En la extensa historia que acumula la cultura olivícola de Coronel Dorrego, que se remonta a las épocas del peronismo y la primera implantación de los frutales allá por el 1945, lo que sucedió los últimos años parece sacado de contexto. De ser una producción más bien acotada y convencional, pasó a tener una intensificación nunca antes vista en otras regiones productivas, de la mano de nuevos inversionistas y sobrado optimismo.
Nada es casual en ese proceso, asegura Eduardo Trentacoste, que es un especialista del INTA La Consulta estudioso de la olivicultura en aquella región cuyana, pero que se ha acercó días atrás hasta al sur bonaerense para conocer de cerca lo que allí sucedió en no más de 5 o 6 años.
En la reconstrucción que hizo Bichos de Campo de esa nueva cultura productiva, Trentacoste aportó los fundamentos básicos, las causas y motivaciones que hay detrás de ese centenar de productores llegados desde otros sectores -incluso desde la agricultura tradicional- a la zona de Coronel Dorrego para producir los aceites de la más alta calidad y con un nivel de mecanización impensado en otras latitudes.
Como en muchas otras producciones, la chispa inicial la aportaron los precios exorbitantes en las góndolas, cuando hacia 2023 la sequía en Europa -y sobre todo en España, el principal productor- generó escasez de aceite de oliva virgen extra a nivel mundial. “Así se generó interés entre los empresarios que buscaban negocios rentables”, señaló Eduardo.
Pero, ¿por qué ahí y no en Mendoza, San Juan, La Rioja o Catamarca, que son las zonas productivas por excelencia? Porque, si bien siempre se asocia al olivo con la uva y los climas áridos, en verdad su mayor potencial está en zonas como las del sudeste bonaerense.
“Mientras el ambiente sea de veranos más frescos, la calidad del aceite es mucho mejor, por lo que esta zona pasa a ser tener características muy interesante para generar productos de alta calidad”, explicó el especialista, que no lo duda y asegura que el aceite de oliva de esa región es “fenomenal”.
“Tiene alto contenido de fenoles, que son antioxidantes y alto contenido de oleico, que también es el que le da una gran estabilidad al aceite de oliva”, detalló.

Con buen clima y buenos precios, la base era inmejorable. Pero hay un factor clave que explica el carácter vanguardista de la zona: la escasez de mano de obra.
Lo que parecía una debilidad estructural, en realidad se convirtió en un elemento distintivo, porque obligó a repensar el manejo y la cultura agronómica y a echar mano a una solución ensayada hace ya más de 3 décadas en otras partes del mundo, la producción “súper intensiva”, basada en sistemas completamente mecanizados.
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El sistema es muy similar al de la producción de uva, porque se trabaja con densidades muy altas -de unos 2000 a 2500 olivos por hectárea-, y se usan espalderos que facilitan el paso de las máquinas y permiten una mecanización completa del proceso.
“Es una cosecha continua. La máquina, a medida que avanza, va desprendiendo las aceitunas, que caen en un sistema de cinta transportadora que lo manda a unas tolvas”, explicó Trentacoste, que incluso señala que el sistema se ha vuelto muy atractivo incluso por fuera de lo que significa el ahorro de mano de obra.
“Las máquinas han avanzado mucho, y pasó a ser un sistema muy interesante, no solo porque permite reducir la cantidad de operarios, sino porque se puede hacer un manejo eficiente en casi todos los rubros de cosecha”, aseguró.
Eso da una pauta de por qué es lo que se impone en la región, y es lo que abre le abre las puertas al almendro, otro cultivo que gana terreno en esas latitudes.
“El almendro es uno de los cultivos que en el Mediterráneo se asocian con el olivo, porque requiere de ambientes similares y permite hacerlo en planteos súper intensivos con nuevos sistemas portainjertos”, explicó Trentacoste.
Si alguien dijera “hacen buena pareja”, estaría en lo cierto, ya que el almendro también puede mecanizarse al 100% y adaptarse sin problemas a las condiciones del sudeste bonaerense.
Las primeras experiencias, que se concentran sobre todo en los campos ubicados entre la ruta 3 y el mar, lo demuestran fehacientemente, y por eso el especialista no duda en asegurar que “hay condiciones para poder hacer almendricultura en esta región”.





