La imagen es ciertamente patética: Guillermo Moreno, el otrora poderoso secretario de Comercio del kirchnerismo, se revuelca de risa tirado en el piso. No puede contener las carcajadas y se burla de quienes antes lo criticaban diciendo que sus intervenciones en el mercado del trigo eran la causa del alza del precio del pan y otros derivados de la harina.
Risas, carcajadas. A fines de 2018 vuelve a escasear el trigo y la tonelada del cereal “disponible” se paga a más de 10.000 pesos por tonelada, incluso por arriba de los precios de la soja. Estos altísimos valores se trasladan sin disimulo a los consumidores: aumentan el pan, la harina, los fideos, las facturas. Moreno se debe estar matando de risa.
Ya nadie le puede echar la culpa al polémico funcionario K ni a su manoseo del mercado por esta situación. Ya no hay ROE (permisos de exportación) ni se abre o se cierra el mercado en función de los intereses de los sectores más poderosos de la cadena, siempre en contra del productor. Tampoco se aplican retenciones tan elevadas como antes, que recortaban la rentabilidad de los chacareros. Pero falta trigo y Moreno está expectante para tomarse revancha. Para reírse de todos nosotros que lo criticábamos.
En 2013 se vivió una situación semejante, aunque algo más dramática: a partir de junio comenzó a faltar trigo y esto se prolongó durante todo el segundo semestre. Los precios de todo el complejo harinero se fueron a las nubes.
En aquel momento Moreno estaba en su apogeo de poder y efectivamente el mercado triguero sufría por la aplicación desde 2007 de su receta intervencionista: la cosecha del cereal se había reducido ese verano a mínimos históricos de 8,5 millones de toneladas, que no alcanzaban para todos. En aquel momento, toda la cadena se reía del secretario de Comercio y criticaba su política de mono con navaja. No había trigo. Una sequía intensa ayudó mucho para que se produjera ese escenario.
Ahora Moreno quiere reírse de toda la cadena, devolverle la gentileza. Falta trigo, escasea. Y suben los precios como en 2013. Pero esto sucede en un contexto totalmente diferentes, porque la cosecha argentina (sin ROE ni retenciones) fue una de las más altas de la historia: 18,5 millones de toneladas. Moreno se solaza, inquiere: ¿Al final el problema era yo? ¿Cómo puede suceder que la oferta haya crecido en 10 millones de toneladas respecto de la de 2013 e igual estemos ante un escenario de escasez como el de aquel entonces?
La nueva agenda del trigo: A la hora de pedir todos son unos leones
Son los problemas endémicos de la Argentina, donde se vive la política de los bandazos. En 2013 había exceso de regulaciones y se desalentó la producción, a punto tal de que el trigo no alcanzó para llegar a la cosecha del verano siguiente, e incluso se analizó importarlo desde Uruguay. Todos nos reímos de Moreno, que tuvo que obligar a los exportadores a devolver parte del cereal que habían comprado al mercado doméstico. Ahora hay exceso de libertad y abunda la producción, pero nadie se ocupó de monitorear el mercado para que no haya faltantes. Moreno se ríe de nosotros.
¿Qué pasó? Está claro que sin restricciones de ningún tipo, con un mercado internacional demandante, los exportadores exportaron si prisa y sin pausa, a punto tal de consumir a mitad de septiembre todo el saldo exportable de trigo previsto para esta campaña.
“En relación a las exportaciones, a la fecha ya se anotaron ventas por casi la totalidad del saldo exportable”, dice un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario. Este año los embarques del cereal ya superan en 10% el promedio de exportaciones de los últimos tres años. Ya no está Moreno diciéndole a las cerealeras: ‘Muchachos tomen los ROE y vendan ahora’. Ahora nadie les dice nada, y ellas hacen su negocio. Nadie les pidió: ‘Muchachos paren que se les está yendo la mano’.
Los molineros que atienden el mercado doméstico, y que necesitan para hacerlo cerca de medio millón de toneladas de trigo cada mes, están rascando el fondo de la olla en busca del “trigo viejo” que se necesita hasta que, recién a fines de noviembre o principios de diciembre, entren al mercado los primeros lotes de “trigo nuevo”. Una alta fuente del sector contó que todavía les falta comprar 1,5 millón de toneladas. ¿Existe ese trigo? Moreno se mata de risa.
