El tenor del acuerdo entre Estados Unidos y la Argentina, según los puntos que se incluyen en el texto difundido por la Casa Blanca, parece ser totalmente desbalanceado a favor de los intereses norteamericanos y en contra de los nacionales. Pero faltan precisiones para determinarlo con exactitud y por lo tanto conviene analizarlo con cautela.
Por lo pronto, del largo texto del acuerdo marco, separamos los puntos ligados directamente con las actividades productivas de la Argentina, para entender el rumbo que ha tomado la negociación:
- “Los países se han comprometido a mejorar las condiciones de acceso bilateral y recíproco a los mercados de carne de res”. En esta oración parece confirmarse que Estados Unidos cuadruplicará la actual cuota arancelaria para importar carne argentina, llevándola de 20 a 80 mil toneladas. Pero no se confirma la cifra. En este caso, los negocios podrían crecer de 150 a 600 millones de dólares al año.
- “Para facilitar el comercio. Argentina permitirá el ingreso de productos estadounidenses que cumplan con las normas estadounidenses o internacionales aplicables, las regulaciones técnicas estadounidenses o los procedimientos de evaluación de la conformidad estadounidenses”. Este párrafo parece estar escrito a la medida de al 5G, pero de hecho es lo que viene haciendo Senasa con las importaciones de veterinarios, agroquímicos, fertilizantes, ya que en todos esos casos se consideró a EE.UU. como país “equivalente”, lo que simplifica notablemente la importación de esos insumos agrícolas.
- “Argentina se ha comprometido a abordar los desafíos estructurales señalados en el Informe Especial 301 de 2025 de la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos, entre los que se incluyen los criterios de patentabilidad, el retraso en la tramitación de patentes y las indicaciones geográficas, así como a trabajar para armonizar su régimen de propiedad intelectual con las normas internacionales”. En materia agrícola, en este párrafo se esconde seguro la vieja pretensión estadounidense de una nueva Ley de Semillas o la adhesión al régimen UPOV91 (que ya se intentó en la ley Bases), para asegurar a los nuevos obtentores de semillas que pueden cobrar regalías. Recordar Monsanto y la soja RR, que nunca pagamos.
- “Argentina ha abierto su mercado al ganado bovino vivo estadounidense”, dice el texto. Los cronistas opositores creen que vamos a comer carne de EE.UU., pero no es así (de hecho, ya comemos mollejas de ese origen) sino que se refiere a animales vivos que son utilizados como reproductores, para mejorar aquí la genética bovina. Como el viejo Tarquino que llegó de Inglaterra, pero yankee.
- Argentina “se ha comprometido a permitir el acceso al mercado de las aves de corral estadounidenses en el plazo de un año”. Y sí, aceptarle a Trump la carne de pollo. Pero esto no significa que se vaya a importar ese alimento en grandes cantidades. De hecho, cuando Mauricio Macri y Donald Trump acordaron en 2018 la cuota americana de carne vacuna de 20.000 toneladas se acordó a cambio abrir nuestro mercado al cerdo estadounidense, y no hay registros de importaciones de ese tipo de carne.
- Argentina “ha acordado no restringir el acceso al mercado de los productos que utilizan ciertas denominaciones para quesos y carnes”. Suponemos que este párrafo se refiere a que no se rechacen nuevos productos de origen estadounidense (como la carne de laboratorio, la carne vegetal o la leche de castaña) por las normas restrictivas de Argentina contra el mal uso de las denominaciones que se refieren a carne y leche.
- “Argentina simplificará los procesos de registro de productos para la carne de res, los productos cárnicos, las vísceras y los productos porcinos estadounidenses, y no exigirá el registro de instalaciones para las importaciones de productos lácteos estadounidenses”. Más de lo mismo, el Senasa quedará atado de pies y manos para poder poner controles o barreras sanitarias a productos agropecuarios estadounidenses, lo que no quiere decir necesariamente que ellos inundarán nuestro mercado. Es muy poco probable que eso suceda. Sí podría generar conflictos con hormonas de crecimiento aprobadas allá que acá están prohibidas.
- “Argentina se ha comprometido a adoptar medidas para combatir aún más la tala ilegal”. Llama la atención que Milei y su gobierno se retobaron ante la Agenda 2030, especialmente por la imposición de Europa de nuevas reglas comerciales que penalizan la soja y la carne que provengan de zonas deforestadas recientemente. Con similar exigencia de EE.UU., ni chito.
- Los socios se proponen “intensificar la cooperación con Estados Unidos para combatir las políticas y prácticas no mercantiles de otros países”. En este punto del acuerdo subyace la idea de que EE.UU. podría exigir a la Argentina que adopte altos aranceles o retaliaciones contra productos de países con los que está enfrentando una guerra comercial abierta. Léase China, nuestro principal cliente de los productos agrícolas.
- “Ambos países también acordaron trabajar para estabilizar el comercio mundial de soja”. Cuando este párrafo habla de “estabilizar” el comercio de soja, claramente se refiere a trabajar a favor de los Estados Unidos para que recupere posiciones en el mercado chino de soja, al cual dejó de vender (o mejor dicho, el cual dejó de comprar) desde que Trump impuso altos aranceles a los productos de ese origen. La Argentina venía beneficiándose de ese conflicto, que ahora Trump y Xi Jinping se prometieron arreglar, y se presume que ahora debería resignar cargamentos a favor de la soja estadounidense.





