Con el proceso de reordenamiento macroeconómico implementado por el gobierno de Javier Milei volvieron las tasas de interés positivas al momento de solicitar créditos bancarios.
La cuestión es que los préstamos en pesos destinados al sector productivo tienen un costo enorme, con tasas efectivas anuales que –dependiendo de la entidad, la línea crediticia y el perfil del cliente– pueden oscilar entre 35% y 65%, cuando la inflación minorista proyectada no supera el 25%.
Por tal motivo, las empresas agropecuarias están derivando la demanda de crédito hacia préstamos denominados en dólares, los que requieren una evaluación previa para ser gestionados de manera profesional.
“Las empresas agropecuarias actualmente tienen la posibilidad de tomar créditos en dólares para capital de trabajo con tasas de interés que se encuentran en un rango general del 3% al 5%, lo que representa una situación insólita, porque la tasa de referencia interbancaria en EE.UU. se encuentra en 4,25-4,50%”, señala Hernán Satorre, socio-director de la consultora Satower.
“Los productores en EE.UU. para tomar crédito deben abonar una tasa de interés del 8-9%, mientras que los préstamos en reales en Brasil, medidos en dólares, arrojan una tasa efectiva del orden de 18%”, añade.
Satorre apunta que la particular situación presente en la Argentina se explica por el “cepo” cambiario, dado que, al no ingresar capitales financieros del exterior a la economía argentina, los dólares disponibles en el mercado local están encapsulados en una suerte de corralito con lógica propia.
Por lo tanto, cuando se elimine el cepo cambiario, es muy probable que se genere un ingreso considerable de capitales del exterior para capturar oportunidades financieras, las cuales, al arbitrar tasas de interés, promoverían un encarecimiento de los créditos en divisa.
“No creo que estén dadas las condiciones para que el gobierno pueda salir del cepo durante este año, aunque tampoco podemos dejar de tener en cuenta que esta administración se caracterizó por tomar medidas sorpresivas que supuestamente no podía encarar”, advierte.
El economista indica que, en el nuevo escenario, el análisis previo a la toma del crédito es un paso esencial para evaluar la conveniencia del mismo. Mientras que durante el kirchnerismo era fácil acertar porque las tasas reales eran negativas (o sea dinero “regalado” básicamente), con tasas reales positivas el negocio tiene que generar una renta suficiente para poder pagar el costo del crédito.
“Una vez analizado el negocio y las diferentes alternativas de créditos por emplear para financiarlo, es aconsejable planificar escenarios para poder tomar decisiones informadas”, comenta.
Por ejemplo: en una situación de status quo, los créditos en dólares son la opción más ventajosa. Sin embargo, si el gobierno consigue un buen acuerdo con el Fondo Monetario (FMI) y decide ponerle fin al cepo, habría un aumento del costo de los préstamos en dólares. Por otra parte, tomar un crédito en dólares con ingresos pesificados puede representar un riesgo, el cual puede ser morigerado con estrategias orientadas a dolarizar portafolios productivos. “En tal contexto, no existe una ‘receta’ única al respecto, sino estrategias que puede diseñarse para diversificar la matriz de riesgo”, resalta Satorre
Además del plazo, el experto señala que otra variable clave al momento de gestionar un crédito es el sistema de amortización y la posibilidad de precancelar el crédito con una baja penalización. “Buscaría que el sistema de amortización no sea el francés, en el cual se abona mucho interés al inicio y poco capital, lo que lo hace poco atractivo en caso de querer precancelarlo. El sistema alemán, que propicia un mayor componente de pago de capital al comienzo, sería el más conveniente en ese sentido”, afirma.
“También, en caso de contar con precancelación, es necesario informarse sobre la tasa de precancelación del crédito para evaluar si es asumible”, resume Satorre.