Santiago del Solar es empresario agropecuario, integrante del Comité de Granos de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y ex jefe de Gabinete del Ministerio de Agroindustria durante la gestión de Mauricio Macri. En el presente artículo de opinión repasa los perjuicios generados por las primeras ediciones del régimen cambiario especial del “dólar soja” y se pregunta cuán favorable sería aplicarlo nuevamente considerando al agro como un complejo conjunto de actividades productivas.
Podemos bautizar como uno quiera a la nueva versión del “dólar soja 3”. Pero todos sabemos que es una suerte de devaluación sectorial, por tiempo determinado y con consecuencias de desarbitraje en el resto de los mercados. Perjudicando particularmente a productos excluidos y a quienes toman como insumo a la soja o al producto que sea que si entra al programa de dólar diferencial.
Todos sabemos que las producciones del campo, sean cuales fueran, siempre se realizan en distintas regiones del país. Por lo tanto, son todas producciones de “economías regionales”. Pero para la burocracia con la lapicera en la mano, algunas economías regionales son más regionales que otras. Y, desde ya, cada cámara sectorial tendrá que esmerarse, no para demostrar cuán “regional” es su producto, sino para que su producto sea considerado un poco más regional que otro. No hay para todos. Si fuese para todos, estaríamos en la situación ideal de dólar único y eso el gobierno está decidido con uñas y dientes a no hacerlo. La solución integral: nunca.
El aspecto central al que me quiero referir es que la necesidad de dólares del gobierno es tan acuciante que todo este diseño está planificado para intentar estirar un poco más la agonía ocasionada por la falta de divisas, provocando artificialmente la concentración de ventas en un periodo en particular. Esa es la “madre del borrego”.
¿Cuánto volumen de ventas se podrá lograr? La soja está inmersa en una realidad donde la cosecha, cada día y cada vez que una máquina entra a un lote, viene con sorpresas y que no son buenas…Un lote que parecía malo, luce aún peor luego del paso de la cosechadora. Realmente no sabemos de qué volumen de cosecha estamos hablando aún. Y eso sin mencionar los problemas de calidad de lo recolectado.
El ritmo de ventas de soja mucho dependerá de necesidades financieras del productor. Pero también de la sensación o certeza (según cada percepción) de qué lo que es “por tercera y última vez” bien podría no ser así, porque aparezca una cuarta o quizás quinta nueva oportunidad. Ese razonamiento se basa en entender que lo que realmente alienta la medida es nada más y nada menos que la necesidad acuciante de un gobierno sediento de dólares. No hay otro motivo. Y eso se sabe.
Vuelvo a abordar el desarbitraje de mercados. Cuando se corta con un hacha qué producto puede ser favorecido y cuál no, lo que no entra al programa –como maíz o trigo– pasa a frenar la intención de venta de esos cereales a “dólar oficial”, ya que hay alternativa de vender otro producto a un tipo de cambio superior, generando así una merma de las ventas ciertos granos indispensables para diferentes sectores e industrias. Y, porqué no, a la espera de que se los incluya más adelante con algún dólar especial también.
Todos sabemos que el costo de alimentación de los tambos va a recibir (nuevamente) un golpe muy fuerte con este “dólar soja 3”, al igual que lo hizo en la primera y segunda edición del régimen cambiario especial. Un golpe que quizás sea definitivo para muchas empresas productoras de leche.
Un gobierno especulador hace que las fichas de la producción se muevan de una manera tal que van a demandar nuevas medidas, y éstas a su vez otras, que en el mediano o largo plazo desembocarán en la real solución, que es la de un tipo de cambio único para todos. Siendo eso así: ¿vale la pena transitar toda esta locura?
Santiago del Solar
Empresario agropecuario