En la antesala de una nueva campaña, el sector agrícola, entre el temor y la ansiedad, aguarda definiciones para hacer rendir su trabajo y la inversión. El avance de la chicharrita, transmisora del complejo de achaparramiento del maíz, no ayuda en la toma de decisiones y, de cara a una temporada Niña de pocas precipitaciones, la combinación podría ser letal para muchos productores.
La búsqueda de brindar un panorama certero fue lo que nucleó gran parte de la atención en el marco de la séptima jornada anual de la Asociación Argentina de Protección Profesional de Cultivos Extensivos (AAPPCE), celebrada en Villa General Belgrano. Como de costumbre, la iniciativa reunió a especialistas de todo el país, que ensayaron consensos y soluciones a uno de los problemas actuales más acuciantes para la bioeconomía: la proliferación del Dalbulus maidis, la famosa “chicharrita del maíz”.
Roberto “Tino” De Rossi es fitopatólogo, especialista en enfermedades de cultivos extensivos, y además ejerce como docente e investigador de la Universidad Católica de Córdoba. En el marco del encuentro de la AAPPCE, fue quien coordinó los debates entre los ingenieros agrónomos para analizar la mejor estrategia en cada zona. Luego, en diálogo con Bichos de Campo, expuso las conclusiones y proyecciones para el ciclo 2024/2025.
Lo cierto es que no estamos ante un problema nuevo. La chicharrita, vector transmisor de enfermedades virales y bacterianas, entre ellas el Spiroplasma, es un pequeño insecto que atenta contra los cultivos del norte del país desde hace mucho tiempo. Este año, la particularidad es que, gracias a las precipitaciones dispares, la plaga logró una expansión demográfica poco frecuente y atravesó su tradicional barrera geográfica, que la relegaba al NOA. Como la región afectada ya no es sólo Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Chaco y el norte de Santa Fe, sino también la zona núcleo del país, la búsqueda de respuestas adquirió un tono alarmante.
Las causas son identificables: corrientes de viento, pocas lluvias y siembras escalonadas. Pero las soluciones no están tan claras. “No hay una receta”, aseguró De Rossi tras debatir con especialistas de diferentes regiones, comparar experiencias y evaluar los daños. El achaparramiento del maíz es una de las enfermedades más importantes que afecta al cultivo y genera pérdidas en términos de producción y rendimiento. Por eso, con una sobrepoblación del insecto que la transmite, la pregunta surge de forma natural: ¿Hay que dejar de sembrar maíz?
El fitopatólogo dio un “no” contundente, y aseguró a Bichos de Campo que la clave está en “seguir estudiando y producir con mucha más agronomía para no dejar nada al azar”, ya que el maíz “da sustentabilidad al sistema”. La salida obligada es, entonces, el conocimiento, monitoreo constante y los controles químicos y biológicos, para que esta campaña, en la que se esperan precipitaciones por debajo de la media, no traiga sorpresas ingratas.
Mirá la entrevista:
De hecho, las expectativas de la llegada de “La Niña” es lo que más preocupación genera entre los productores. “Un puente verde de maíz muy continuo hace que haya más población del vector y de enfermedad que puede ser transmitida”, explicó Tino, respecto al modo en que la siembra tardía complejiza el sistema y obliga a un mayor control.
A propósito de ello, recientemente fue publicado el primer “Mapa nacional de monitoreo de chicharrita del maíz”, un repositorio desarrollado por entomólogos de 21 unidades del INTA que apunta a analizar la evolución poblacional y el riesgo epidemiológico de forma periódica. La clave está en prevenir, porque después no es fácil curar; y he allí la importancia de conocer el panorama completo antes de la siembra.
La gente del INTA San Luis instaló hoy dos trampas para el monitoreo y cuantificación de chicharrita.
La chicharrita del maíz causó millonarias pérdidas de rendimiento en 2023-24 en el país.
