Los panaderos de la Provincia de Buenos Aires, algunos de ellos visibles militantes del oficialismo, se pasan de vivos: Ahora han comenzado a amenazar con que el precio del pan común subirá de 400 a 500 pesos por kilo si no se normaliza el funcionamiento del Fondo Estabilizador del Trigo Argentino (FETA), el fondo creado por el gobierno con plata de la soja para subsidiar las bolsas de harina mayorista.
En realidad, llevar el pan a 500 pesos implicaría un aumento del 100% en el pan común para la población, en pocos meses, ya que hasta marzo pasado -cuando el ex secretario de Comercio Roberto Feletti puso en marcha este engendro del FETA- el pan costaba unos 250 pesos.
El trigo, la materia prima que se busca subsidiar, pasó en el mismo lapso de 25.000 pesos en febrero a 42.000 pesos en septiembre, es decir que subió cerca del 70%, con el condimento de la guerra entre Rusia y Ucrania y todo eso. Es decir que los panaderos estarían remarcando de más y utilizan el argumento del FETA para disimular otros incrementos en sus costos, que van desde el costo de la energía, la mano de obra, el alquiler, etcétera. Desde hace rato se sabe que en el peor de los casos el trigo y la harina inciden poco en el valor final del pan, a los sumo un 15%.
Pero ahí va -más allá de estas evidencias- el coro de dirigentes panaderiles, algunos de ellos solo proveedores del pan para los choripanes para los actos del peronismo de Avellaneda, cargando las tintas sobre el Fideicomiso triguero, como si su mal funcionamiento fuera el único responsable de la presión alcista en los precios del pan. Es muy hipócrita esta mirada.
“Las ventas de harinas de los molinos a las panaderías no son las normales o en algunos casos directamente están suspendidas porque el trigo aumentó muchísimo y muchos molinos no están adheridos al fideicomiso, y los que si lo están, como el Gobierno se atrasa en el pago, no les sirven porque el índice de inflación es tan grande que siempre terminan cobrando menos. Por eso se nos hace muy difícil conseguir la bolsa”, declaró a La Nación Raúl Santoandré, presidente de la Federación Industrial Panaderil de la Provincia de Buenos Aires (Fippba).
Que el FETA no funciona ya lo sabemos todos. ¿Cómo va a funcionar bien un esquema de subsidios que arrancó solamente con 2 molinos sobre un universo de 160 empresas? Desde diciembre de 2021, todo el sector molinero rechazó de plano el esquema ideado por el kirchnerista Feletti justamente porque se sospechaba que era un fondo armado con 400 millones de dólares de la soja para socorrer a una sola empresa, la líder del mercado, que estaba atravesando problemas financieros porque meses antes había entrado en convocatoria de acreedores por 1.300 millones de dólares. Se trata de Molino Cañuelas.
¿Cómo va a funcionar bien un sistema pensado “a la medida de”? ¿Cómo va a funcionar si además de la harina triple cero, que es la que se usa para el pan común, se decidió subsidiar también harinas especiales para consumos mucho más onerosos, que son muy importantes para esa empresa? ¿Cómo va a funcionar si los diferentes secretarios de Comercio que sucedieron a Feletti también desconfían del mecanismo, pero no pudieron hacerle ningún tipo de cambio? ¿Cómo va a funcionar si existe una denuncia penal de diputados de la Coalición Cívica, a la que el gobierno nunca respondió? ¿Cómo va a funcionar si nadie informa bien qué se pagó, a quién, por cuánta harina?
En un rato, Bichos de Campo va a informar cómo se distribuyeron hasta ahora los recursos del FETA. El traje a medida va a quedar más expuesto que nunca.
Algunos molinos, por su adhesión al gobierno o porque no podían soportar la competencia desleal del molino tocado por la varita mágica del poder, se sumaron a desgano al sistema del FETA: ya son 21 empresas sobre un universo de 160, pero como hay un par de grandes (Lagomarsino además de Cañuelas) suman cerca del 40% de la molienda.
De todos modos no todas esas empresas entregan a las panaderías la harina subsidiada con la excusa del atraso en los pagos. A lo sumo, y esto los panaderos no lo denuncian, les facturan la bolsa de harina al valor subsidiado (ahora unos 1.470 pesos por la de 25 kilos), pero les cobran otra parte en negro, al margen.
Ningún panadero dice todo esto. Ninguno se animaría a pelearse contra Cañuelas, la empresa más concentrada de todas. Por el contrario, como se sentaban otras veces con el ex secretario Guillermo Moreno festejando un pan inexistente de 2,50 pesos el kilo, ahora avalaron también con sendas reuniones este enorme desaguisado pergeñado por Feletti. Son unos chantas a los que les encantan este tipo de regulaciones. A los dirigentes de las panaderías cualquier cosa les viene bien -incluso desde esta amoralidad- con tal de bajar un poquito sus costos.
En fin, nada nuevo bajo el sol. Simplemente que dan un poquito de indignación. Cuando el nuevo secretario de Comercio, el massista Matías Tombolini, quiso redireccionar los cuantiosos subsidios hacia ellos, para que también sean solidarios, los dirigentes de los panaderos se negaron rotundamente. Para ellos lo mejor es subsidiar a los molinos para que la harina les llegue barata y no otra cosa: cero compromiso. Como al propio funcionario kirchnerista que armó todo este berenjenal para socorrer a una sola empresa amiga, a los panaderos les importa un bledo el precio con que el pan llega a la población de bajos recursos.
Lo mejor que le podría suceder a los panaderos (imagino que la inmensa mayoría de ellos son buena gente) es liberarse de algunos de sus dirigentes, o al menos obligarlos a abandonar ciertas prácticas. Que dejen de joder un poco, en serio, con todo esto que huele a prebenda. Colaboren en serio con la gente. En vez de reclamar por el FETA, ayuden a que implosione de una vez, para que los 400 millones de dólares de la soja se distribuyan directamente entre la gente que necesita comprar pan, y no se pierden en el camino de una cadena que brilla por oscura.