“Aquí tenemos en la zona de Rosario, desde Arroyo Seco hasta Timbúes, a lo largo de 70 kilómetros, el principal nodo exportador de la agroindustria de Argentina. Pero aquí sale entre el 70 o 75% de los granos, subproductos y aceites”, define de entrada Alfredo Sesé, integrante de la Comisión de Transporte y Logística de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Dicho así, no parece haber más que dinero en juego: exportaciones son divisas, y éstas son el alimento más preciado para una economía extremadamente anémica como es la Argentina. En esa lógica, basta con decir que debido a la sequía faltarán entre 15.000 a 17.000 millones de dólares este año, y que ese faltante ya está haciendo crujir primero el mercado cambiario y luego toda la economía.
Pero no alcanza esta descripción macro para dimensionar todo el daño que provoca la sequía. Por eso recurrimos a Sesé. Porque exportaciones son además movimientos físicos, mercaderías que ingresan y que salen, que son transformadas. Porque exportaciones finalmente son jornales, horas hombre trabajadas, ya sea sobre un camión, en una industria aceitera, limpiando las bodegas de un barco que llegó por la hidrovía.
Esta dimensión humana todavía ha sido muy poco medida. Intentamos una aproximación en esta entrevista:
“En esta zona hay más de 30 puertos. Hay terminales portuarias de granos, subproductos y aceites. Hay una terminal pública que mueve también contenedores y carga general, y hay también terminales que reciben combustible que viene otra parte del país y que también embarcan, como pueden ser las instalaciones de YPF, por ejemplo”, nos relata Sesé. Luego ampliará que la mayoría de esos puertos, 22 más precisamente, están vinculados con los granos, y por lo tanto se verán directamente afectados en los volúmenes de carga debido a la sequía.
Para empezar, todo el movimiento de barcos que recorren la hidrovía hacia esos puertos se verá resentido. “Normalmente esos buques, muchos de ellos, viene a traer mineral de hierro a San Nicolás, se limpian las bodegas y después viene la carga de graneles. Por supuesto que los buques que llevan aceites vegetales no traen mineral de hierro. Es un movimiento constante”, describe el especialista. Y añade: “También se reciben barcazas que vienen o de Paraguay y Bolivia, trayendo soja para procesamiento aquí”.
-¿Cuántos buques, en un año normal, entran a cargar granos y aceites y sus productos en la hidrovía y en estos puertos?
-En números redondos, más o menos tocaron puerto 2.700 buques oceánicos que vinieron acá a buscar granos, harinas y aceites vegetales. Eso durante el año normal. Este año lamentablemente, vamos a estar muy por debajo de eso.
-¿Y como llega la mercadería que se carga a esos buques?
-En un año normal hay 2.700 buques, 1.900.000 camiones, 250.000 vagones, que implica más o menos 11 millones de toneladas de carga por vagón, y 50 y pico de millones de toneladas por camión, más lo que entra por barcaza. Este año vamos a haber disminuido la cantidad de camiones en el primer trimestre, un 60%.
-¿En el primer trimestre del año ya hubo una caída del 60% en los camiones?
-Ya hubo un 60% menos. Y en ferrocarril, que es un poco más estable, un 30% menos. Este año vamos a tener por supuesto menos buques que viene a cargar. Aunque hemos recibido ya varios buques trayendo soja de Brasil, buques de ultramar que entran por el mar, el Río de la Plata y suben el Río Paraná para traer soja brasilera a procesar en las plantas de la Argentina.
Ahí nos enteramos de un segunda aspecto grave a nivel de trabajo que generará la sequía: muchos de los puertos del Río Paraná tienen a su costado una fábrica aceitera que se dedica a moler los granos de soja, para obtener el aceite y también la harina, principal producto de exportación del país. Con la producción local de soja diezmada a menos de la mitad, y aunque son muy mecanizadas, el nivel de actividad de esas fábricas será muy difícil de mantener por más soja importada que ingrese. Menos horas de trabajo.
“Quizá falten 20 millones de toneladas de soja, o 18, o 21. Es mucha cantidad para poder suplir y para poder mantener el nivel de actividad de las industrias”, nos dirá Sesé. Usualmente esa industria aceitera muele en conjunto entre 35 y 40 millones de toneladas de soja por año, pero le faltarán 20 millones. Es una catástrofe, no solo económica sino también laboral. Las empresas se verán obligadas a sostener sus costos fijos con la mitad del trabajo.
-No te voy a pedir un dato que puede ser muy difuso. ¿Se pueden cuantificar las pérdidas en términos de empleo?
-Es muy difícil cuantificar, pero si me permitís hay que darle mucha importancia a esto. Basta caminar, ir, dar una vuelta por la región, y uno ve menos negocios de venta de comida. Están cerrados en horario pico. Va a haber menos trabajo, sin duda. Por ejemplo, en la gomería.
-En un año normal, en esta época del año deberíamos estar leyendo las noticias de que hay grandes embotellamientos de tránsito por la gran cantidad de camiones que quieren entrar a las plantas. ¿Este año no hay noticias?
-Nosotros hicimos una vuelta con un vehículo por la ruta C-12, que es una especie de circunvalación que va de la General Motors, en la zona de de General Lagos, en el sur de Rosario, hasta San Lorenzo, en el norte. En una época normal nos llevaba una hora y pico y ahora tardamos 40 minutos. No había camiones. Eso es lo más significativo que creo que tenemos que tomar conciencia. Este año habrá la menor cantidad de buques de los últimos 20 años. Solo estuvieron más abajo el año 2000, el 2001, el 2002 y el 2014, que también hubo un problema climático. Estamos hablando de una caída muy significativa.
-¿Y en cantidad de viajes de camión?
-Estamos en cosecha y va a haber algunos días en que entren algunos camiones más, pero rápidamente eso va a caer. Sinceramente, yo no quisiera arriesgarme a dar un dato. Si el año pasado hubo 1.900.000 camiones, y si se mantuviera el patrón de una disminución de entre el 50 y 60%, vamos a tener 800.000, viaje menos.
-Eso es plata que le va a faltar a un montón de pueblitos, donde vive cada transportista…
-Y que le va a faltar al que vende gasoil. Y al restaurant que le da de comer. Eso es una cosita muy micro, muy menor, pero hay que ver los puestos de comida cerrados en horario del mediodía porque no hay camiones.
Sesé nos educa. Cuenta que un puerto aceitero y una fábrica “no solamente tienen mano de obra para mover esas instalaciones, que son mucha inversión y capital y emplean a 200, 300 o 400 personas. También requieren de los servicios de vigilancia, de limpieza, de mantenimiento. Todas estas cuestiones se van a ver resentidas. Y todo un sector de pequeñas y medianas empresas de la región que proveen insumos a esas terminales van a verse afectadas, aunque no sea en la misma proporción”.
Nos despedimos de Sesé bastante preocupados. Él también se despide, a su modo: “Me olvidé dar un dato. En el primer trimestre, según datos oficiales, los embarques de nuestra región cayeron un 50%”.