Confirma el informe de la Bolsa de Rosario que “como contracara del álgido ritmo de exportación del grano, la molinería está teniendo serias dificultades para abastecerse de cereal de calidad”. Esto hace que los precios internos se disparen y que el cereal valga más que la soja, para dolor de los consumidores y regocijo de Moreno.
Faltan hasta que llegue la nueva cosecha algunos días de septiembre, más octubre y más noviembre. Hay que cruzar los dedos para que el trigo aparezca. O pagarlo muy caro. Todos los analistas sabían que el mercado ingresaría por este desfiladero estrecho pero nadie hizo nada para evitarlo.
Esta claro que el gobierno macrista pretende ubicarse en las antípodas de Moreno y cree que no se debe intervenir en el mercado, para nada, aunque los precios del pan se vayan al carajo: un kilo ya vale 100 pesos en las panaderías pitucas del centro y algo menos en el conurbano. Esos precios están muy lejos de los 2,5 pesos a los que Moreno decía venderlo en sus buenos tiempos. De una punta a la otra la Argentina. A los bandazos.
Advierte el informe de la Bolsa que “el procesamiento de trigo pan en el mes de julio, último dato disponible, fue de 470.000 toneladas y es el más bajo para dicho mes desde la fatídica campaña 2012/13”. Tomá vos: Moreno se descolla como si escuchara un viejo casette de chistes de Jorge Corona.
Todos lo sabían e incluso lo escribimos en Bichos de Campo. A principios de mayo, en una recordada presentación en el congreso “A todo trigo”, el analista Enrique Erize presentó un gráfico que lo resumía todo, y que fatalmente parece cumplirse ahora. “Estamos al 10 de mayo y el trigo vale 250 dólares. No me quiero imaginar los meses que vienen”, advirtió. Y tenía razón.
A todo trigo: La cosecha 2018/19 viene fenómeno, pero antes hay que llegar
Tonelada más, tonelada menos, el dato concreto es que todavía estamos en septiembre, los exportadores ya consumieron el saldo exportable y los molinos necesitan comprar 1,5 millones de toneladas. No parece ser la hecatombe de 2013, pero se le parece bastante.
Todos dicen que el trigo estará, que ya va a aparecer. Como revancha de aquellos dramáticos tiempos de Moreno, cuando nadie en la cadena era solidarios con ellos, los productores que pudieron conservar algo del cereal en sus campos ahora se sientan a esperar que el precio siga subiendo. Parecen ser ellos ahora los “insolidarios”. Es la ley del garrote, la falta de acuerdos básicos, el sálvese quien pueda. Moreno se siente en su salsa y se mata de risa. Los que no se ríen son los consumidores.
¿Entonces habrá que volver a la intevención? ¿Qué podría haberse hecho para evitar esto sin hacer lo mismo que hacía Moreno? Mucho. Para empezar habría que haber armado una mesa oficial para monitorear la situación semana a semana y diseñar una estrategia común de la cadena para evitar esta zozobra actual. Lo hacen todos los países más o menos civilizados. Acá al lado, por ejemplo, Brasil tiene una Comisión Nacional de Abastecimiento (Conab) que se ocupa de estos asuntos. Es el Estado, y no Moreno, preocupándose por el bienestar común.
Pero el Gobierno de Cambiemos filosóficamente rechaza cualquier tipo de intervención, sea civilizada o a lo Moreno. Al parecer mucho no les importa a los funcionarios si hay que destinar un Julio Argentino Roca para comprar un kilo de pan. Vista en alto, ellos miran hacia el futuro: Viene bien el trigo nuevo, la cosecha será abundante y todo se acomodará de nuevo en diciembre, razonan.
Dice el informe de la Bolsa de Rosario que a la fecha (septiembre de 2018) en el mercado “ya se ha comprometido más del 40% del saldo exportable estimado” de trigo para el año próximo. Es decir que ya se vendió un 40% de trigo que recién está creciendo y será cosechado dentro de tres o cuatro meses. Entonces, no se necesita ser un experto para sospechar que el mismo escenario actual podría repetirse el año que viene.
Moreno, entonces sí, se nos va a cagar de risa en la cara.