Paula Scardilli es “la profe”. La habían nombrado directora de la escuela agrotécnica ubicada en Las Lajitas, Salta, pero ella pidió volver al llano, para trabajar mano a mano con los chicos.
Ella siente que tiene una misión clave en aquella región de Salta, donde la agricultura y la ganadería conviven con los peores indicadores de pobreza del país. Ella siente que su misión es alimentar de expectativas a los chicos que estudian en el establecimiento. Cree que es necesario desatar en ellos los sueños que todos teníamos de pequeños, aquellas aspiraciones del tipo “quiero ser astronauta” o “quiero ser presidente”, que nunca se alcanzaban pero que alimentaban las ansias individuales de progreso.
“Cuando yo les preguntaba a mis alumnos qué pensaban estudiar, el 80% no me contestaba, y el 20% restante querían ser policía o gendarme. Eso fue algo que me llamó mucho la atención. Y después, con los años, me fui dando cuenta de que realmente es que no tienen expectativas”, explicó Scardilli a Bichos de Campo. Y agregó: “Lo normal sería que todos tengan algún sueño”.
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Cuando la frustración ya está incorporada de antemano es complicado ampliar el horizonte. “Nadie se planteaba estudiar una carrera superior. Tal vez esto tiene que ver con que los chicos de ahí nunca salieron de ahí, y sólo conocen lo que hacen sus padres. Y será lógico para ellos que quizás seguirán haciendo lo mismo. Así que mi misión fue, desde el trabajo con los chicos, hacer ese trabajo que lleva tanto tiempo y que es el de ir abriendo ventanitas”, dijo la profesora.
Paula trabaja casi desde el nacimiento de la escuela agrotécnica, hace 10 años. “Las Lajitas es un pueblo de 10.000 habitantes que hasta hace 10 años tenía solo un colegio secundario público, y después de muchas gestiones se logró hacer esta escuela agrotécnica”, manifestó orgullosa. Ofrece doble turno, así que los chicos pasan allí buena parte del día.
La educadora afirmó que para desatar los sueños de los chicos es clave la vinculación de la escuela con la economía real del lugar. “Trabajamos vinculados al campo, y parece lógico que trabajemos en conjunto, porque el día de mañana esos chicos se volcarán al trabajo con los productores. Esta interacción que tenemos con ellos fue muy productiva para ambos”.
Scardilli remarcó que “además tenemos una bolsa de trabajo para los que egresan y hacemos pasantías y prácticas. En esa comunicación el productor nos pide un perfil, nosotros sugerimos perfiles, ellos eligen uno y después pueden decirnos en qué están flojos y en base a eso ajustamos las currículas y nos ayuda a saber qué es lo que realmente necesitan”.
Para la educadora, “el que un chico pueda salir de la escuela a visitar a un productor, y ver cómo maneja tecnología de punta, ver la tarea de un ingeniero agrónomo en un día de campo, es totalmente revelador y le da sentido a todo lo que aprende en el pizarrón, en la teoría y en la explicación de un docente. Gracias a Dios existen las prácticas profesionalizantes que se dan en los últimos dos años de estudio de la carrera. Tenemos varias modalidades; una es que salgan a una empresa por dos días, en lugar de ir a la escuela. La otra es estar al lado de un agrónomo, conviviendo con él y explicándole cómo trabaja”.
“Esa aprendizaje no se pierde nunca porque queda grabado en la cabeza. Por ahí lo que le enseñaste en el aula se lo olvidó mañana, pero lo que aprendió ahí no se lo olvida, más los contactos que puede hacer”, concluyó Scardilli. En esas experiencias está, a su juicio, el principal taller para la reparación de los sueños y aspiraciones de tantos chicos.