En una campaña normal de producción la industria argentina muele entre 35 a 40 millones de toneladas de soja para generar una oferta exportable de harina y aceite de soja que coloca al país en el podio mundial.
Este año, con una producción de apenas 21 millones de toneladas, ni siquiera el ingreso del poroto importado de países vecinos logrará compensar el “bache” ocasionado por el desastre climático.
“La importación temporaria nos permite cubrir el empalme de cosechas en los meses de enero a marzo, cuando nos queda poca soja y previo al ingreso de la oferta argentina de la nueva campaña”, explicó este miércoles Alejandra Sarquis, gerente de Research
Molinos Agro, durante una charla ofrecida en el evento en línea “Efectos de la sequía en la agroindustria argentina” organizado por la Cámara Argentina de Comercio (CAC).“La importación en el régimen de admisión temporaria nos permite mejorar el nivel de proteína en la harina, porque el poroto de soja en la Argentina, por cuestiones ambientales y genéticas, tiene un nivel de proteína un poco menor respecto al de otros países productores”, explicó Sarquis.
En un año normal, la Argentina importa –mayormente desde Paraguay– entre 4,0 a 4,5 millones de toneladas de soja en el marco del régimen de admisión temporaria.
“Este año, con la súpercosecha obtenida por Brasil del orden de 160 millones de toneladas de soja, los puertos del norte de Brasil se atoraron de mercadería en un momento en el cual la demanda europea y china no mostraban mayor interés comprador”, comentó la analista de Molinos Agro.
“Eso deprimió los precios de exportación de la soja por sobreabundancia de mercadería y nos permitió generar la oportunidad de importación de buques de soja proveniente de Brasil por un volumen estimado de 4,0 a 5,0 millones de toneladas, los cuales se suman al grano importado desde Paraguay”, agregó.
Con el aporte de la soja importada de los países vecinos, la molienda en la campaña 2022/23 sería de 26,0 millones de toneladas, una cifra muy baja en términos históricos que hará que la capacidad ociosa de la industria aceitera se ubique en torno al 60% en el promedio del ciclo comercial.
“Este año la importación temporaria representaría alrededor del 30% de la molienda total. Con la soja importada mejoramos el nivel del proteína de la harina de soja, pero se aumentó de manera significativa el nivel de acidez del aceite de soja porque en Brasil, debido a la gran cosecha, el poroto se almacenó en pilas al aire libre y eso terminó elevando la acidez en niveles que por momentos nos dejaron al borde de las penalizaciones internacionales (por incumplimientos) en términos contractuales”, remarcó.
Para la nueva campaña 2023/24, Sarquis indicó que es factible planificar una recuperación de la oferta argentina en un rango de 45 a 50 millones de toneladas en línea con una normalización climática. “En la nueva campaña pensamos que podríamos tener una revancha, aunque muchas zonas continúan con una sequía bastante marcada”, manifestó.
Por último, dijo que es necesario garantizar la fluidez de la comercialización de granos para poder eficientizar el proceso de originación y procesamiento de soja, algo que se dificultó mucho con la introducción del régimen conocido como “dólar agro”.