Si algún día quitan las retenciones y se escribe la historia de la larga convivencia entre los productores agrícolas argentinos con ese tributo distorsivo, lo que saldrá a la luz será que la región pampeana vivió un acelerado deterioro de su capacidad productiva, porque el sector no logró reponer los niveles de nutrientes de los suelos. Pero no es el único efecto que ha tenido la insoportable presión fiscal sobre la actividad.
La Asociación de Fabricantes de Tractores (AFAT), que agrupa a las grandes marcas de maquinaria agrícola radicadas en el país, acaba de exponer otro flanco visible del deterioro que produce la persistencia de retenciones y otros muchos impuetos sobre la estructura productiva: el envejecimiento en el parque de maquinaria porque los chacareros no llegan a “reponer” tampoco sus equipos para la siembra y la cosecha.
“Tenemos un parque que raya la obsolescencia, con un 70-80% de tractores con más de 15 años, 70-80% de cosechadoras con más de 10 años. Renovar ese parque e incorporarle toda la tecnología disponible es un desafío y a la vez una gran oportunidad”, destacó Sergio Fernández, el presidente de AFAT, en un informe sobre este flanco del cual poco se habla.
Lógicamente, los fabricantes de maquinaria quieren desandar este camino de atraso en la renovación de maquinaria, ya que “incorporar al trabajo toda la tecnología disponible a nivel global es una necesidad para un país cuyos ingresos de divisas dependen en un 60-70% del sector agroindustrial”, argumentaron.
La Asociación remarcó que el atraso tecnológico es visible porque “un año de ventas razonable en el mercado argentino de maquinaria implicaría sumar entre 1.000 y 1.200 cosechadoras nuevas; 7.000 y 8.000 tractores, y entre 800 y 900 pulverizadoras”.
Nada de eso sucede últimamente, y aunque AFAT no lo exprese está relacionado con la persistencia de retenciones. En el caso de las cosechadoras, de los últimos 6 años hubo 5 en los cuales “no ha alcanzado a las 1.000 unidades”. Y en 2023 se vendieron solo 653 máquinas según el INDEC, es decir casi la mitad de las necesarias para no perder el tren de renovación adecuado.
La falta de renovación del parque de cosechadoras, implica pérdidas concretas y mensurables. Dice el informe que en la campaña 2023/24 se perdieron granos por una suma equivalente a 695 millones de dólares considerando sólo los cuatro cultivos principales. “Reducir el 20% de esas pérdidas equivale a 139 millones de dólares, el valor de unas 150 cosechadoras nuevas”, razona AFAT, reclamando una discusión más a fondo sobre la renovación de equipamiento agrícola.
“La antigüedad de los equipos produce una disminución de la productividad, sobrecostos en la fertilización y pulverización, desperdicios en la siembra y la cosecha, y menores eficiencias en general. Sólo por dar algunos ejemplos, se puede utilizar un 10% menos de semillas con siembra variable y corte de dosificación cuerpo por cuerpo. Para un lote de maíz que a densidad fija se siembra a razón de 78.000 semillas/ha el ahorro puede llegar a 15 dólares por hectárea, sólo de semillas”, argumentó el informe de AFAT.
El atraso en el recambio de equipos implica también una demora visible en la adopción de tecnologías de la agricultura de precisión que se han incorporado a ese tipo de equipos, de manera explosiva en los últimos años.
Según el documento, “hoy se estima que más del 70% de las cosechadoras tienen más de 10 años de antigüedad. Si miramos hacia 2014 las cosechadoras no tenían cámaras vinculadas a sistemas de inteligencia artificial para determinar en tiempo real la calidad del grano y, en función de eso, autogestionar regulaciones que mejoren dicha calidad. Tampoco estaban generalizados los equipamientos de telemetría que permiten monitorear la calidad y eficiencia del trabajo; su eficiencia en el manejo de tiempos y consumo de combustible; prevención de fallas y/o roturas; monitoreo asistido desde fábrica y muchas otras funciones que conducen a una mayor eficiencia”.
Lo mismo ocurre con los tractores, donde la inmensa mayoría tiene más de 15 años de antigüedad. En 2010, “no tenían vinculación con la nube de datos, no podían recibir vía remota una prescripción de siembra. Había que llevar la información en un pendrive y no informaban nada de lo sucedido. Tampoco tenían la posibilidad de programar y automatizar las acciones durante los giros en cabeceras permitiendo reducir el tiempo ocupado y, por lo tanto, aumentar la capacidad de trabajo diaria”.
“En pulverizadoras no teníamos 10 años atrás válvulas en cada pico con la posibilidad de cortar la aplicación de manera individual al mismo tiempo que se ajusta la apertura según velocidad de avance, sin alterar los patrones de aplicación, sumando corrección en curvas sin alterar la dosis por hectárea. Tampoco existían los botalones de fibra de carbono que reducen notablemente el peso y, por lo tanto, la carga sobre el suelo”, añadió el informe.
¿Y por qué se produce este atraso? Según los fabricantes internacionales “las dificultades que enfrentan los productores y contratistas agropecuarios a la hora de renovar sus equipos son muchas. La más general, y que nos afecta a todos, es la falta de estabilidad política-económica que resta previsibilidad y dificulta la proyección de inversiones. A ese contexto se suma la compleja, elevada y distorsiva presión impositiva que penaliza la fabricación e importación”.
AFAT considera que hay que disminuir urgente no solo la presión fiscal sobre el productor sino también sobre el propio sector de la maquinaria agrícola, ya que “al importar material e insumos destinados a los procesos productivos locales los fabricantes de maquinaria agrícola tributan un 21% de IVA, más una percepción de IVA equivalente al 20% (producto de la RG AFIP 5339/23) junto a la percepción de ganancias (6%) y el impuesto PAIS (7,5%)”.
“En tal sentido, podemos afirmar que, en total, un 54,5% del valor importado de materiales e insumos productivos corresponde a obligaciones tributarias. Actualmente estos valores atentan contra los procesos de producción local, restándole competitividad frente a países de la región y el mundo. Al mismo tiempo, desalientan la concreción de inversiones en el país”, advirtió la entidad.
AFAT remarcó que “otra de las dificultades de estos años ha sido el acceso a financiación. Es clave que un mercado de esta importancia estratégica cuente con financiamiento previsible, de largo plazo, a tasas competitivas, con montos en volúmenes acordes a la demanda y que se ajuste a las necesidades de una actividad tan particular como la producción agropecuaria”.