Favot SA es una empresa familiar de cuarta generación -fundada por Pedro Fagot hace más de 90 años- radicada en Cruz Alta, provincia de Córdoba, que fabrica pulverizadoras autopropulsadas, de arrastre y otros equipos. Hasta su pabellón en Agroactiva concurrimos para que nos expliquen qué es y cómo funcionan las impopulares mal llamadas “fumigadoras”.
Actualmente la firma está a cargo de Eduardo Favot, que de entrada nos aclaró el verdadero nombre de la máquina: no es ni fumigadora, ni aplicadora, ni mosquito, como se la conoce coloquialmente. “Es una aspersora”, ubica el empresario industrial, precisamente por la labor que cumple y el proceso de los líquidos que distribuye.
Eduardo sí admite que “es una máquina que mete miedo y genera prejuicios”, pero se muestra a favor de buscar un equilibrio.
“Yo estoy de acuerdo con el productor agropecuario que debe trabajar, debe producir alimentos que come la gente de la ciudad”, y debe apelar a agroquímicos en determinadas instancias. “También, por el otro lado, hay que cuidar las cercanías de algunas zonas de trabajo donde hay que hacer aplicaciones, en las ciudades, en los lechos de los ríos, y demás. En una aplicación con conciencia se puede convivir. Se puede trabajar sin contaminar”, señala.
-Por más miedo que meta, es una de las máquinas clave para la producción agropecuaria.
-Si. Entre las máquinas que podríamos llamar vitales, estamos hablando de las de siembra, pulverización (mantenimiento de cultivos) y cosechas. Inclusive antes de hacer la siembra se mantiene el terreno con lo que comúnmente se llama barbecho, con aplicaciones para mantenerlo limpio y que no consuma la humedad preexistente en el suelo, y poder llegar al período de siembra con un suelo limpio.
Mirá la entrevista completa a Eduardo Favot:
-¿Por qué son tan altas las pulverizadoras?
-Ocurre que se empieza trabajando antes de que se siembre, y después se sigue durante el cultivo. Tanto sea para herbicida o para insecticida, cuando hay ataques de insectos. Se aplica sobre cultivo, entonces hay que hacerlas altas para que no lastimen el cultivo.
Favot agregó, en este sentido, que las cubiertas son finas para no agredir tanto el suelo y romper lo menos posible el cultivo.
Sobre las condiciones de manejo de estos equipos autopropulsados, sostuvo que es muy fácil de manejar y cuenta con todos los avances tecnológicos. Incluso existen los pilotos automáticos y otras herramientas tecnológicas que hacen el trabajo realmente placentero.
La cabina es confortable, cuenta con toda la información del vehículo y las computadoras van midiendo la eficiencia de la aplicación. Una de las premisas es la preservación del operario (el que maneja). Por eso “las cabinas son herméticamente cerradas, tienen sistemas de filtrado en carbón activado, porque el operario está en el medio del tratamiento. Tienen todos los estándares de seguridad para evitar contaminación con los agroquímicos”.
-Ustedes hacen sus propios desarrollos ¿En qué detalles piensan cuándo hacen estos equipos?
-Siempre se está buscando qué nueva necesidad existe en el mercado de aplicación, o qué rendimiento se le puede sacar a la máquina en mejora de las aplicaciones de agroquímicos.
Así las cosas, las nuevas aspersoras cuentan con brazos articulados, extensibles, que se ubican a cada lado de la máquina. Se denominan ‘botalón’, aunque en la jerga propia del rubro suelen llamarlos “alas”. Ahí se ubican las boquillas porta picos, que son las encargadas de hacer la distribución de los productos agroquímicos que se aplican, y que se almacenan en el tanque.
Esos picos, junto con las válvulas y la electrónica con que está dotada la máquina, se combinan para lograr una aplicación lo más homogénea posible. “Se controla el tamaño de las gotas, para evitar las derivas, y para no dañar a otros cultivos o para no contaminar, cuando hay viento. Es todo perfectamente controlable. Por eso, perfectamente se puede convivir”, insistió Favot.
-¿Hay autopropulsadas y de arrastre?
-Hay equipos para cada extensión y utilización. Hay equipos que van montados sobre los tres puntos, hay máquinas de arrastre, hay autopropulsadas, y también se utilizan los aviones de aplicación.
-¿Y cómo decidimos cuál nos conviene utilizar?
-Hay variables que dependen de la cantidad de aplicación que se hace por día. Puede usarse desde un equipo chico hasta un avión. La performance del trabajo depende del abastecimiento, la carga de los tanques, pero pueden aplicarse hasta unas 60/70 hectáreas por hora.
En la pulverización se trabaja a 25 kilómetros por hora, como velocidad de aplicación. Muy distinto a otras máquinas, como las cosechadoras, por ejemplo, que son mucho más lentas. Por otro lado, algunas de estas máquinas pueden llegar a tener hasta 40 metros de ancho de trabajo.
-¿Qué te gusta de esta tradición familiar de fabricar aspersoras?
-Desde muy chico me gustaron los fierros (otro vocablo de la jerga agricultora), es algo que se lleva en la sangre y, por otro lado, también se trasmite, porque mis hijos están trabajando en la empresa. Toda mi vida tuve el gusto de poder decir: amo lo que hago, así que estoy completamente feliz.