Los empresarios agropecuarios deben saber que, más allá de las circunstancias coyunturales que estén afrontando, se encuentran posicionados en uno de los mejores sectores posibles.
En el ámbito internacional son crecientes las señales de que se está gestando el embrión de un “reseteo monetario” y, cada vez que eso ocurrió, se produjo un cambio estructural en el orden global.
La visita oficial realizada recientemente por el gobierno brasileño a China, además de asegurar los canales comerciales de productos agroindustriales, estableció las bases para el intercambio de bienes por medio del uso de yuanes.
En ese marco, el banco brasileño BBM, controlado por la entidad estatal china Bocom, se sumó recientemente al sistema interbancario de pagos de China CIPS (China Interbank Payment System), por medio del cual empresas brasileñas podrán gestionar importaciones de bienes chinos en yuanes.
Esa iniciativa es solamente un apéndice de un proyecto mucho más ambicioso que se está gestando en el ámbito de la asociación de países BRICS –integrado por China, India, Brasil y Sudáfrica–, el cual pretende crear medios alternativos de pagos en los flujos comerciales realizados entre esas naciones para evitar el uso del dólar estadounidense. En el próximo evento de los BRICS, que se realizará en agosto de 2023 en Sudáfrica, esa cuestión formará parte central de la agenda de trabajo.
El agotamiento del sistema monetario vigente puede advertirse al observar el creciente interés de los bancos centrales de muchos países por la adquisición de oro, un activo que, en definitiva, es el ideal para atravesar el trauma de un “reseteo monetario”. Aunque no es el único.
Cuando surgió el patrón oro en la segunda mitad del siglo diecinueve, el mundo, por entonces, era bastante diferente al actual. Ahora tenemos que alimentar a un población mundial de más de 8000 millones de personas –en constante crecimiento–, gran parte de las cuales se encuentran hiperconectadas y requieren cierta cantidad de bienes y servicios para llevar adelante lo que se considera una existencia digna.
El oro será, como siempre, un activo sustancial, pero ya no será suficiente para determinar el activo subyacente de un nuevo patrón monetario mundial, el cual requerirá también estar sustentado en commodities agroindustriales, energéticos y minerales, es decir, bienes cuya demanda es constante porque son la base de la civilización humana.
El último “reseteo monetario” ocurrió en 1971, cuando el presidente de EE.UU., Richard Nixon, declaró formalmente el fin del patrón “oro-dólar”, lo que determinó desde entonces que ninguna moneda en el mundo tiene respaldo alguno en un activo físico concreto.
En 1976, en una reunión extraordinaria del Fondo Monetario Internacional (FMI) realizada en Jamaica, se estableció formalmente la libre flotación de todas las monedas del mundo. Así quedó formalmente inaugurada la época de la súper emisión monetaria –vigente hasta la actualidad– en la cual el sector financiero adquirió una relevancia preponderante respecto de los demás.
El anteúltimo “reseteo monetario” había ocurrido en 1944, durante la conferencia de Bretton Woods (EE.UU.), en la cual se acordó que el valor de todas las divisas del mundo sería fijado en función del valor del dólar estadounidense, y el dólar, a su vez, sería una moneda convertible a un valor de 35 dólares por onza de oro.
Tales eventos –es evidente– tienen la fuerza suficiente para mover las “placas tectónicas” sobre las cuales se sostienen las relaciones de poder entre las principales naciones y corporaciones del mundo.
La primera señal del agotamiento del actual sistema llegó en 2008 con la denominada “crisis financiera sub prime”, que estuvo a punto de hacer colapsar al sistema, el cual fue salvado gracias una inyección masiva de liquidez instrumentada por la Reserva Federal de EE.UU. (“quantitative easing”). Y en 2020, nuevamente, la crisis pandémica volvió a generar una expansión monetaria desmedida con efectos que persisten hasta la actualidad.
La historia enseña que en todo proceso de “reseteo monetario” está colmado de turbulencias y conflictos, pues, obviamente, el propietario de la posición dominante no está dispuesto a largar la “gallina de los huevos de oro” sin oponer resistencia.
Pero la buena noticia para los productores agropecuarios es que, más allá de lo que depare el futuro, tienen en sus manos bienes –fuente de alimentos, fibras y energía– que constituyen la base fundacional de cualquier nuevo orden monetario por venir.