En Bichos de Campo ya hemos contado que la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria acaba de editar un completo libro coordinado por Ernesto F. Viglizzo y Roberto R. Casas, dedicado a analizar cómo el agro local puede alinear sus objetivos productivos con la necesidad de comenzar a tener una mirada de cuidado de los recursos ambientales.
El trabajo incluye un capítulo resumen destinado a los “decisores”, como llaman los autores a quienes pueden llegar a aplicar las políticas y recomendaciones que surgen del propio libro. Lógicamente, con este gesto la Academia está pensando en el próximo gobierno.
En sucesivas entregas iremos publicando, con autorización de Casas y Viglizzo, los tramos centrales de este capítulo con el que la Academia expresa su opinión respecto de qué es lo que debería hacerse para construir un país productivo y a la vez cuidadoso con el ambiente:
Liderada por miembros de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria de Argentina, y por autores invitados, en esta obra se proponen estrategias para contribuir a la solución práctica de problemas ambientales que, de larga data, afectan al sector rural argentino. Dado que es un rol que compete a las Academias, esperamos que esta obra cumpla su objetivo y estimule acciones similares en otros campos del conocimiento.
No se trata de un trabajo científico convencional, sino de marcar grandes líneas conceptuales que orienten políticas y estrategias ambientales (resaltadas en este Resumen para Decisores) que sirvan tanto a los gobiernos que diseñan políticas públicas como al propio sector productivo de orden privado.
Bajo una mirada integradora, como criterio unificador se propone abordar capítulos cortos de fácil lectura y comprensión. Idealmente, cada capítulo identifica las problemáticas ambientales críticas del tema tratado, analiza sus implicancias en función del conocimiento científico disponible y actualizado, y propone estrategias y políticas específicas para prevenir o enmendar las situaciones más comunes. Desarrollar estas ideas implica abordar problemas tan diversos como los del suelo, el agua, el carbono, las contaminaciones, los bosques, la biodiversidad y los servicios eco-sistémicos. Cada capítulo puede ser consultado independientemente dentro de esta misma obra.
Con la finalidad de ordenarlos, los problemas ambientales del agro pueden ser localizados sobre tres principales escalas espaciales y temporales: una macro-escala que involucra el contexto global, una meso-escala que se ocupa esencialmente de los grandes agro-ecosistemas, y una micro-escala que aborda las problemáticas prediales.
Macro-escala: El contexto global y la Argentina
Los límites planetarios: La humanidad se adentró en lo que hoy denominamos Antropoceno (como parte del Holoceno), una nueva era geológica que tiene una connotación simbólica, y según la cual, las presiones humanas ponen al sistema Tierra en una trayectoria que lo aleja rápidamente del estado estable del Holoceno. El Holoceno abarca los últimos 12.000 años, y es la única era geológica de la cual tenemos evidencia empírica verificada.
Estos cambios rápidos que ocurren en el planeta socavan varios sistemas críticos de soporte de la vida (clima, biodiversidad, nutrientes, etc.) con impactos sociales significativos que son detectables y cuantificables. Ellos podrían disparar puntos de inflexión que, en la práctica, implican rebasar algunos límites naturales del planeta y desestabilizar irreversiblemente a la Tierra como sistema.
Asentados en el Centro de Resiliencia de la Universidad de Estocolmo, un grupo de más de 30 científicos altamente calificados proponen un conjunto de nueve límites del sistema terrestre que no deben ser traspasados. Basados en modelos y literatura relevante, estos autores intentan cuantificar los límites seguros del sistema terrestre en referencia al clima, la biosfera, los ciclos del agua y los nutrientes, y los aerosoles a escala global y sub-global.
Varios de ellos parecen haber sido vulnerados, con un alto riesgo de irreversibilidad, al menos en más de la mitad de la superficie terrestre mundial. La idea de los autores es que esas evaluaciones proporcionen una base cuantitativa que sirva para intentar salvaguardar globalmente, en el presente y el futuro, los bienes que son comunes a los que habitan el planeta (ver Figura).
Las amenazas y desafíos globales: Como señala Víctor Sadras en su Prólogo, las poblaciones del mundo se urbanizan y se desacelera su crecimiento debido a una tasa de fertilidad total inferior a la tasa de reemplazo. No obstante, se estima que hacia 2050 la población mundial alcanzará los 9.700 millones de almas. Una consecuencia de la caída en el crecimiento poblacional en numerosos países será una intensa competencia global por talento y una pérdida relativa de valor de los empleos menos calificados.
En medio de estos cambios, Sadras advierte acerca del valor creciente que tendrá la ciencia rigurosa, y de los peligros que acarrean las llamadas pseudo-ciencias, las cuales proponen soluciones utópicas o simplistas a problemas científicos complejos.
