Para salir del malestar que me generó el hecho de tener un día de 30 grados en pleno agosto, donde no solo me fastidiaba el calor sino el pensamiento intrusivo de que el cambio climático acabará con todos nosotros, anoche decidí cobijarme en otra incomodidad: la de las redes sociales. Incontables videos banales –y otros no tanto como aquellos de animalitos haciendo gracias- al alcance del scrolleo de mi dedo pulgar.
Estuve a punto de rendirme y poner TN en mi televisor, solo para discutir con Roberto Cachanosky a quien ponen cada dos por tres de panelista, cuando encontré en Tik Tok el video que necesitaba para superar mi situación. Se trató de uno que retrataba una incomodidad mayor que la que marcaba el termómetro: la de la vergüenza ajena.
Resulta que el pasado 17 de junio, en el estadio Seinäjoki de Finlandia, un curioso evento tuvo lugar, organizado por la Asociación de Caballos de Afición de ese país. Se trató de un concurso de hobby-horsing o “equitación vegana”, donde los participantes “cabalgan” sobre caballos de madera y realizan todo tipo de saltos y destrezas.
Solté la primera carcajada.
Según mostraba el video, al que luego le sucedieron otros similares gracias a la magia del algoritmo, todos los trucos de acrobacia eran realizados sin usar sillas de montar o cualquier otro accesorio tradicional que involucre a los caballos, sencillamente porque no había caballos, al menos de los que respiran. Los jinetes, en cambio, se impulsaban con su propia fuerza y pasaban obstáculos de considerada altura gracias a su propia flexibilidad.
Aún así, una vez finalizado el recorrido, ellos agradecían a sus compañeros de madera, que en algunos casos ya tienen nombres, géneros y razas ficticias asignadas.
Y aunque yo no salía del estupor y mi panza continuaba contraída por las incesantes risas, me tomé un tiempo para hacer una breve investigación que me demostró que esto no es nuevo, sino que existe desde hace al menos diez años, luego de la creación de la mencionada Asociación en 2006.
https://twitter.com/BlueChicane/status/1680109598793949184?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1680109598793949184%7Ctwgr%5E8c5f8953c5d60820d66a2288a4eac5fb00616d3f%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.elobservador.com.uy%2Fnota%2Ffinlandia-equitacion-vegana-el-novedoso-deporte-verde-que-es-furor-en-tiktok-20238255340
Pero eso no es todo. La popularidad del evento creció tanto que ya cuenta con patrocinadores y anunciantes, que llevaron a que se extienda más allá de las fronteras de ese país y que tenga ediciones en Suecia, Rusia y Países Bajos. Supongo que en poco tiempo más los tendremos en la Argentina, reemplazando las crueles jineteadas que tantos recelos despiertan en los defensores de derechos del animal y tanta pasión en el gauchaje que sobrevive.
Ya llegará ese día. De hecho, el medio El Tiempo de Colombia informó que este deporte, si puede ser considerado como tal, llegó incluso al mismísimo Palacio de Buckingham, donde los hijos del príncipe William (George y Charlotte) solicitaron que se les fabriquen caballos similares.
Qué lejos parece en este punto la actividad de cría de caballos y la genética equina. La clonación, actividad a la que Adolfo Cambiaso parece ser adicto, queda en esta situación como un mero guión de un capítulo de Black Mirror. O habrá que contratar a un avezado carpintero para tener varios caballos idénticos entre sí.
En la otra vereda, la comunidad vegana y defensora de los derechos de los animales celebra esta idea como una forma innovadora y responsable de ejercer la equitación, que promueve además una practica respetuosa hacia estos animales, aun cuando el jinete jamás se acerque en efecto a un caballo.
En este punto, el calor y el malestar volvieron a mí. La vergüenza ajena que llegué a sentir se transformó en otra incomodidad asociada esta vez a mí persona. En medio de tanto scrolleo, me di cuenta de algo que arañó mi ego: aunque tuviera el mejor caballo de madera, al que seguro bautizaría como Tiro al Blanco en honor a mi crianza a base de películas de Pixar, mi metro cincuenta no me dejaría hacer saltos de altura.
Que delirio