Los recurrentes conflictos bélicos y geopolíticos que se están expandiendo en el hemisferio norte hacen que la hipótesis de una Tercera Guerra Mundial sea cada vez menos improbable. En el ámbito agroindustrial ya existen algunas señales de esa tendencia.
Esta semana la agencia Reuters publicó un gráfico que muestra de manera inconfundible como el gobierno chino está instrumentando grandes esfuerzos para reducir al mínimo las importaciones de maíz estadounidense.
No existe ninguna razón comercial para justificar ese comportamiento, porque, precisamente, la fortaleza de una nación importadora de commodities se sustenta en la diversificación de proveedores y no en fomentar el proceso contrario.
Justamente, en lo que respecta a la importación de proteínas animales, el gobierno chino está buscando de manera constante nuevos proveedores: acaba de habilitar, por ejemplo, el ingreso de carne bovina colombiana.
Argentina tiene todo listo para aprovechar la oportunidad histórica de transformarse –junto a Brasil– en un gran proveedor de maíz de China, salvo el hecho de tener un gobierno que parece estar mirando lo que sucede en el mundo en un televisor de rayos catódicos propio de la década del ’80 del siglo pasado.
“No consideramos que podemos ganar mucho trabajando con algunos países que no son democracias liberales”, afirmó la canciller Diana Mondino en una entrevista ofrecida esta semana a un medio japonés. Lo insólito es que esa afirmación se hizo horas después de haber visitado Vietnam –un país comunista– en misión oficial.
Ese tipo de declaraciones representan una bravuconada innecesaria porque el gobierno chino es especialista en usar el comercio como factor aleccionador de países indóciles. Mañana mismo podría interrumpir todas las importaciones de carne bovina argentina y generar un caos en el sector ganadero y frigorífico que, con un mercado interno pauperizado, depende de manera creciente de la demanda externa.
Asumir posiciones ideológicas en un mundo convulsionado es además una completa tontería para un país empobrecido que está localizado en los confines del orbe y que vive de vender productos agroindustriales.
Si vamos hacia una potenciación del conflicto a escala global, la mejor estrategia de supervivencia es mantener la mayor cantidad posible de rutas logísticas y canales comerciales abiertos sin importar qué hagan, digan o piensen los gobernantes de los países importadores.
Por otra parte, ante la posibilidad de un nuevo “reseteo monetario”, como el ocurrido en 1944 –luego de la Segunda Guerra Mundial– con el acuerdo de Bretton Woods, entonces lo más conveniente sería dejar el “juego abierto” a cualquiera de los escenarios que puedan llegar a suceder, no sea cosa que por apostar al bando perdedor luego el Banco Central quede repleto de billetes de colores sin valor alguno.
Tenemos la suerte de habitar una región de paz que está “lejos” de mundo en conflicto y producimos muchos de los bienes esenciales para consolidar la sostenibilidad de la civilización humana. Pero para poner en valor ese “activo” se requiere una clase dirigente pragmática y profesional que comprenda la dinámica de la coyuntura vigente y no personalidades mesiánicas que tengan una comprensión distorsionada de los acontecimientos mundiales.
El mundo cambió: Argentina tiene todo listo para comenzar a exportar maíz a China