Con esta red de trampas estudiarán cómo evoluciona la población hasta la primavera. pic.twitter.com/N6WbO8GuO0— Nicolás RIOS CENTENO (@nicorioscenteno) July 3, 2024
“Hay que pasar el invierno”, dijo un ministro de economía a finales de los años 50. Hoy, respecto a la chicharrita, la expresión está más vigente que nunca. “El invierno no es la herramienta para el control del vector, pero sí va a matar todo el maíz guacho, que es donde están las enfermedades esperando a que la chicharrita pique y las vuelva a transmitir”, detalló De Rossi, que considera fundamental observar dicho proceso de cerca para estimar el mejor momento para sembrar.
Aún así, con zonas productivas tan dispares, en términos climáticos y de recursos, el fitopatólogo no arriesga una única respuesta, ya que, explicó, “las opciones son múltiples y van a depender mucho de esta diferenciación de regiones”.
En este contexto, estimó que algunos productores podrán elegir fecha de siembra, otros tendrán que apostar a la genética y el tratamiento, y la gran mayoría deberá aplicar controles paliativos y seguimiento. De hecho, la tendencia indica que el cultivo de maíz irá paulatinamente hacia un mayor monitoreo, una actividad que, comúnmente, era acaparada por la soja.
No hay, ni habrá, una sola directiva respecto a qué sembrar y cuándo, lo que exige el conocimiento y la información de la agronomía y, en palabras de De Rossi, “un seguimiento, mucho más sistemático para poder llevar la producción adelante”. La plaga obliga a cambiar la forma de pensar el cultivo del maíz, porque, debidamente advertidos, los productores saben que no planificar es, sobre todo hoy, un salto al vacío.
El saldo del encuentro de AAPPCE en Córdoba es positivo. La propagabilidad de la epidemia que atraviesa el sector reclama trabajo en equipo, para conocer las distintas realidades y comparar soluciones. Entidades como CREA, Aapresid, ASA, Senasa y la Estación Experimental Obispo Colombres (EEAOC), además de los distintos comités de emergencia provinciales, evalúan alternativas. Entre ellas, se halla la Red Nacional de Trampas Amarillas, una de las herramientas concretas para monitorear el vector en distintas zonas maiceras del país.
La búsqueda de respuestas motiva a ensayar modelos que fueron exitosos en otros países, en este caso concreto, el brasileño. Se estima que se colocarán alrededor de 450 trampas cromáticas adhesivas, para conocer con mayor precisión dónde es necesario actuar de forma urgente y agresiva.
Al respecto, De Rossi observó que “no es la mejor herramienta, pero es muy buena para ir al lote, y tomar decisiones con algo mucho más concreto”. En paralelo, el modelo de Brasil también contempla aplicaciones específicas de curasemilla, sobre lo que el especialista tiene particular reparo.
-¿Cuán efectivo es aumentar la dosis de curasemilla?
-Hubo trabajos de distintas entidades mostrando que aumentando la dosis, como hace Brasil y como tienen otros países, estas situaciones endémicas se controlan mejor. El problema es que hay un riesgo, porque no toda la genética soporta esa cantidad de ingrediente activo y algunos pueden tener fitotoxicidad. Hay que tenerlo en cuenta, porque hacer el curado uno mismo o no tener buenos controles es peligroso. Lo que se habló es de tratar de ayudar a incorporar profesionalmente estos cambios en dosis para que sea mucho más eficiente el tratamiento de semilla.
-Entonces, ¿transponer el modelo de combate de Brasil no es efectivo?
-El tema es que en ciertas zonas endémicas de Brasil se trabaja con entre siete y ocho aplicaciones de insecticida y con mayor dosis de tratamiento de semilla. Cuando lo extrapolamos al sistema productivo argentino es inviable, porque no tenemos operatividad para que todo el centro-norte haga aplicaciones una vez por semana de todo el lote y una vez cada tres días en los bordes. Estamos hablando de ser más sustentables y esto no lo es, entonces queremos ver qué es lo que sirvió allá y qué podemos extrapolar acá.