal de recría, puede ser un animal de terminación, podés tener ovinos, podés tener cerdo, de todo. Es muy versátil.
Obviamente, como todo en agricultura, no era soplar y hacer botellas. Pérez Iturbe tuvo que conseguir semilla de KWS de Chile, porque en el país no había. También debió adaptar una sembradora de cebolla (que luego reemplazó con una neumática de gruesa adaptada). De eso se trata este proceso de incorporar mayor productividad: mucho seso para hacer más eficientes los procesos.
¿Y cómo llegó hasta el mexicano Cruz, se preguntarán nuestros lectores?
“La remolacha en parte es lo que me gatilló hacia el tema del maíz, porque había muchas cosas en común. Al ser de alto potencial de rendimiento la remolacha, gatilló a ver qué otros cultivos había. Empezaba la pandemia y entré a averiguar por el maíz, ¿Cuánto es el promedio de nuestra zona? Era de 9.000 kilos. ¿A ver los récord mundiales? Entro a ver y estaban los de 30 o 35 toneladas, o las 44 toneladas que logró Ernesto. Y entonces me digo: ¿Por qué no acá? Si venía de experimentar la remolacha y anduvo”.
Alejandro no se arrepintió de hacer el curso con el agrónomo mexicano, sino todo lo contrario: está convencido de que podrá duplicar los rendimientos promedio en su zona en un tiempo más.
-O sea, hay mucho por por desarrollar. Estamos hablando de 9 mil o 10 mil kilos, pero tranquilamente se puede llegar al doble. De hecho, en ciertos lotes, ciertos tramos, ya se ha llegado a 23 mil kilos. Ahí te das una idea de que el potencial está. 23 mil kilos es lo que rindió en una cabecera.
En ese lote, recuerda Pérez Iturbe, tenía una densidad de siembre de 160 mil plantas. “Y tenía un chimichurri importante y mucha tecnología sembrada de modo distinto, porque acá estamos aprendiendo un montón de tips. Vos los sumás y se potencian entre ellos y es un sinergismo que hace que el resultado sea espectacular. Se logra: hay que ponerse y prestar atención más que nada”.
Debe ser difícil seguirle los pasos a Alejandro en el campo. Cuenta que pese al éxito de la remolacha azucarera, tuvo que dejar de hacer ganadería por la falta de gente que quiera trabajar en el campo en esa región. “Me quedé sin mano de obra calificada para hacer eso, y entonces…”
-Es una picardía, ¿no? Porque es el agregado de valor que necesita el maíz.
-Sí, es una picardía, pero es una realidad que tenemos. Lo vengo viendo en distintos países, en Nueva Zelanda también se vive, en Australia también, en Europa se ve. Vamos a tener que terminar nosotros viviendo y laburando en el campo, que no está mal, pero van cambiando las reglas de juego. Hay muchas cosas que se están tecnificando cada vez más, Entonces, cuanto más se tecnifica es, este, menos de obra necesitás. No es una crítica al sistema, sino que es una realidad y nos tenemos que adaptar.
-La tecnología no como snobismo ni por una carrera loca hacia la productividad, sino como herramienta de supervivencia…
-Si la mayoría de las veces llegás a la tecnología porque salís de una zona de confort que te obliga a pensar y te obliga a adaptarte, porque sino desapareces del sistema.