Distintos voceros de la cadena girasolera del norte del país indicaron que la siembra de ese cultivo en el Chaco y el norte de Santa Fe se redujo entre 40 y 50% respecto de la campaña 2018/19, debido al efecto combinado de las grandes inundaciones que sufrió esa región y el desplome de los precios de la oleaginosa, que dejó a muchos productores en situación de pérdida.
Esta situación de fuerte retracción en la siembra en una de las regiones girasoleras más importantes provocaría, a juicio de los técnicos del Ministerio de Agricultura, que el área sembrada en todo el país se reduzca un 5,3%, de 1,9 millones a 1,8 millones de hectáreas.
“Los excesos hídricos en las zonas productoras del norte de Santa Fe y de Chaco determinaron principalmente esta merma, la cual se definirá a lo largo del período de siembra según las condiciones climáticas”, afirman los analistas de la cartera agrícola nacional, que no hacen mención al malhumor que se apoderó de los productores por la caída de los precios al momento de la última cosecha. El girasol se sembró la temporada pasada a unos 280 dólares por tonelada y luego se desplomó a 220 dólares.
En este escenario, un informe de los economistas Julio Calzada y Blas Rozadilla, de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), insiste en que el girasol es un cultivo que la Argentina debería “cuidar y fomentar” mucho más de lo que lo hace.
“La producción del girasol en nuestro país se ha conformado en una economía regional de la cual dependen miles de productores –en su mayoría pequeños y medianos- asentados en las regiones agrícolas más marginales del país, como son la provincia del Chaco y el norte de Santa Fe, el este de La Pampa y el sudoeste de Buenos Aires. Más allá de los productores, gran parte de la actividad económica de estas regiones se mueve en torno al desarrollo de este cultivo”, fue la explicación inicial de los especialistas rosarinos.
Recuerda el trabajo que la Argentina “lideró el comercio mundial del aceite de girasol acaparando a comienzos de este siglo el 73% del mercado”. Pero luego, como historia que se repite en muchos sectores, agrega que “a partir de políticas que perjudicaron el desarrollo de este cultivo y condiciones de mercado que favorecieron a la soja, y a pesar de que el comercio y la producción mundial se duplicaron, Argentina fue desplazada por otros competidores como Ucrania, Rusia o la Unión Europea”.
De todos modos, Calzada y Rozadilla dicen que “la coyuntura internacional y las proyecciones para los próximos años indican que es tiempo de revertir la tendencia y revitalizar la cadena de valor en Argentina con miras al crecimiento exportador”.
“Para poder lograr este cometido resulta prioritario cuidar su rentabilidad, dado que es un cultivo que es fundamental para distintas economías regionales y que ha sufrido la carga de la reducción de los reintegros a la exportación y la reinstalación de las retenciones el año pasado”, indicó el trabajo de la BCR, donde tallan las principales industrias procesadoras de esa semilla.
Los economistas citan diversos análisis, en especial de ASAGRIR, para insinuar que es momento de dar un salto productivo. “Nuestro país tiene capacidad para cubrir el 16% del incremento proyectado en la demanda mundial de grano de girasol, estimado según informes de ASAGIR en 5,13 millones de toneladas para los próximos cinco años. Sin embargo, para lograr ese objetivo se necesita que el cultivo gane mayor terreno en el área agrícola”, advierte.
Todo lo contrario de lo que parecería va a suceder esta nueva campaña.