El mundo y la Argentina: En el Capítulo 1, Fernando Andrade indica que entre 1960 y principios del siglo XXI la cantidad de hectáreas por habitante en el mundo para producir alimentos se redujo de 0,45 a 0,20 has, al costo de una creciente huella ecológica y de una reducción de la capacidad biológica del planeta para dar sustento a la producción de alimentos y otros bienes agropecuarios.
Recientes estimaciones indican que la demanda global de alimentos de cultivos entre 2022 y 2050 crecería un 39 %. Pero el costo ambiental plantea la necesidad de encontrar maneras más eficientes y sustentables de alimentar a la población mundial. Muchos expertos hoy coinciden en que los incrementos necesarios de producción deben lograrse a través de rendimientos mayores y más estables en las actuales áreas agrícolas, sin avanzar sobre tierras naturales o ganaderas que son valiosas en términos ambientales.
De hecho, Argentina ha cuadruplicado su producción de cultivos en las últimas seis décadas, y en parte lo ha logrado a través de la tecnología, pero también avanzando sobre áreas de bosques y pastizales, siendo la soja el cultivo dominante.
En medio de estos logros, el nivel de reposición de los nutrientes extraídos del suelo ha sido bajo y la ausencia de rotaciones balanceadas ha sido causa de erosión, adversidades bióticas, ascenso de napas, y un alto consumo de fitosanitarios.
Andrade sugiere una estrategia que intensifique el uso de tecnologías de procesos basados en conocimientos y en tecnologías duras, como el mejoramiento genético y la biotecnología. Considera que, como productor mundial con capacidad para alimentar unos 400 millones de personas, Argentina juega un rol clave en la futura seguridad alimentaria global.
Integrando producción y ambiente en la agricultura argentina: En el capítulo 12, Emilio Satorre desarrolla un planteo integrador basado en ideas esenciales que son necesarias a la hora de armonizar producción y conservación del ambiente. Integra conceptos básicos de la actividad productiva y el manejo del ambiente, intentando desacoplar la producción sostenida de bienes de su posible impacto negativo sobre el ambiente. Procura, de esta manera, desbaratar los fundamentos del conflicto agro-ambiente recurriendo al conocimiento científico y tecnológico.
Destaca el autor que la agronomía integra conocimientos de las ciencias básicas, la ingeniería, la genética, la fisiología, la ecología, la sociología y varias otras disciplinas. De esa integración surge un modelo agronómico dominante basado en una colección de buenas prácticas que incluyen la rotación de cultivos, el manejo de la fertilidad de los suelos, el manejo integrado de plagas, malezas y enfermedades, el uso de cultivos de cobertura y otras prácticas tecnológicas que pueden ser aplicadas en distintos sistemas y ambientes.
Este modelo coexiste con otros formatos de agriculturas alternativas (como la producción agro-ecológica, la biodinámica, la permacultura, etc.) que, sin bien apuntan a mejorar la sustentabilidad ambiental, tienden a alejarse de una concepción científica de la producción. En síntesis, la agricultura sustentable es simplemente una buena agronomía al servicio de la producción, el ambiente y la sociedad.
Satorre no ignora los posibles perjuicios ambientales de la actividad agropecuaria, como la potencial contaminación agroquímica, la emisión de gases de efecto invernadero, la degradación física, química y biológica de los suelos o la pérdida de servicios ecosistémicos. Imagina un cambio virtuoso hacia afuera de los establecimientos que consiste en la búsqueda de nuevos modelos productivos que permitan, por un lado, el desarrollo armónico del individuo con su actividad, y por el otro, contribuir con beneficios económicos, ambientales y sociales que son los ejes de la producción sustentable. Considera que es el conocimiento científico aplicado al manejo de procesos y de insumos el que permitirá alcanzar nuevos niveles de productividad con la misma oferta de recursos disponibles minimizando el impacto ambiental.
Asume Satorre que la producción agropecuaria ya no es una actividad exclusivamente privativa del productor, ya que sus decisiones impactan fuera de los límites de su propiedad y se proyectan (a veces para bien, a veces no) a otras escalas de integración de la sociedad, como la local, la regional o el propio país.
La búsqueda de un nuevo modelo para cada región productiva enfrenta desafíos. Los indicadores simples o aislados del contexto solo dan respuestas parciales al dilema entre productividad y ambiente. En la práctica, algunas prácticas aisladas, pueden generar efectos antagónicos o indeseados. Por ejemplo, la fertilización fosfatada de soja mejora los rendimientos del cultivo, pero al causar una mayor extracción de ese nutriente, exacerba su balance negativo en el suelo. Y como existen respuestas productivas decrecientes a la fertilización, un incremento en la aplicación del fertilizante fosforado puede disparar episodios de contaminación de aguas.
Estos antagonismos se pueden neutralizar o minimizar aplicando el conocimiento científico y tecnológico. La ciencia es, por lo tanto, el aliado clave en la búsqueda de una agricultura más productiva y ambientalmente sustentable. (Continuará…)